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75.º aniversario del colegio de la Inmaculada

Un colegio a la medida de Pumarín

La Inmaculada ha crecido con el barrio a lo largo de 75 años y sus aulas son un reflejo del aumento de población y de la llegada de la inmigración a la zona

A la izquierda, el solar sobre el que se construyó la pista polideportiva. En la imagen de la derecha, la pista en la actualidad. FOTO CEDIDA POR LA INMACULADA / JULIÁN RUS

"Cuando se fundó el colegio el barrio estaba lleno de praos". De hecho, en uno de ellos, el de La Molinera, estaba la casa de tres plantas de la que tomaron posesión dos claretianas el 15 de enero de 1942. Las primeras inquilinas, además de las religiosas, fueron 148 niñas acogidas por el Tribunal de Protección de Menores en régimen de internado. Carmen Conde, directora general y pedagógica de ESO, terminó sus estudios en la Inmaculada en 1977. Y volvió en 1985 para comenzar su carrera como profesora. Con el paso de tiempo, explica, se ha transformado el edificio y quienes le dan vida.

"El alumnado ha cambiado bastante en los últimos años con la llegada de muchos inmigrantes. Sobre todo de América Latina y del este de Europa". Las aulas del colegio son un reflejo del barrio de Pumarín que ha visto como el centro crecía con él a lo largo de los 75 años que celebra el colegio este 2017.

En torno a la casa situada en el número 16 de Aureliano San Román, se comenzó a construir un complejo educativo en el que estudian hoy 810 alumnos, niños y niñas, de Infantil, Primaria y ESO. La primera edificación fue la de la capilla mayor, que se utilizó por primera vez en mayo de 1957, cuando la casa-colegio se había abierto ya a internas particulares y de media pensión. El alumnado fue aumentando y 11 años después el centro creció hacia una huerta contigua con un nuevo pabellón de cuatro plantas. En su inauguración, en enero de 1968, se cambió el nombre de la institución educativa que se conoce desde entonces como la Inmaculada. La cuarta altura sirvió de hogar a las niñas hasta que quedó atrás el internado y los dormitorios se reciclaron como aulas. "Es donde están ahora las clases de Secundaria", apunta Carmen Conde.

Las obras volvieron solo cuatro años después. El crecimiento del número de estudiantes y el deterioro del edificio original, provocaron que en su lugar se comenzase la construcción de otro de cinco plantas, tres para los alumnos más pequeños, otra para los comedores y la cocina y una más como residencia de la comunidad religiosa de las claretianas.

Los espacios se fueron adaptando en los años posteriores, y con las exigencias de la LOGSE aparecieron laboratorios y aulas de música o plástica, necesarias para poder impartir la ESO. La última gran obra tuvo en 1997, cuando el alumnado ya era mixto y respondió a las necesidades deportivas del colegio. Así, uno de los solares del entorno se convirtió en dos pistas polideportivas, una de ellas cubiertas.

A partir de entonces, las modificaciones han sido menores y se han realizado siempre atendiendo dos premisas: acoger nuevos alumnos y mejorar las condiciones de estudio en el centro. El pasado verano, por ejemplo, se modificaron las aulas de Primaria, los baños de Infantil y se instaló un servicio para minusválidos. Pero los cambios obedecen también a los nuevos principios pedagógicos. "Estamos reestructurando espacios para darles nuevos usos", comenta Carlos Álvarez, director pedagógico de Infantil y Primaria. Además, dice, se están introduciendo cambios en la estructura para fomentar lecciones diferentes, en las que los alumnos trabajen en grupos, tomen la iniciativa y tengan más protagonismo. "Queremos que cualquier lugar del aula se pueda utilizar para trabajar", apunta. Todas tienen pizarra digital y en algunas se han adecuado las paredes con materiales que permiten que se pueda escribir sobre ellas. De este modo, la Inmaculada seguirá cambiando en el futuro en respuesta a los tiempos. Y lo hará, como a lo largo de estos 75 años, para adaptarse al barrio y al alumnado.

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