Estaba atravesando "un mal momento" y manoseó a las niñas porque quería "besarlas". Ese fue el argumento que utilizó ante el juez de instrucción el hombre de 37 años que fue encarcelado el pasado jueves como presunto autor de los abusos sexuales que sufrieron dos pequeñas de 12 y 14 años en octubre del año pasado y de la violación de una chica de 28 que se produjo seis meses antes. El acusado -un vecino de San Claudio que según fuentes ligadas al caso tiene una pareja estable y es padre de familia- admite que tocó a las niñas, pero niega haber violado a la joven a pesar de que existen pruebas que lo relacionan directamente con los hechos. No en vano, los investigadores policiales que acabaron por atraparlo consideran que se trata de un "depredador sexual" y no descartan "que comiencen a aparecer más casos" que engorden la lista delictiva del hombre al haber saltado el caso a la luz pública.

Una de las pruebas que resultarían definitivas para verificar o no la culpabilidad del acusado es la del ADN, pero el hombre se negó a entregar una muestra en comisaría el día que fue detenido. "Vamos a solicitar que le obliguen a hacer las pruebas", adelanta Ana María González, la abogada del Centro de Atención a Víctimas de Agresión Sexual y Maltrato (Cavasym) que representa a la joven de 28 años. "Él dice que no dejó el ADN en comisaría por recomendación de su abogado, pero nosotros creemos que si no es culpable no tiene que tener ningún reparo para hacerlas", añade la letrada.

Y es que el hombre que atacó a la chica dejó su huella genética en el cuerpo de la víctima. Según consta en los informes de los investigadores, cuando ella volvía a casa en taxi tras haber compartido una noche de fiesta con sus amigos, el agresor entró en su portal. Ella pensaba que era un vecino, pero la cogió por la espalda y se la llevó hasta el descansillo. Una vez allí la inmovilizó y la puso boca abajo. Le bajó la ropa interior y trató de consumar la violación, pero se detuvo porque entró gente en el portal. No obstante, le introdujo los dedos en la vagina. "Ella no puede afirmar con rotundidad que haya sido él porque estaba oscuro, pero todas las descripciones físicas que ofrece apuntan hacia el acusado", señala Ana María González. "También dejó restos en la ropa de la chica", añade la letrada.

Para dar con este depredador sexual, que actuaba por la zona de Vallobín y el Parque del Oeste, la Policía tuvo que controlar cientos de vehículos y realizar numerosos operativos de seguimiento. La primera agresión -a la joven de 28 años- se produjo entre las cinco y las seis de la madrugada del 24 de abril. Los investigadores examinaron las cámaras de seguridad de un comercio cercano al portal de la víctima y pudieron identificar el modelo de coche que había utilizado el hombre. Les faltaba la matrícula. Las grabaciones también desvelaron que el autor, justo después de atacar a la chica, siguió a otra mujer que caminaba sola por la calle y llegó a detener el vehículo junto a ella.

El pasado mes de octubre, el depredador volvió a atacar en dos ocasiones, esta vez a dos niñas de 12 y 14 años cuando volvían a casa del colegio a la hora de comer. El hombre entró con las niñas en el portal y, una vez en el ascensor, se puso a hablar con ellas. Utilizó en los dos casos el mismo engaño: les pidió que le ataran los cordones de los zapatos, argumentando que no podía porque tenía problemas de espalda. Fue en ese momento cuando comenzó a manosear a las niñas. Las dos declararon haber visto en los alrededores un vehículo similar al de la agresión de abril y reconocieron al hombre "sin lugar a dudas" en una fotografía que les enseñó la Policía.

Las dos menores tenían características comunes y ambas vestían uniforme escolar, lo que hace pensar que el presunto violador se había obsesionado con un determinado tipo de menor. "Mi cliente no aparenta 28 años, es muy menuda y parece mucho más niña" asegura la abogada del colectivo Cavasym.