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Un aplauso merecido

Un aplauso merecido

Este Real Oviedo da la cara, se faja, mete intensidad y tiene margen de mejora para crecer en una Segunda División más exigente que temporadas precedentes.

Hubo un tiempo no muy lejano en el que los aplausos no se regalaban, se merecían. Una época en la que la afición oviedista agradecía a su equipo el esfuerzo del domingo anterior con un aplauso sincero o recriminaba el desdén con una bronca antes siquiera de que empezara a rodar el balón. Y las más de las veces el equipo reaccionaba y se ponía las pilas. En esto llegó lo que algunos han venido en llamar el fútbol moderno y aquellos códigos quedaron en desuso. La afición tiene que aplaudir, que para eso paga, hagan lo que hagan sus jugadores, no vaya a ser que se pongan nerviosos y les pueda la presión... Alguno se preguntará a santo de qué viene todo esto después de una semana plácida tras un empate que supo tan rico en El Molinón frente al eterno rival. Pues precisamente porque ahora nadie podrá decir qué fácil es hacer leña del árbol caído y que gusta dar palos cuando las cosas van mal.

El Real Oviedo de esta temporada da la cara, se faja, mete intensidad y sí también comete errores, pero pone una actitud en los partidos a domicilio que la temporada pasada sólo se veía en el Tartiere. El pasotismo y el desdén que se palpó el pasado año en los desplazamientos parece haber dado paso a un nuevo ciclo en el que la brega y el trabajo están por encima incluso de la mayor plaga de lesiones que el aficionado azul recuerda en mucho tiempo. Por eso el equipo que salte hoy a las 6 de la tarde al Tartiere merece el aplauso más sincero, intenso y cálido antes incluso de que empiece a rodar el balón frente al Cádiz, otro líder a batir.

Contaba Nacho Azparren esta semana en estas páginas de LA NUEVA ESPAÑA que las sensaciones en el oviedismo son mejores que la clasificación a estas alturas de temporada. No le falta razón y el mejor ejemplo fue el derbi de la pasada jornada. El Real Oviedo con muchas, demasiadas bajas, arrinconó al Sporting en la segunda parte cuando con un gol en contra a las primeras de cambio y frente a un equipo que jugaba más arropado que nunca por los suyos parecía víctima propiciatoria. Ese dominio territorial acabó fructificando en un gol que dio algo más que un punto. La celebración de Toché, tan elegante como sentida, ya queda en el álbum del oviedismo, como aquel "Canta y no llores" con el que la afición ovetense amenizó los últimos minutos de aquel derbi en Primera División, en una tarde lluviosa de enero de 1989, cuando un madreñazo de Tomás, ponía fin a otra travesía de 14 años. La liga no acaba más que comenzar pero si la comunión entre grada y equipo se mantiene y Anquela integra en esta dinámica de trabajo a los jugadores lesionados el Real Oviedo tiene, como decía también en estas páginas Nikola Jerkan, un gran margen de mejora para crecer en una Segunda que, a bote pronto, parece más exigente que en temporadas precedentes.

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