Todos los días media mañana, el profesor Mateo Llana enviaba a dos alumnos de su academia a por una ración de mejillones al bar de Pacita, una pariente que tenía el negocio frente al centro escolar. Al volver siempre le hacía la misma broma, "aquí falta un mejillón, a ver, tú, abre la boca, tienes pintinas en la lengua, te has comido uno". Lo contaba ayer José Ramón Hevia, uno de los 112 exalumnos que se reunieron en el XVII encuentro anual.

Esa cita ha servido para que algunos de ellos se conocieran. "Aunque somos todos del mismo barrio hay algunos que no coincidimos en clase", explica Conchita Álvarez, una de las organizadoras del encuentro.

Hevia enseña una foto antigua en su teléfono móvil, muestra a los niños en el patio y Álvarez aclara que "no había recreo, había clases los sábados y no había vacaciones, cada uno las cogía cuando quería". Otra curiosidad. La academia era mixta, "íbamos juntos pero no revueltos, no estábamos en la misma clase", matiza Hevia. Aún así, niños y niñas compartían instalaciones, algo no muy común en los años 40 o 50 del siglo pasado. Además, era un centro privado, se pagaban, cree recordar Conchita Álvarez, 20 pesetas al mes. En la fotografía del móvil se pueden ver al fondo las cuadras de las vacas de un pariente del fundador de la academia. Entonces La Argañosa tenía aún mucho de rural.

Fueron miles los ovetenses que pasaron por el centro escolar de Mateo Llana. Más o menos todos los niños que vivían entre San Claudio y La Argañosa. Lo primero que estudiaban era cultura general y más tarde el centro se especializó en Formación Profesional. Allí estudió contabilidad Carmen María Nicieza, que luego entró a trabajar en el banco de Asturias. "No hay banco en Oviedo en el que no trabajase alguna vez un alumno de la academia de Mateo Llana", apunta Hevia.

Carmen María Nicieza vivía en el piso que estaba justo encima de la academia y escuchaba cantar a los alumnos las lecciones, entre ellas los nombres de los ríos, "así que aprendía gratis".

Los alumnos era de familias humildes así que pusieron en marcha el "ahorro escolar". "Comprábamos sellos y los íbamos pegando en una cartilla. A final de mes yo iba a la Caja de Ahorros con la cartilla y me lo cambiaban por dinero que ingresaban en una cuenta", recuerda Conchita Álvarez

Estas fueron algunas de las muchas cosas que se recordaron ayer en una cita que incluyó una misa por Mateo Llana en la iglesia de San Pablo y una comida, con larga sobremesa, en el hotel Silken Monumental Naranco. Los asistentes, con una media de 75 años, no fallan a esta cita anual para encontrarse con antiguos amigos de andanzas escolares.