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El museo que Oviedo nunca llegó a tener

Alicia Castro Masaveu impulsó en los noventa como concejala de Urbanismo un equipamiento dedicado a la ciudad: veinte años después, tras varios intentos fallidos por recuperar el proyecto, sigue en el aire

Carmen Ruiz-Tilve.

Oviedo ha estado a punto de tener un museo de la ciudad en varias ocasiones. Una de ellas fue hace 22 años. Corría 1996 y la entonces concejala de Urbanismo, Alicia Castro Masaveu, del PP, anunciaba que tenía sobre la mesa el proyecto. Gabino de Lorenzo repetía en la Alcaldía de Oviedo y estaba en la cima de su popularidad. Todo parecía posible. El museo de la ciudad iba a instalarse en el edificio del antiguo colegio Hispania, una vez que fuera rehabilitado, y sería "un centro de divulgación e información", muy orientado a los turistas, aunque también dispondría de espacios para exposiciones y conferencias, de un centro de documentación y de un archivo. Aquella idea y la voluntad de llevarla a cabo se esfumaron en poco tiempo, lo mismo que las que, con el mismo propósito, llegaron después. Se constituyó una comisión de expertos y ovetenses ilustres que quedó en nada y más recientemente Ayuntamiento y Arzobispado se aliaron en un museo que empezó siendo el de las reliquias, pasó a ser el de la ciudad y acabó en el olvido.

A mediados de los años 90, en el siglo XX, la determinación de sacar adelante el museo parecía firme y el Ayuntamiento de Oviedo llegó a contratar a la empresa Ingenia, fundada por una de las hijas del filósofo Gustavo Bueno, Carmen, que había trabajado en el montaje de la Exposición Universal de Sevilla, en 1992, y que acababa de finalizar el Museo de la Sidra de Nava. La iniciativa avanzaba, hasta que se atascó. El emplazamiento elegido no resultó ser el adecuado. Después de muchos avatares, el antiguo Hispania acabó en manos del Colegio de Arquitectos de Asturias, que ahora tiene allí su sede, rodeado de bloques de pisos.

En 1994 el crítico de arte Francisco Crabiffosse ya había pedido un museo de la ciudad para Oviedo en un artículo que se publicó en LA NUEVA ESPAÑA. Proponía entonces que se instalara en la plaza del pescado, en Trascorrales, ya vaciada de su uso inicial y cuya rehabilitación estaba anunciada para el año siguiente. El museo que Crabiffosse pedía para Oviedo debía de asemejarse al de Cádiz. Evidentemente, esa idea no prosperó y el antiguo mercado nunca pasó de ser lugar de reuniones gastronómicas y de vez en cuando escenario de alguna exposición o feria.

Ideas para el museo de la ciudad las ha habido a montones. Lo difícil ha sido unificarlas y buscarles un sentido. La profesora Carmen Ruiz-Tilve, la actual cronista oficial de Oviedo, fue una de las personalidades más combativas en ese aspecto, siempre recordando la necesidad de un museo para la ciudad, proponiendo emplazamientos y fondos para él. "Puse una ilusión enorme, pero en Oviedo no hay manera de que salga nada", se lamenta a día de hoy, poco optimista sobre el carácter de la ciudad.

En su día Ruiz-Tilve veía con envidia sana lo que habían hecho en Barcelona o en Bruselas, con unos museos que en su opinión eran ejemplares y fáciles de replicar en Oviedo, donde hay material de sobra en el archivo municipal para darle contenido.

Ese era uno de los aspectos delicados al tratar sobre el museo de la ciudad. ¿Qué había que mostrar en él? Carmen Ruiz-Tilve insistía en su valor documental, para el recuerdo de los ovetenses, la distracción de los turistas y el estudio de los investigadores. Proponía exponer la colección de carteles de San Mateo que tiene el Ayuntamiento y organizar exposiciones temporales y actividades divulgativas.

Esa idea chocó con la de quienes tenían en mente ideas más pintorescas hasta acabar mandando al museo de la ciudad todo lo que no sabían donde meter, sin orden ni concierto. Se hablaba de exponer la colección Onís de radios antiguas, que el Ayuntamiento había adquirido; de colocar en el museo a Petra y Perico, los osos del Campo san Francisco, disecados; de exhibir un carbayón gigante -el pastel, no el árbol-; de unas maquetas de edificios antiguos, incluso Roberto Sánchez Ramos cuando era concejal de Asciz quería mandar a ese museo las esculturas y símbolos que se retiraran de las calles cuando se aplicara la Ley de Memoria Histórica. El pulcro museo inicial había acabado convertido en el trastero de la ciudad.

En el año 2006 la idea del museo se retomó con fuerza. Gustavo Bueno Sánchez formó parte de la comisión de expertos y ovetenses ilustres que debía darle forma. Hasta se anunció su inauguración al año siguiente y que se instalaría en los bajos del Ayuntamiento. "No tenía sentido hacer un museo de la ciudad cuando toda la ciudad es un museo, así que lo que planteamos es que fuera un lugar de partida a la visita de Oviedo, donde los guías pudieran explicar qué es Oviedo y lo que van a enseñar a los visitantes, algo preparatorio y no una colección de objetos", explica Bueno Sánchez. En ese sentido, la plaza del Ayuntamiento era una buena ubicación.

El emplazamiento nunca pareció un problema. Cualquier sitio parecía bueno para instalar el museo de la ciudad, aunque eso tal vez fuera porque se pensaba que tenía pocas posibilidades de salir adelante. Se quiso acomodar en los bajos de la Casa Consistorial y ese fue otro de los proyectos más sólidos, pero a lo largo de los años también se habló de la parcela del Vasco, del talud de La Ería, del Palacio de Congresos de Buenavista -el Calatrava-, de la Facultad de Psicología y del solar del martillo de Santa Ana.

En el año 2008 Oviedo conmemoró sus doce siglos de historia y el Ayuntamiento contrató una exposición en Trascorrales a través de la Fundación Gustavo Bueno, a la misma empresa a la que en 1996 Alicia Castro Maseaveu había recurrido para diseñar el museo de la ciudad. "Oviedo, doce siglos" salió adelante y se inauguró en Trascorrales, y la polémica por el uso que se dio a la subvención municipal ha llegado hasta la actualidad. Sin embargo, en aquel entonces los responsables municipales pensaban que la exposición podría constituir el "núcleo duro" del futuro museo de la ciudad.

Evidentemente no fue así y pasaron algunos años para que volviera a asomar otro proyecto de museo. Fue en 2013. Esta vez llegaba con el Ayuntamiento y la Iglesia de la mano, después de cierto desconcierto inicial por parte del Cabildo catedralicio. Para aprovechar el tirón turístico que había demostrado tener la Catedral y sus reliquias, con una exposición sobre el Sudario que ocupó la plaza de la Catedral durante el verano y que visitaron miles de personas, el Ayuntamiento lanzó la idea de abrir un museo de las reliquias, que se fue acomodando a las objeciones de unos y otros hasta acabar convertido, de nuevo, en museo de la ciudad. Los orígenes de la ciudad y sus vinculaciones religiosas eran la base del proyecto museológico, que también se presentaba como un centro de recepción de peregrinos.

Hubo hasta un proyecto, firmado por el arquitecto Jorge Hevia, y presentado públicamente por Agustín Iglesias Caunedo, en su breve periodo como Alcalde de Oviedo, y por el Arzobispo, Jesús Sanz Montes. Hevia consideraba que el museo necesitaba "un contenedor adecuado que resulte atractivo al público" y, además de un edificio de un par de plantas recurría a tecnologia avanzada, incluso a la realidad virtual: "La imagen del arquitecto del Renacimiento Gil de Hontañón introducirá al visitante en el proceso de construcción de la torre de la Catedral, de forma tan real, que incluso la figura parpadeará", tenía pensado.

El PP perdió la Alcaldía en las elecciones y otra vez el museo de la ciudad quedó en nada.

El runrún sobre la necesidad, o no, de ese equipamiento museístico no acaba de extinguirse y resurge de tanto en tanto, aunque no parece que ahora sea una de las preocupaciones del actual gobierno local.

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