"Mimí" -así quiere que la llamen- es una pamplonica de 80 llena de juventud. No los aparente. Ni por físico, ni por su porte elegante. Menos todavía cuando, con especial agilidad y llamativo dominio, se lanza a bailar tango. Lo hizo ayer en la plaza de Trascorrales de Oviedo, donde una treintena de parejas llenaron de aire porteño la plaza de la capital, donde estos días celebran un encuentro internacional en torno al baile argentino. Las casas bajas y coloridas de la plaza hacían a más de uno fantasear con encontrarse en Caminito, en el barrio de La Boca.

Martín Almirón, profesor de tango, es el organizador de este festival, que pasa por Oviedo por su segunda vez. La cita, denominada "Milonga", toma el nombre de lo que sería una reunión de bailarines de tango. Los que viajaron hasta Oviedo presumen de una especial sensibilidad para expresar los sentimientos con sus cuerpos, pasos y movimientos a través del baile porteño. "En la milonga hay dos elementos fundamentales", cuenta Almirón: "La música y el abrazo, que es la conexión entre los dos individuos que compartirán el baile. Va más allá de dos personas que bailan".

Para entender "el abrazo" hay que remontarse a los orígenes del tango. Nace en el puerto de Buenos Aires en el momento en el que los inmigrantes se bajaban del barco para emprender una nueva vida. Muchos llegaban solos y las pocas mujeres que encontraban eran en las academias de danza o en las casas de citas. "Se puede decir que nace de la soledad y de la búsqueda del arraigo a un cuerpo", comenta Txema Arrizabalaga, llegado de San Sebastián. Es una de las trescientas personas que asisten al encuentro de tango y que siente una pasión por el baile desde hace 17 años. "Cuando supe bailarlo mejor me fui a Buenos Aires durante tres años para conocer sus códigos", afirma Arrizabalaga.

El tango es un baile de dos, sensual y complejo con sus reglas y pautas. Los milongueros tienen que expresar con sus cuerpos y sentir lo que hacen. El lenguaje del mismo es muy íntimo y solo quienes lo bailan reafirman que el abrazo es parte indispensable para poder utilizar este "idioma". Sin embargo, el primer paso es el "cabeceo", un pequeño movimiento de cabeza en el que el hombre, con un simple gesto propone a la mujer salir a bailar. La respuesta es un "cabeceo" de rechazo o de aceptación. El hombre no debe llegar nunca hasta donde está ella, puesto que la pareja avanzará al encuentro en la pista. El siguiente sería el abrazo, en el que todos los sentidos se activan para dar paso a la mutua reciprocidad, que se nota y comparte durante lo que dure el baile. Lo imprescindible es no perder la conexión con el compañero.

El tango se baila alrededor de la pista en el sentido inverso de las agujas del reloj. El hombre es el que marca el ritmo con elegancia y sutileza los movimientos de su compañera. Primero avanza el busto, luego la rodilla y por último el pie. Habitualmente se bailan en "tandas" de cuatro temas musicales y al finalizar cada uno vuelve a su sitio. El intermedio que suele durar entre 20 y 60 segundos se denomina "cortina" y es el momento en el que se vuelve a elegir nueva pareja con el "cabeceo".

"En Argentina, al principio, quienes lo bailaban eran los jóvenes. Posteriormente, cuando formaban su familia lo dejaban, hasta que lo retomaban cuando eran más mayores", afirma Almirón: "El tango es para todos". Así se pudo confirmar cuando "Mimí", con ochenta años y enamorada del tango, se puso a bailar con Martín Almirón. "Hace siete años comencé a bailarlo y no he podido dejar de hacerlo. El tango engancha", confiesa "Mimí", que repite por segundo año en este festival de "Milonga". Si hay más, volverá.