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Qué fue de ellos

Gorri: tierno, fuerte y formal

"Mi experiencia en el Oviedo me dejó unido para siempre a esa ciudad y a esa gente", dice el exdefensa, dueño hoy de una empresa de recogida de basuras

Gorriarán detrás de Sañudo, que se encara con un jugador del Atlético, con Bango a la izquierda.

Antonio Gorriarán pertenece a otra generación, a unos tiempos en los que los futbolistas se preocupaban menos por la imagen y en los que era más habitual que un jugador llegado de fuera se identificara con una camiseta y con todo lo que ella representa. Él es un buen ejemplo de esos tiempos. Nacido en Muskiz (Vizcaya) en 1961, llegó al Oviedo procedente del Sestao y nueve temporadas vistiendo de azul le convirtieron en santo y seña de un club que en esos tiempos consiguió algunos de los logros más importantes de su historia. Ahora vive en la localidad donde nació y se dedica a llevar su empresa.

Y es que fuera del campo es alguien muy diferente a la imagen que daba cuando jugaba, la de un defensa duro y contundente. Hombre inquieto y con formación en Dirección de Empresas, Gorriarán ha hecho un montón de cosas desde que dejó el fútbol: "Cuando acabé en el Alavés estuve más de un año haciendo labores de gerencia allí, más tarde me dediqué a la promoción y a la construcción y me fue muy bien hasta que llegó la crisis. Fueron diez años y tenía una empresa consolidada, pero la crisis me afectó bastante y ahora solo hago cosas puntuales".

Cerrado ese capítulo, abrió uno nuevo: "Tengo una contrata de recogida de basuras y la verdad es que hago un poco de todo. Es una empresa pequeña", explica. A Gorriarán no le gusta que se le identificara con un empresario al uso: "Tener una empresa pequeña es como ser de un club pequeño. La palabra empresario no me gusta demasiado, me considero más como un autónomo del que dependen otras personas, me siento más identificado con esa imagen", añade en conversación telefónica con este periódico.

A Gorriarán se le agradece la claridad en las palabras y la contundencia de sus frases. Directas y con carga de profundidad: "Como futbolista para mí la experiencia en el Oviedo fue única y me dejó unido para siempre a esa ciudad, a ese gente y a ese equipo. Colmé mis aspiraciones como futbolista, no podía aspirar a nada más. Hice muy buenos amigos, me sentí querido y quiero mucho a Oviedo", añadía.

Y es que, como explica el que fuera defensa azul, "fueron nueve temporadas y, además, bonitas". Lo cierto es que la campaña de su llegada, la 1986-87, no fue precisamente la mejor del Oviedo (el equipo no descendió a Segunda B por la reestructuración de Segunda): "Fue un año muy complicado, el siguiente ascendimos, pero ese primero me sirvió para entender la cara fea de un equipo como el Oviedo. Lo bueno que tiene ascender es también lo malo que tiene descender. Es una afición con mucho corazón y que no se merecía un descenso".

Elogios a Eugenio Prieto

Pero a partir de ahí todo cambió, la siguiente temporada lograron el que aún es el último ascenso del Oviedo a Primera. "En ese equipo éramos importantes todos, el grupo siempre ha estado por encima de las personas, además se fichaba muy bien y la gente se adaptaba bien porque sabíamos introducir al que venía", cuenta. De esos años se deshace en elogios hacia el que fue mucho tiempo presidente azul, Eugenio Prieto, que recientemente le incluyó en su mejor once de la historia del Oviedo publicado en este periódico: "Si me puso a mí mucho de fútbol no sabe, pero como todo buen amante de este deporte tiene corazón y fue por eso por lo que me puso, y se lo agradezco. Eugenio fue un padre para mí, le he querido y él me ha querido, fue amigo, presidente, directivo, se dedicó 100% al Oviedo, me trató de una forma excepcional, tiene el corazón azul y muy grande", añade.

Gorriarán sigue el fútbol y reconoce que si ve la Segunda es por el Oviedo. Una ciudad que hace algún tiempo que no visita y por ello hace autocrítica: "Quiero ir este año próximo, quiero ir no, voy a ir fijo. Si no voy más es por pereza y no hay justificación porque en dos horas y media me planto allí y tengo garantizado echar un buen rato con amigos, como unas minivacaciones". Y es que Gorriarán tiene claro que las cosas para mantenerlas hay que cuidarlas: "Hay que cuidar a la gente que te ha tratado bien". En su caso, le parece imprescindible ir a ver Viti, echar un rato con Vili, Jerkan, Berto, Oli, Luis Manuel, Carlos o cualquier otro de tantos buenos amigos que dejó en Oviedo y a los que volverá a ver cualquier día en el Tartiere.

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