"Nunca nadie lo vio enfadado y jamás estaba de mal humor". Así definía ayer su propio cuñado a Marino Díaz, el ovetense de 72 años fallecido el lunes en un accidente de tráfico en Carreño en el que se vio implicado también un autobús. Las emocionadas palabras pudieron escucharse justo antes del funeral celebrado en la iglesia de Santiago de La Manjoya al que decenas de vecinos y amigos se acercaron para darle el último adiós a Marino Díaz.

Amigos y conocidos lamentaron la pérdida de "un conductor experto" que actualmente vivía en la calle San Mateo, en el barrio ovetense de Santo Domingo, y que había trabajado durante muchos años realizando mudanzas y transportando muestras de sangre para análisis de pacientes del HUCA. Antes, había regentado el bar El Alto de Buenavista donde hizo muchos amigos que aprovecharon la cita religiosa para destacar su calidad humana. "Era excelente, nadie podía decir cosas malas de él", señalaron sobre el hombre que el lunes chocó con el autobús entre Candás con Tabaza en el que iban 15 personas.

Aún padeciendo del riñón y teniendo que ser objeto de tratamientos de diálisis, mantenía su costumbre de pasar el verano en el camping de la localidad gozoniega de Antromero, a la que iba y venía cada pocos días para atender la correspondencia y otros asuntos. Fue en uno de esos trayectos, el lunes, cuando se encontró la muerte en un viaje con su nieta de 14 años, a la que "quería con locura". "Por suerte ella recibió el alta hoy -por ayer-", se comentaba en los corrillos sobre el estado de una menor que fue trasladada también al HUCA por precaución, pero no sufrió grandes daños. Pese a lo dramático del desenlace, muchos de los presentes coincidieron en que la imagen que les quedará en el recuerdo de su amigo y familiar será positiva. "Me quedo con el hombre simpático que tanto paraba por el bar Somedano", indicó un amigo.