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ÓSCAR JULIO CUERVO SAN ROMÁN | Hostelero, propietario de Casa Lito con su esposa, María Teresa Suárez

"A Asturias viene un turista de gasoil: anda mucho y gasta muy poco"

"Estudié en los Jesuitas de Gijón y empecé Derecho en Oviedo, donde conocí a mi mujer; en 1978 cogimos el local que regentaba su padre"

"A Asturias viene un turista de gasoil: anda mucho y gasta muy poco"

Óscar Julio Cuervo San Román lleva desde 1978 al frente del restaurante Casa Lito, un local asentado en el imaginario ovetense, que regenta con su esposa, María Teresa Suárez. En realidad, en la calle Altamirano abrían sus puertas dos bares clásicos de Oviedo, Casa Manolo y Lito. El segundo, con más de medio siglo de historia, sigue dando de comer a los ovetenses y a los visitantes de la ciudad. La casa de comidas empezó llamándose "Las Delicias". Hasta 1956, año en el que se hizo cargo de ella Manuel Suárez Fernández, "Lito", que a partir de entonces le dio nombre, suegro de Óscar Julio Cuervo.

Nacido en Gijón y ovetense de pleno derecho. "Nací en Gijón, en La Gota de Leche, y estudié en los Jesuitas. Iba al colegio de lunes a domingo. Entraba a las ocho y cinco y salía a la una y media. Por la tarde volvía a las tres y media y salíamos a las nueve menos diez de la noche. Los sábados y domingos teníamos misa y cine. La educación era muy diferente a la actual. Al profesor se le respetaba de verdad. Cuando llegaba a casa llorando me reñían encima y me decían que algo habría hecho. Ahora es al revés: los padres regañan al maestro por reprender al niño. Después me vine a Oviedo para estudiar Derecho y fue cuando conocí a mi mujer, María Teresa Suárez, la hija de Lito, que dio nombre al restaurante que regentó desde 1956 hasta 1978".

El desembarco casual en el mundo de la hostelería. "Mi suegro era de Oviedo y mi suegra de Luarca. En 1978 dejó el bar y lo cogimos nosotros. Yo trabajaba en otra empresa y me querían trasladar a Toledo, así que nos quedamos. De aquella ya teníamos a dos de nuestros cuatro hijos. Mi mujer es adorable y quizá si cose un botón por la mañana por la tarde esté ya despegado, pero tiene un toque especial para la cocina tradicional. Ella es la encargada de elaborar los menús. En la carta nunca falta la merluza con patatas que mi suegra, que era de Luarca, aprendió en Gijón. Otro de los platos que nos ha dado fama es el besugo con fideos. También hacemos riñones, algo que ya no es fácil de encontrar. La verdad es que la hostelería ha cambiado mucho. A nosotros se nos fueron muriendo muchos clientes de toda la vida. Hay una mesa en la que se sentaban siempre lo cinco miembros de una familia de los que ya no queda ninguno. Mucha gente no quiere sentarse en ella, la consideran algo gafe. No deja de ser una anécdota curiosa. Esta era un calle de mucho trajín, con bastantes negocios. Ahora hay siete bares de copas y por aquí sólo pasan las señoras con los perros. Ya no queda clientela tradicional".

El turismo que deja poca ganancia. "El turismo que viene a Asturias es de gasoil. Yo lo llamo así porque anda mucho y gasta muy poco. Un domingo tuvimos más de treinta personas de fuera comiendo y la chica que atiende el comedor sacó sesenta céntimos de propina. No juzgo si hay más o menos dinero. Los campos de fútbol están llenos, así que algo habrá. La gente ahora se arregla con un par de pinchos o con un medio menú, que no deja ninguna ganancia. El otro día vino una pareja. Pidieron un vaso de vino para los dos. Aparte de eso tuvimos que terminar echándolos por el escándalo que dieron".

Un local con historia y solera. "Hace más de un siglo en nuestro local estaba el Colegio Práctico de Primera Enseñanza de Don Alfredo Valdés Mier, maestro Normal y tenedor de libros con 10 años de práctica. A partir de 1926 las instalaciones se destinaron a la hostelería. El primer propietario fue Jesús López Sánchez, quien al menos hasta 1932 estuvo al frente del establecimiento. El local ha tenido pocos cambios en esto años: la pintura y el mobiliario, lo demás sigue igual. Me acuerdo cuando venían a diario los estudiantes de la facultad de Derecho, que tomaban pinchos desde que abría las puertas a las 9 de la mañana y mataban las horas jugando a las cartas. Todo eso se ha perdido. Sigue viniendo gente de la Universidad. El anterior rector paraba mucho por aquí".

Cierto desencanto con la profesión. "Pienso que meterme en este negocio fue el gran error de mi vida. Encima siendo de Gijón tuve que pasar bastantes malos tragos, sobre todo por las reacción de gente un poco radical, de la que hay en todas partes. Todavía hace poco vino un señor muy elegante, tanto que parecía un ministro y me preguntó si era de Gijón. Le dije que sí y a continuación empezó a contarme una especie de chiste de mal gusto. Un día puse una fregona nueva en el cuarto de baño y cuando me di cuenta quedaba sólo el palo. Ese tipo de cosas son muy desagradables. La parte buena del negocio es que mi mujer cocina tan bien que los clientes se quedan encantados. La verdad es que yo en Oviedo me encuentro muy bien. Es una ciudad bonita y limpia y la mayoría de la gente es muy amable. Mis hijos también son ovetenses. El mayor, que es abogado y economista tiene cincuenta años y lleva ya un tiempo parado. Eso me preocupa. Es triste ver a gente con un curriculum excelente que no encuentra trabajo".

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