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JOSÉ ÁLVAREZ DE BENITO | Pintor y diseñador de joyas, acaba de exponer en el Club de tenis

"Quise ser pintor, pero me dediqué a la joyería; ahora retomo mi gran pasión"

"Pedro Álvarez, mi padre, era un genio en todo, un adelantado a su época que estudió en Alemania y pensó en ser arquitecto"

"Quise ser pintor, pero me dediqué a la joyería; ahora retomo mi gran pasión"

José Álvarez de Benito (Oviedo, 1958) es el penúltimo de los ocho hijos de Pedro Álvarez Miranda, a su vez, primogénito de Pedro Álvarez del Río, que fundó la joyería más importante de Oviedo, con nombre en toda España. La tienda, el taller, una sucursal en Avilés y otros negocios de fabricación y venta mayorista, estaban reunidos en la sociedad Joyerías Pedro Álvarez de la que formaban parte los hijos del fundador: Pedro, Luz, Titi, Conrado y Gloria. José Álvarez de Benito creció en la casa familiar de la calle Uría con la vena creativa en los genes. Se dedicó con éxito al diseño de joyas pero su auténtica pasión es la pintura, a la que ahora se dedica en cuerpo y alma. Acaba de celebrar una exposición en el Club de Tenis de Oviedo y asegura que seguirá preparando nuevas obras.

Infancia entre joyas, pinceles y bullicio familiar. "En el primer piso de la calle Uría, sobre la tienda, vivió nuestro abuelo. En el segundo, que comunicaba por una escalera interior, nacimos y crecimos mis siete hermanos y yo. Mi abuelo, Pedro Álvarez del Río, era de un pueblo de Lugo y en 1985 fundó la joyería en la calle Magdalena. Más tarde puso la de Uría. Murió con 94 años. Llegué a conocerlo pero tengo recuerdos vagos, yo era muy pequeño. Mi padre era un genio en todos los sentidos, un adelantado a su época. Se fue a estudiar a Alemania. Su verdadera afición era la pintura. También quiso ser arquitecto. Mi abuelo enseguida se dio cuenta de que se le daba muy bien dibujar y le orientó al negocio. Su pasión que también me contagió a mi, la desarrollaba en los ratos libres".

La carrera de Económicas y el primer taller en el Rosal. "Seguí la estela de mi padre. Empecé a estudiar Económicas, carrera que no terminé. Empecé a pintar y más tarde me dediqué a la joyería. Al principio puse un taller en la calle del Rosal, en una casa de la familia. Estuve compatibilizando la joyería con la pintura. Hice la primera exposición en 1980. Quería ser pintor, pero al final la tradición familiar pudo más. De los ocho hermanos cuatro nos dedicamos a la joyería. Otra hermana es escultora. Debajo de casa estaba la tienda y en el mismo edificio el taller; todos nos criamos en aquel ambiente viendo a mucha gente pasar".

Piezas de encargo que ya son historia. "El mundo de la joyería es muy diferente ahora. Y eso que yo aún viví años muy buenos en los que se trabajaba por encargo. Esas piezas maravillosas que se hacían forman parte de la historia. Ahora la joyería está vinculada al concepto de la moda. La gente compra cosas que carecen de ese valor sentimental que ante se le daba a una joya".

Pasión por las perlas. "En el joyero de una mujer no debe faltar un buen anillo de pedida, si está casada, y unas perlas. Gané cinco premios nacionales con un concurso que hacía la Polinesia francesa, relacionado con las perlas de Tahití. Me fascinan las perlas. Son materia orgánica que está viva. Me llama la atención su delicadeza. También me gusta mucho la esmeralda, piedra preciosa por excelencia. Un collar de diamantes rematado con una perla es otra de esas piezas que lucen muchísimo. En general las asturianas saben sacar partido a las joyas que se ponen. La mujer española es elegante y lleva bien las cosas. El tono de la tez también ayuda a lucir las alhajas algo que les resulta más difícil a las mujeres nórdicas".

La leyenda de Carmen Polo Valdés. "Es cierto que Carmen Polo, la mujer de Franco, que era de Oviedo, compraba muchas joyas en nuestra tienda y le gustaban los collares de perlas. Siempre le escuché a mi padre que eso de que no pagaba los encargos era un bulo. No abonaba ella directamente las alhajas. Lo hacían las personas que la acompañaban. Me lo han preguntado muchas veces, claro".

Días de verano pintando con su padre. "Desde los 17 años, en verano, salía con mi padre a pintar al aire libre. A veces me aburría un poco, pero empecé a coger afición. A veces también venían amigos pintores como Ruperto Caravia o Jesús González Pérez. Hice un montón de exposiciones en los años ochenta y noventa. Incluso tuve un primer premio juvenil de arte. También participé en una exposición en Seúl (Corea del Sur), con otros pintores españoles. Retomé los pinceles hace dos años y me metí con el acrílico que es ahora la base de mi pintura. También sigo la tradición del paisaje y hago rostros de personas. Trato de expresar algo con esas imágenes. Puedo pasarme diez o doce horas pintando".

Apegado a Oviedo. "Alguna vez llegué a pensar en irme de Oviedo, sobre todo cuando estaba pintando. Las posibilidades para prosperar estaban fuera. Al final me involucré en la joyería y no me marché. Esta es mi ciudad. Es muy fácil decir que te vas pero cuesta dar el paso, más de lo que uno se cree. Piensas en los amigos que dejas, la vinculación familiar... En fin, que en Oviedo se está muy bien".

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