El sexo siempre ha dado mucho que hablar. Y también muchos quebraderos de cabeza. Varios pueden ser los motivos, pero, quizás, el más importante sea el carácter misterioso procedente de su relación con la fertilidad y las fuerzas ocultas de la vida y la muerte. Sea lo que sea, todo lo relacionado con la sexualidad nos ha desbordado en los últimos años.

Deseábamos liberarnos de una sociedad mojigata y opresiva y lo hemos conseguido. El siglo XX ha sido testigo de la gran liberación sexual. Pero nos han fallado los cálculos y hemos construido otra, libre de aquella sofocante moral sexual, pero demasiado permisiva. Dos de las consecuencias indeseables han sido el aumento de las infecciones de transmisión sexual (ITS) y los embarazos indeseados.

¿Qué pinto yo en este mundo?, pensará el pobre preservativo. Pues, mucho. Lo dicen las encuestas. Según una investigación realizada a jóvenes entre 14 y 17 años, la mayoría consideran que se debe utilizar en las relaciones sexuales de riesgo, por su eficacia y seguridad como método contraceptivo y preventivo; además saben que los hay con excelentes lubricantes y sustancias espermicidas, de diferentes tamaños para adaptar a cualquier tamaño del miembro viril, sin olvidar la variedad de colores para hacer más festiva la parafernalia del acto amoroso.

Ahora bien, señor preservativo, como la perfección no existe, tengo que decirle que cerca del 40% lo asocia con una disminución del placer ¡Lo siento! Y otro dato, muy interesante, es que uno de cada tres jóvenes no es capaz de rechazar a su pareja si ésta no quiere utilizarlo a usted, a pesar de sus excelentes propiedades preventivas y anticonceptivas.

Y esto, opino, es la clave de todo este embrollo. Porque la información sobre el método es más que sabida. Sin embargo la que se refiere a la sexualidad tiene mucho que desear. Porque la sexualidad es un componente muy importante y amplio que no implica solamente joder, follar, echar un polvo, hacer el amor, procrear e infecciones sexuales. Incluye, también, comunicación interpersonal y compenetración afectiva. O sea que, además de entenderse como parte de la salud -por los riesgos que entraña una relación sexual sin protección-, es necesario que nuestros niños y niñas adopten importantísimos valores como el respeto hacia sí mismos y hacia la pareja. O sea que disfrutando, pero siempre desde la responsabilidad.