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JOSÉ MANUEL TORRES | Jefe de Bomberos durante 16 años, se jubiló este mes

"Me quedará grabada para siempre la soledad con la que trabajé en Bomberos"

"No me extraña la psicosis vecinal que hay con los incendios, porque lo que pasó en Uría se recuerda todos los días"

José Manuel Torres abandona su despacho en el Rubín. MIKI LÓPEZ

José Manuel Torres Ruiz (Gijón, 21 de marzo de 1957) cerró el pasado día 5 un ciclo en el cuerpo de Bomberos de Oviedo que comenzó en agosto de 1981 casi por casualidad. López, que fue jefe del cuerpo durante casi 17 años en dos épocas (1996 a 2000 y 2004 a 2017), trabajó antes en una tienda de decoración, en montajes, en una empresa de puertas de seguridad, y jugó al fútbol como delantero en el Sporting Promesas y en el Marino.

- ¿Se hizo bombero por vocación o por tener trabajo?

-Nunca se me había ocurrido poder ser bombero. Surgió cuando trabajaba en un comercio en Gijón donde conocí a una persona que estaba preparando las oposiciones. Aprobó y me comentó que era un trabajo muy bonito y que te dejaba mucho tiempo para hacer deporte. A modo de broma le dije que si salían otras oposiciones me avisara. A los cuatro meses convocaron las de Oviedo y me presenté convencido de que no las iba a sacar, pero aprobé.

- ¿Cómo era el cuartel en aquellos tiempos?

-Estaba en la calle Capitán Almeida (ahora Fernando Alonso). Allí estuvimos hasta 1999, cuando pasamos al Rubín. Eran unas instalaciones cómodas, y que al estar en centro de casco urbano nos facilitaba un acceso rápida a toda la ciudad. La ubicación del cuartel del Rubín no es la ideal.

- ¿De qué medios disponían?

-Eran muy precarios, eran de risa. Ahora hay unos equipamientos fabulosos. Cuando entré me dieron una funda de mahón, unas botas de media caña de plástico forradas en el interior con pelo de fibra, un casco, unos guantes y un chaquetón de cuero como el que llevaban los motoristas de la Guardia Civil. Como uniforme usábamos la chaqueta de gala combinada con la funda de mahón, ¡fíjese que aspecto tendríamos! Y los vehículos eran bastante obsoletos. Tampoco había formación. Los mandos y los compañeros trataban de enseñarte lo que habían ido aprendido. Era algo muy artesanal. Tampoco había preparación física, ni mantenimiento de equipos. Entrabas al turno y te podías pasar el día viendo la televisión, jugando la partida o durmiendo. Esto cambió radicalmente con la llegada de Vicente Pisano como jefe a finales de los años 80.

- ¿Qué pasa en el cuartel del Rubín que es fuente constante de conflictos?

-Somos un colectivo muy reivindicativo, a veces justificadamente y en ocasiones no tanto, porque de cosas insignificantes hacemos un mundo. Éramos un grupo muy unido hasta que nombraron en el 2000 a Agustín de Luis como responsable del área (en sustitución de Torres). Rompió la unidad interna. Lo que no sé es si lo hizo consciente o inconscientemente. Una minoría se puso de su lado y el resto en contra. Y es cuando se crea la CSI, que comienza a reivindicar cosas muy justamente.

- ¿Y además?

-A De Luis le faltó tacto. Pensó que estaba tratando con policías y exigía una disciplina militar que no casa con un bombero. Y también se equivocó no dejando llevar el servicio al jefe que había, Manolo Morales, e intervenir en todo como si fuera un dios. Con determinados grupos actuó de forma paternalista, lo que encrespó al resto.

- ¿Y cuando se va De Luis?

-Vuelvo a ser nombrado jefe, pero las cosas ya no volvieron a ser las mismas. El fraccionamiento era evidente. Hubo un acercamiento con la CSI. Me llevaba muy bien con su representante (Miguel Ordóñez Lorenzana), hasta el punto que desayunábamos todos los días juntos en mi despacho. Había una relación de amistad con él y con su familia. La relación se rompió en diciembre de 2013 por una serie de propuestas que no me gustaron nada. A partir de ahí hay un ataque frontal continuo contra mí con denuncias de todo tipo ante el Ayuntamiento e Inspección de Trabajo. Llegó a poner más de 150. Lo denunciaba todo.

- ¿Cuál ha sido su momento más duro como jefe?

-Sin duda, la muerte de Eloy Palacio (el bombero fallecido el año pasado en un incendio que arrasó un edificio en Uría).

- ¿Qué pasó en aquel fatídico incendio?

-Cuando llego al lugar del siniestro 45 minutos después de iniciado están tres plantas prácticamente ardiendo y el fuego se había propagado a Melquíades Álvarez. Lo habitual es que con una sola manguera en el interior apagues el fuego en una vivienda, y allí había tres.

- ¿Les pilló por sorpresa?

-No, lo que pasa es que cuando llegamos el incendio estaba muy desarrollado. Exteriormente se veía humo, pero no para mostrar lo que estaba ocurriendo dentro. El fuego estaba aislado en los falsos techos de toda una planta.

- El caso terminó en el juzgado, aunque ya ha sido archivado. Se denunció que no había agua, que no hubo puesto de mando, que falló el brazo articulado, las emisoras...

-La táctica de actuación fue la correcta. Durante la intervención nadie se quejó de que estuviera fallando algo. Todo eso salió después. El puesto de mando está dónde está el jefe del servicio. No tiene por qué haber un letrero o una tienda de campaña salvo en las grandes catástrofes. ¿Dónde estaba el puesto de mando en el incendio del bazar chino de Pumarín? El edificio estaba perdido, y da igual que hubiéramos echado toda el agua de los Alfilorios. Los incendios se apagan desde dentro y no desde fuera, y por seguridad hubo que sacar a los bomberos.

- ¿Considera entonces que Eloy Palacio y su compañero se arriesgaron demasiado y fueron más allá del deber?

-Hay que saber qué pasa por la cabeza de cada uno. Era un ataque exterior, y esto significa que no puedes pasar de la fachada hacia adentro. Y no tengo que estar repitiendo la orden cada diez minutos. Hubo una decisión contraria a la estrategia de intervención que se estaba desarrollando.

- ¿Pero faltó agua?

-Toda esa argumentación está basada en mentiras, en unas grabaciones que dicen que existen (alega que Seguridad Ciudadana no tiene un sistema que registre las conversaciones por la emisora). Son grabaciones piratas.

- ¿Dice que alguien en mitad del incendio más grave en la ciudad en los últimos años estaba con una grabadora al lado de la emisora?

-Seguro. Es un delito. Y el contenido de esa conversación está tergiversado y manipulado.

- ¿Se considera víctima de un intento de caza de brujas?

-Sí, sí, por supuesto. He sufrido la persecución de una persona (se refiere a Lorenzana). Ya trató con agresividad el tema desde el propio incendio. Fue llamado para reforzar y no acudió, pero sí apareció en el incendio para rajar. Pero no tuvo cojones para pedir un equipo y ponerse a ayudar. Y al día siguiente le tocaba trabajar y pidió horas sindicales.

- El edificio era de madera...

-Sí, se hizo una rehabilitación y se mantuvo la madera. Ahora se hará de hormigón, por algo será. Con menos medios de los usados en Uría se apagan el 90 por ciento de los incendios de esta ciudad.

- Lo que hay es una psicosis vecinal con los incendios.

-No me extraña. Desde hace un año revivimos todos los días en la prensa el incendio de Uría.

- ¿Y el del bazar chino de Pumarín?

-Fue un incendio de mucho cuidado, con mucha dificultad de acceso, en un patio interior, con mucha carga de fuego...

- Y ahora jubilado...

-Lo que me va a quedar siempre grabado es la soledad con la que trabajé. No tenía un staff de mandos por el que sentirme arropado y delegar en él. Fue una jefatura en solitario a pesar de que intenté que no fuera así. Y me pesa mucho la muerte de Eloy. Que no se le olvide a nadie que a parte de compañero éramos amigos.

- ¿Qué ocurre con las horas extras de los telefonistas?

-Hay una denuncia que ha sido admitida a trámite por la Fiscalía por el descontrol que hay con las horas. Cada uno de los seis telefonistas hacen al año menos horas, más de 300, que cualquier otro funcionario. ¿Por qué? Y luego estas horas se cubren con horas extras, lo que repercute en las arcas municipales.

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