2 Ignacio Gracia Noriega

Con motivo del centenario del nacimiento del novelista inglés Malcolm Lowry, merece la pena recordar al indiano naviego Manuel Suárez y Suárez, propietario del hotel casino La Selva, en Cuernavaca, donde se desarrollan algunos de los capítulos principales de «Bajo el volcán», la gran novela de Lowry. Lowry vivió en México los turbulentos años finales de la década del treinta del pasado siglo, cuando había guerra en España y se fraguaba la II Guerra Mundial (de la que «Bajo el volcán» parece haber sido una profecía alucinada), y no ofrece buena imagen de un México clamoroso, colorista y trágico, en el que tuvo problemas con el mescal y con los «comisarios». El protagonista de su novela, el cónsul Geoffrey Firmin, también sabe, cuando al final de ella pide mescal, que mescal es muerte. Lowry era un alcohólico muy lúcido y el cónsul Firmin un alcohólico muy desesperado, y el hotel casino La Selva fue el escenario de grandes borracheras de ambos, del personaje de ficción y de su creador. Al indiano Manuel Suárez le gustaba rodearse de artistas y encargó trabajos a Siqueiros hasta el punto de que en algunos momentos de su carrera el muralista trabajaba en exclusiva para él, a pesar de las disparidades políticas (Siqueiros, comunista de estricta observancia moscovita, que, por hacer gala de estalinismo desmesurado, asaltó a tiro limpio la residencia-fortaleza de Trotsky en Coyoacán, y don Manuel, franquista declarado, aunque no por eso dejaba de tener excelentes relaciones con el presidente Lázaro Cárdenas, uno de los mayores apoyos de la República española). No obstante, sus relaciones con el novelista inglés no debieron de ser cordiales: seguramente Lowry no abonaba como el indiano hubiera deseado las consumiciones alcohólicas que hacía en abundancia en el bar del hotel.

Cuando John Huston pudo rodar su versión de «Bajo el volcán» con Albert Finney como protagonista (hubiera sido preferible Humphrey Bogart, pero Bogart ya llevaba muchos años muerto), conoció a don Manuel Suárez, pues, como era de rigor, algunas escenas estaban rodadas en el hotel La Selva, y tanto le fascinó la biografía del indiano que pensó en hacer una película sobre él. Mas don Manuel por aquellas fechas ya era muy viejo, lo mismo que Huston, por lo que la película, que expresaría, sin duda, el amargo sentido de la vida del director de «El tesoro de Sierra Madre», no pasó de la fase de proyecto. Como los grandes personajes de Huston, habitualmente interpretados por Bogart, don Manuel estuvo a punto de alcanzar un sueño, y cuando despierta, lo pierde.

La biografía de don Manuel Suárez y Suárez es fascinante. La resumiremos, de acuerdo con los datos proporcionados por su mejor estudioso, mi querido amigo el doctor Venancio Martínez Suárez, que le ha dedicado diversos trabajos en los que, detallando el camino que recorrió en su vida, procuró señalar los acontecimientos decisivos sobre los que forjó su destino, según sus propias palabras. Procuraremos hacer lo mismo.

Don Manuel Suárez y Suárez nació a las 4 de la madrugada del 23 de marzo de 1896 en una humilde casa de labradores, la casa de la Monsa, en el lugar de Téifaros, a escasos tres kilómetros de la villa de Navia, segundo hijo de Balbina Suárez Rodríguez, de Téifaros, y de Manuel Suárez Fernández, de Loredo, en Villayón, y ambos primos carnales. La subsistencia de la familia se fundamentaba en la cosecha de patatas, maíz, centeno y forraje, dos vacas pintas y un burro empleado para el transporte de cántaros de leche a Navia o de grano al molino de Frejulfe. Y como el matrimonio llegó a tener diez hijos, se imponía que algunos de ellos emigraran. Manuel aprendió a leer, escribir y las cuatro reglas en la escuela rural regida por el maestro Fructuoso García Mayo, hacia el que tuvo un reconocimiento que le duró toda la vida, no solo por enseñarle lo poco que le enseñó, sino por algo tan importante como inculcarle la afición a la lectura. Con este equipaje, más ambición, talento y valor personal a prueba de bomba, emprende la aventura americana a la edad de quince años recién cumplidos. Su marcha a las Indias, como la de tantos otros que emigraron a su edad o más jóvenes, no fue un salto en el vacío.

En México tenía un tío, Joaquín Rodríguez y García Loredo, propietario de una importante vaquería, el rancho «Los Chopos», a la que primero fue a trabajar el hermano mayor, Joaquín. Mas al llegar Joaquín se encuentra con que su tío había fallecido y que en México estaban comenzando las convulsiones que, a raíz del derrocamiento del presidente Porfirio Díaz, darían lugar a una revolución épica, sanguinaria, confusa y disparatada, que, según Jean Meyer, se sabe cuándo comenzó, pero no si ha terminado. O mejor dicho: termina en los años treinta, cuando se convierte a los revolucionarios en terratenientes y se funda el partido de la revolución institucionalizada, el famoso PRI. No obstante, Joaquín era emprendedor y entra a trabajar en la Casa Peral Alverde, de granos al por mayor, y con sus ahorros financia el viaje de Manuel Suárez, quien embarcado en La Coruña, llega a la Ciudad de México en la primavera de 1911. Empleado también en la Casa Peral Alvede y Cía., mientras Joaquín trabaja como dependiente en la tienda, Manuel se desplaza por el centro y norte de la República en labores de viajante para comprar cosechas.

En el mes de mayo de 1914 Manuel Suárez fue capturado por el Ejército insurgente de Pancho Villa, y a punto de ser fusilado por «gachupín» -escribió Ambrose Bierce en un texto póstumo que ser «gringo» en México durante la revolución era la mejor eutanasia; nada digamos de un «gachupín»-, habiendo escrito una carta de despedida, al percatarse Pancho Villa por ella de que sabía escribir, de golpe le concedió el grado de teniente coronel: se conoce que el caudillo revolucionario valoraba a la gente ilustrada. Manuel Suárez formó parte del Estado Mayor de Villa durante un año menos cuatro días, permaneciendo algún tiempo en el frente de Ciudad de Méjico y participando en la toma de Zacatecas, Agua Prieta y Cuesta de Sayula, desde donde le fue permitido regresar a la capital.

Las cosas les iban bien a los Suárez, pues no sólo llevaron con ellos a sus hermanos menores Félix, José María y Valeriano, sino que en 1918 Manuel marchó a Gijón, para matricularse en la Escuela de Comercio. A su regreso a México en 1919, él y Joaquín se retiran de la Casa Peral Alverde, recibiendo una indemnización de 3.000 pesos cada uno, con los que fundan la tienda de abarrotes La Mexicana, en la zona de La Merced, de la Ciudad de México. En 1923 ambos hermanos se separan, quedando La Mexicana al cargo de sus hermanos Félix y José María, fundando Manuel la empresa Eureka, de cementos y uralitas, en la que tenía como socio al hijo del presidente de la República, Plutarco Elías Calles. Con este aval el negocio no podía marchar mal, y con el tiempo se convirtió en su propietario de capital único, siendo la base de su fortuna. Con el dinero sobrante invierte en un sector hasta entonces desconocido, comprando en 1931 el Casino de la Selva, en Cuernavaca, donde había estado el palacio de Hernán Cortés, y se permite una hombrada que los menos de hoy considerarían el colmo de la «incorrección política», la de levantar la primera estatua que se hizo en México al Conquistador, porque, como explicó don Manuel, Cortés nos dio patria, nos dio religión, nos dio lengua y dejó una raza, y yo pertenezco a esa raza».

También compra en 1936 el hotel Mocambo de Veracruz y viaja a Milán para la compra de maquinaria para Eureka, teniendo algunos problemas con el régimen de Mussolini, que le requisó una cruz de perlas y brillantes comprada como regalo para una de sus hijas. Desde entonces le tuvo la máxima antipatía al fascismo italiano. No así al general Franco, que luchaba en España contra la revolución, a quien apoyó públicamente, a pesar de la actitud oficial de México de ayuda a la República, llegando a enviar a España un barco cargado de provisiones. Y aunque entre 1936 y 1939 se estaba efectuando la reforma agraria de manera virulenta, y el bandolerismo estaba impulsado por el propio Gobierno, Suárez se dedica a explotar ingenios azucareros en Sonora, Oaxaca y Tepic, comprando en 1941 el más importante de Sinaloa.

Su empresa Techo Eterno Eureka dotó a la ciudad de Acapulco del sistema de conducción hidráulica más largo del país y al declarar México la guerra a las potencias del Eje en 1942, Suárez fue uno de los artífices de la sustitución de las importaciones por la inversión nacional. Según él, el presidente Ávila Camacho le ofreció tres veces la cartera de Economía, pero las tres la rechazó, porque entendía que la actividad empresarial debe estar separada de la política.

A pesar de su dedicación a empresas de mayor envergadura, no descuida la hostelería, abriendo tres restaurantes en el Distrito Federal, y en 1966 inicia una obra titánica, el Gran Hotel de México, que estaba previsto que fuera el mayor hotel de América, y que en México sólo admitiera la comparación de la Gran Pirámide de Tenochtitlán. Proyectado por el arquitecto Guillermo Rossel, alcanzaría 237 metros de altura, con 50 pisos elevados y 5 bajo tierra, 1.500 habitaciones, 6 restaurantes, 4 cafeterías, aparcamiento para 3.200 vehículos, helipuerto, etcétera. Anejo estaba el Polyforum Cultural Siqueiros, con los murales ejecutados por el pintor. Mas tanta grandeza no alcanzó puerto.

Don Manuel falleció en México, DF, en 1987, a los 91 años de edad.