María esconde su rostro para la fotografía y oculta su identidad tras un nombre ficticio, pero demuestra que es una mujer valiente. Esta joven ovetense, que no llega a los 30 años, fue víctima de una agresión sexual en el portal de su casa en la zona del Parque del Oeste a finales de abril del año pasado; ahora, diez meses después, cuenta su caso en LA NUEVA ESPAÑA con el único fin de "ayudar a otras mujeres" que se encuentran en su misma situación.

En España se registra una denuncia por violación cada ocho horas, aunque hay muchas víctimas que no acuden a la Policía por miedo a sus agresores o incluso a ser rechazadas por la sociedad. Por eso, María concede esta entrevista, "para animar a las mujeres a que denuncien" y a que "soliciten ayuda para superarlo". El presunto agresor de la joven es un vecino de San Claudio de 37 años que está encarcelado bajo la acusación de haber abusado de ella y de dos niñas ovetenses de 12 y 14 años. La Policía llegó a tacharlo de depredador sexual y no descarta que puedan aparecer más casos que engorden su lista de delitos, algo que también ha motivado a María para dar el paso. "Si alguien lee mi caso puede que se anime a denunciar el suyo, por eso lo hago público", dice. Y lo cuenta así:

  • El ataque. Los hechos tuvieron lugar alrededor de las siete de la mañana del 25 de abril, cuando María regresaba a casa después de una noche de fiesta con sus amigos. "Cogí un taxi en el centro y me dejó frente al portal. Cuando entré me di cuenta de que había un chico detrás de mí, pero pensé que era un vecino. Le dije hola y comencé a subir las escaleras hacia mi casa porque en el edificio no hay ascensor", relata. "Antes de llegar al primer piso, en una especie de descansillo que hay, me cogió por la espalda y pasó lo que pasó", añade. Lo único que pide María es no entrar en detalles explícitos sobre lo ocurrido, pero sí explica que su agresor no llegó a consumar la penetración "por motivos físicos" a pesar de haberlo intentado "hasta en dos ocasiones" sin que ella, paralizada por el miedo, opusiese resistencia. "En esos momentos se te pasan muchas cosas por la cabeza y tienes muchísimo miedo. Yo solo quería que acabase cuanto antes y escapar de allí", asegura la joven.
  • "Vamos a hacerlo bien". María explica que el agresor no llevaba armas ni empleó "demasiada" violencia. "Vamos a hacerlo bien, no quiero hacerte daño", le decía el hombre mientras la sujetaba por la espalda. "Me tiró al suelo y me hizo lo que pudo durante un tiempo que para mí fue infinito. Luego se marchó", afirma. La joven reitera que no hizo frente al agresor y que ni siquiera gritó . "No me atrevía ni a moverme. Si te ocurre algo así te quedas en 'shock' y el miedo te impide reaccionar", dice.
  • "Lo siento, perdóname". Al final, la situación dio un giro inesperado. "Cuando me tiró al suelo perdí los zapatos y se me cayó el bolso, pero antes de irse me ayudó a recogerlo todo y me pidió perdón por lo que había hecho", explica María. "Lo siento, perdóname", le dijo el hombre en varias ocasiones. Después se fue a toda prisa. "Cuando se marchó estaba muy nervioso", matiza la joven.
  • La descripción. "La Policía me enseñó varias fotografías, pero no pude reconocerlo. Yo solo le vi la cara en el momento en el que me giré pensando que era un vecino, pero fue solo un segundo". El hombre "no estaba tapado ni llevaba gorra", actuó a rostro descubierto, "pero en el momento del ataque estaba todo muy oscuro y no me quedé con su cara". Lo que sí recuerda María es que el violador tenía "tez morena y el pelo muy corto", que "rondaría los 30 años" y que "es delgado". La descripción de la joven coincide con la que ofrecieron seis meses después las niñas de 12 y 14 años que denunciaron haber sido "manoseadas" por el vecino de San Claudio -ahora entre rejas- cuando volvían a casa del colegio, a la hora de comer. En ambos casos, el hombre utilizó el mismo engaño: entró en el ascensor con ellas y les pidió que le atasen los cordones de los zapatos porque tenía problemas de espalda. En ese momento empezaba a tocarlas. Ninguna de las dos pequeñas dudó cuando los investigadores le enseñaron el rostro del su agresor. El hombre reconoce haber manoseado a las niñas, pero no admite la violación de la joven, a pesar de que todos los ataques se produjeron en la misma zona de Oviedo. "Puede que lo mío no lo asuma porque el delito es más grave, aunque quiero dejar claro que yo no lo pude reconocer y que así lo dije ante la Policía. Eso tendrán que decirlo las pruebas y los jueces", subraya María.
  • Pruebas de ADN. "Cuando el hombre se marchó subí a casa y desperté a mis padres para contárselo. Llamamos a la Policía y en muy poco tiempo se presentaron dos agentes. Se lo conté todo y me trataron muy bien, pero ese día no se recogieron muestras de ADN de mi ropa, ni de mi cuerpo", explica María. No obstante, la joven conserva esas ropas y, aunque el acusado se ha negado hasta ahora a someterse a las pruebas de ADN, la abogada que la representa tiene previsto exigir que se le obligue a hacerlo para tratar de confirmar la autoría. "Yo no puedo decir que haya sido él a ciencia cierta, pero lo que tengo claro es que alguien que no tiene nada que ocultar no tendría ningún problema en entregar su ADN", señala María.
  • Ayuda psicológica. "Una vez que acaba todo comienzas a pensar que por qué te ha ocurrido a ti. Te sientes humillada e incluso culpable. Yo llegué a pensar que la culpa era mía por llevar una falda muy corta, algo que es representativo de las vueltas que da la cabeza", señala la joven, que pronto se dio cuenta de que necesitaba ayuda. Llamó al teléfono del Centro de Atención a Víctimas de Agresión Sexual y Maltrato (Cavasym) y allí la encontró. "Desde el minuto uno se portaron muy bien conmigo. Pusieron a mi disposición una psicóloga y una abogada que me ayudaron mucho a ir superándolo". Y es que al principio fue duro. "Las primeras semanas me costaba salir de casa, tenía miedo a pasar por el mismo sitio en el que ocurrió todo. Estuve bastante tiempo sin salir por la noche a pesar de que soy joven, pero poco a poco y con ayuda voy superándolo".
  • Lucha contra una lacra. "Estoy hablando de todo esto porque considero que es importante denunciarlo. Entiendo que en un primer momento te puede dar miedo, que no te apetece volver a contarlo y revivirlo, pero si yo o las dos niñas no hubiésemos denunciado, este hombre seguiría por ahí atacando a otras personas. Si te lo guardas y te lo tragas para ti, al final va a ser mucho peor en todos los sentidos", asegura María. Además, "nunca estás sola, existen asociaciones o colectivos, como Cavasym, que prestan apoyo incondicional a las mujeres que sufren este tipo de ataques". Por eso, María anima a cualquier víctima "tanto a denunciar a la Policía como a buscar apoyo para superarlo".
  • Otros ataques. Los investigadores constataron a través de las cámaras de seguridad de algunos establecimientos que el mismo hombre que atacó a María se acercó y se paró con su coche al lado de otra joven que caminaba por la calle nada más salir del portal en el que había cometido la agresión. "No sé si hay más víctimas de esta persona, pero si es así espero que al leer esto tomen la decisión de denunciar cuanto antes", recalca. Ese coche también fue reconocido por las niñas.