Una de las características más sorprendentes de la célula tumoral es su autismo: deja de recibir la información de sus congéneres y del resto del cuerpo. De ahí que se comporte de manera tan impropia. Tan importante es, para el individuo y el grupo, la relación con el entorno, incluso a un nivel tan elemental. A ese nivel se responde a estímulos físicos y químicos. Los organismos más complejos, que no por eso más perfectos, también responden a estímulos psíquicos. Son las emociones.

Con todas las reservas que deben tenerse acerca de reflexiones de este tipo, podemos decir que las emociones son dispositivos para estar en el mundo, para evaluarlo y reaccionar. No dependen de nuestra voluntad: ocurren y las sentimos como se siente el dolor. Otra cosa es cómo se interpretan, qué vivencia experimentamos cuando las sentimos.

El cerebro del recién nacido es el órgano más inmaduro. En los primeros años se multiplican las neuronas y las conexiones entre ellas, se crean los circuitos, las avenidas por donde circulará la información. En la configuración del cerebro importan las órdenes de los genes, que determinan la morfología básica. Los impulsos que recibe del medio y la forma de reaccionar ante ellos definen todo los demás. Esto es importante en el campo de las emociones. Genéticamente estamos precableados para tenerlas, pero es en el medio donde se hacen. En un símil con la lengua, el ser humano tiene la predisposición a hablar, y en su medio aprende suahili o castellano. Se especula con que hay un catálogo de emociones que todos los humanos experimentamos, lo que puede cambiar es la calidad y cantidad del estímulo que las despierta y su interpretación, el sentimiento asociado.

Esto es importante porque la manera de reaccionar de un individuo ante estímulos emocionales, que cristalizó en la infancia en virtud de una predisposición genética y unos condicionantes culturales, va a colorear toda su vida. Y lo mismo que los estímulos físicos o químicos pueden mejorar o empeorar nuestra salud, los estímulos psíquicos son fuente de salud o enfermedad.

Es muy conocida la hipótesis del altruismo recíproco: uno coopera con su vecino con la esperanza de que le devuelva el favor. Pero algo puede fallar en esta fuerza constructora de relaciones: el tramposo se podría aprovechar. Teóricamente se resuelve con lo que se llama altruismo fuerte: el más altruista está dispuesto a castigar, aun a su costa, al tramposo. Es lo que se puede llamar la justicia social. El altruismo del que estoy hablando debería verse como una emoción en su estado más primigenio. Uno no calcula a quién ni cómo dar; lo hace movido por una fuerza telúrica. Es en la infancia cuando se moldea su forma de altruismo.

Desgraciadamente, en algunos países, como ocurría en Occidente no hace más de cien años, los trabajadores son tratados como máquinas y, a veces, ni siquiera como eso. Se cuidaba más una máquina porque trabajadores para sustituir al enfermo o accidentado había de sobra. La presión de las organizaciones de trabajadores y los cambios en la forma de producir cada vez más dependientes de especialistas hizo que se cuidara cada vez más al trabajador. En Europa, además de seguridad e higiene en el trabajo, se aseguraba empleo estable. Porque además de un elemento, teóricamente sustituible que hay que cuidar para que funciones bien, es un ser humano: hay que respetar su dignidad. Y un empleo estable y seguro en nuestro medio confiere dignidad al trabajador.

A la situación económica actual no parece que hayan contribuido mucho los trabajadores como no sea en el aspecto de la baja productividad, en la que tienen una responsabilidad limitada. Sin embargo, son los que están cargando con la parte más dura de la crisis. Hay una cierta injusticia en ello, una injusticia social contra la que lógicamente se tienen que rebelar, aunque con su rebelión se diga que no resuelven nada. El modelo europeo es el que es y se ha basado en la seguridad en el empleo. Y en ese seno se moldearon las emociones. La agresión a esos valores es lógico que despierte repulsa. No sé si es cierto lo que tanto se dice de que deberíamos tener una sociedad más a la americana, con baja protección social y más oportunidades, para que el individuo elija y se arriesgue. Ésta parece que no funciona tan bien como lo hizo, pero la americana no es en este momento un ejemplo a seguir.

Quizá se esté gestando un cambio, como tantos a lo largo de la Historia. En el proceso algunos sufrirán más que otros y esperemos que muchos salgan beneficiados. Antes, el pueblo no era más que carne de cañón. La dignidad conseguida no se puede perder. Es lógico y saludable que se avise, que se advierta, que en el cambio se debe respetar, si no acrecentar, esa dignidad ganada. Es salud.