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125 años del Teatro Campoamor

Un teatro que crece con su público

En el Campoamor hay plateas que forman parte del patrimonio familiar y la pasión por la lírica se transmite de generación en generación

El patio del Campoamor, durante una función en los años treinta. LNE

Elena FERNÁNDEZ-PELLO

Los aficionados a la ópera tienen algo de hinchada. Siguen con fervor a sus cantantes preferidos, revisan una y otra vez los títulos que más les gustan, recuerdan aquella nota que hizo estremecer al público en tal representación o los pitidos a un artista en otra función. Ese ardor lírico se transmite de padres a hijos, de generación en generación. Hay plateas del Campoamor que forman parte del patrimonio de la familia.

Rosa Albornoz no tenía ni diez años la primera vez que asistió a una representación. Fue a ver "Madame Butterfly" y salió sin haber entendido nada y espantada por los gritos de la protagonista. Algunos años después regresó, ya iniciada en el género gracias a un tocadiscos y una incipiente discoteca que conserva y sigue escuchando. Acabó siendo una incondicional de la ópera y una habitual del Campoamor, una pasión que comparte ahora con sus sobrinos, que viven en Santander y a los que disfruta invitando a un título cada temporada, este año será "El elixir de amor". En el Campoamor fue su puesta de largo y recuerda cómo la gente esperaba en la calle ver pasar a las damas de la alta sociedad acicaladas para asistir a las representaciones.

Como ella, Jaime Álvarez-Buylla nació y creció en un ambiente propicio a la música. Su primera ópera no la escuchó en el Campoamor, sino en el teatro Principal, y fue también "Madame Butterfly". El médico ovetense se acuerda del Campoamor devastado, tras el incendio del 34, y del tufo a quemado que desprendían los escombros. Solía andar por el paseo de los Álamos en compañía de Antonio Campó, el barítono gijonés -el padre de la cantante pop Marta Sánchez-, al que le gustaba aventurar que algún día actuaría en el teatro reconstruido, como así fue.

Jaime Álvarez-Buylla Menéndez asistió a la función de la reinauguración del Campoamor, en 1948. El teatro volvió a abrir sus puertas con la "Manon" de Massenet protagonizada nada menos que por Victoria de los Ángeles y aquello fue todo un acontecimiento social, al que asistió hasta Carmen Polo de Franco. La Corporación municipal al completo la recibió, con Manuel García-Alcalde, al frente, como Alcalde. "Algunos de los momentos más felices de mi vida están ligados a la ópera y al Campoamor", afirma Jaime Álvarez-Buylla, que ha transmitido ese amor por la lírica a su hijo, Jaime Álvarez-Buylla Álvarez. Éste aprendió a hablar italiano memorizando las óperas y tuvo ciertas aspiraciones vocales hasta que se midió con el tenor italiano Lauri-Volpi, amigo de la familia y biografiado por su padre, y desistió. Su sobrino, Alfonso Álvarez-Buylla Naharro, de una generación más joven, también se contagió de esa pasión y sigue la temporada ovetense a pesar de residir en Bilbao, donde ejerce la judicatura. El sábado estará viendo el "Sigfrido". "Cuando era estudiante compraba entradas baratas de visibilidad reducida", cuenta por teléfono, y se levantaba a las cinco de la mañana para hacer cola ante la taquilla durante horas con sus amigos, para hacerse con una localidad.

Emilio Díaz Fernández es sin duda uno de los asiduos al Campoamor más jóvenes. Tiene 14 años, ama a Wagner y asistió por primera vez a la ópera con seis años. Fue a ver "Tosca", con sus padres, Covadonga y Emilio, abonados a la temporada ovetense desde que eran novios. La afición familiar a la lírica se remonta a su abuela, y así, transmitida de generación en generación, el relevo en los palcos del Campoamor parece seguro.

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