En la séptima edición de la Feria de antigüedades, coleccionismo y vintage que se celebró este fin de semana en el Calatrava, en la que tomaron parte cuarenta expositores de todas las partes de España, hubo dos objetos que destacaron por encima del resto por formar parte de la historia más cruda y violenta de este país: dos medallas que usaba la banda terrorista ETA para condecorar a sus "mártires", es decir, a los "gudaris" (guerreros en euskera) que perdían la vida durante la comisión de los atentados o en escaramuzas con las fuerzas de seguridad. "No son nada fáciles de conseguir. Se las daban los jefes de la banda a las familias de sus fallecidos, pero todo eso se hacía totalmente en secreto", explica José Ramón Hernández, el anticuario burgalés que trajo las medallas al Calatrava. Ayer estaban a la venta "por unos cuatrocientos euros cada una".

Por un lado de ambas medallas, en el centro, se pueden leer las siglas "ETA" y la inscripción "Euskadi Ta Askatasuna" (Euskadi y libertad), que las rodea formando un círculo a su alrededor. En el reverso, aparece el símbolo de la banda (un hacha con una serpiente enroscada) y el lema "Bietan jarrai", que traducido al castellano vendría a ser "adelante con las dos". Es decir, adelante con la lucha política y también con la militar.

Estas medallas, según explica su propietario, proviene de los efectos que la policía francesa se incautó en noviembre de 1986 durante el registro de la empresa cooperativa Sokoa, uno de los mayores golpes de las autoridades contra la banda terrorista. ETA Militar escondía en el subsuelo del edificio ubicado en la localidad de Hendaya un verdadero arsenal. Allí se encontraron dos lanzamisiles con sus correspondientes proyectiles, tres lanzagranadas, 21 pistolas, mucha Goma 2 y una enorme cantidad de munición, pero también 35 paquetes llenos de medallas iguales a las que este fin de semana se pusieron a la venta en Oviedo. Según confirmaron en su momento los agentes, estaban en el sótano de la empresa, en un zulo de unos dos metros de alto por dos de ancho en el que también aparecieron los libros de cuentas con el "impuesto revolucionario" o información sobre futuras víctimas.

A las siete de la tarde de ayer, dos horas antes del cierre de la exposición, José Ramón Hernández aún no había vendido las medallas. "A la gente le llaman la atención, pero por el momento nadie se las ha llevado. Tengo otras dos en mi casa", señalaba el anticuario. Por otro lado, el resto de expositores se fueron contentos tras el fin de semana en Oviedo. "Las ventas no han estado nada mal" asegura la bilbaína Marta Enao.