El 28 de enero cumplirá 56 años y de ellos ha pasado 34 en la cárcel. Hace tiempo que ya no se le ve por la calle Magdalena y es que Reina León Margolles tiene una vivienda. Vive cerca del HUCA en un piso de Vipasa. Tiene la espalda destrozada "de trabajar como una burra en el campo cuando era pequeña", varias adicciones, diabetes y una historia de delincuencia que comenzó con un homicidio el 23 de noviembre de 1984. Recuerda con todo lujo de detalles cómo "reventó a golpes la cabeza de un cabrón" y acabó por primera vez en prisión condenada a doce años.

Reina contó ayer su experiencia en una mesa redonda de la II Jornada de personas sin hogar que se celebró en Oviedo. El eje central de este año era el género y la exclusión social. La mujer, que nació hombre, tiene 9 hermanos y ayer contaba que, a estas alturas de mes, le quedaban dos euros en el banco.

Pero antes de vivir bajo techo durmió en "cajeros y en la calle". Llegó a ese punto "por cosas de la vida que no te salen bien" y que poco a poco te llevan a entrar y salir de prisión "por insultos a la autoridad, resistencia, posesión de armas". Ella dice que la policía le destrozó la vida poco a poco pero quizás en realidad lo que ha hecho sea salvarla de una vida durísima que empezó con aquellos trabajos en el campo y que le trajo a Oviedo a hacer el servicio militar en El Milán al cumplir los 18 años. Ahora cobra por su incapacidad, reflejada en dos operaciones, y está haciendo un nuevo reconocimiento médico para ver si le aumentan el grado "porque hay por ahí muchos patanes cobrando una pasta y están mejor que yo".

Junto a Reina se sentó ayer Dora Suárez, avilesina residente en Oviedo. Más reflexiva y más serena. Hace tan sólo unos meses que dejó de beber tras años de un alcoholismo que asegura sólo lleva a "perder la salud, luego la alegría y luego la honradez". Dora no perdió la honradez pero sí el trabajo, el piso, los amigos y todo lo que le rodeaba. Incluso se perdió a ella misma hasta el punto de no querer mirarse al espejo. "Llega un momento que has perdido los sentimientos y las emociones y que estás vivo porque respiras pero ni comes, ni te duchas, ni te lavas..., no quieres ver a nadie".

Su testimonio es tan duro como verdadero. Ha pasado años mintiendo, "viviendo en una mentira porque la mentira forma parte del alcoholismo". Llegó a vivir en un piso sin luz y sin calefacción. Se había gastado todo el dinero y no podía pagar los recibos, tampoco quería ni podía pedir ayuda y se engañaba a sí misma.

A Dora se le llenan los ojos de lágrimas tristes cuando mira para atrás y de esperanza cuando cuenta que ahora trabaja de cocinera en el Cano Mata y se remonta al pasado 31 de enero cuando ingresó "sin saber para qué" en el centro de desintoxicación La Santina de Gijón. Dejó de beber pero es consciente de que será una enferma toda su vida, una vida que le ha cambiado radicalmente gracias al apoyo de sus padres y hermanos y últimamente de Cáritas que le ha dado alojamiento en un piso de Vallobín, en Oviedo.

-¿Qué bebía?

-No importa. Llevo 10 meses sin hacerlo.