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l Falangistas contra carlistas. «Nací el 2 de junio de 1922, en Casalarreina, La Rioja, y tuve una infancia propia de una familia modesta. Estudié el Bachillerato y gracias a que conseguí una beca del periódico "La Gaceta del Norte", de Bilbao, pude estudiar en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid. Al final del primer curso tuve mi primera experiencia periodística, cuando realicé las prácticas de verano en el diario "Hierro", de Bilbao, que era de Prensa del Movimiento. Hice alguna cosa un poco extravagante? vamos, que así le pareció al director del periódico. Era agosto de 1942 y tuvieron lugar los "sucesos de Begoña", cuando un grupo de falangistas atentó contra el ministro del Ejército, el general Varela, durante un funeral por los requetés carlistas fallecidos durante la guerra civil. Aquel día yo estaba en Medina del Campo, adonde me había mandado el periódico para hacer un reportaje sobre la escuela de mandos de la Sección Femenina. Así que, afortunadamente, no estuve en el follón, aunque por otro lado me hubiera gustado presenciarlo como periodista».

l Franco, en letras rojas. «Total que, al volver a Bilbao, me encontré con todo aquello ya sustanciado, aunque más tarde habría juicio y condenas. Volví el sábado por la tarde y me encontré con que en la redacción ya se habían marchado todos, incluidos el director y el redactor jefe. Sólo quedaba la secretaria de redacción, que tomó en aquel momento una nota taquigráfica por teléfono y me la pasó. Eran tres líneas: ante aquellos hechos de la Falange contra los tradicionalistas, Franco asumía la presidencia del Movimiento Nacional, es decir, de FET y de las JONS (Falange Española Tradicionalista y Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista). Era una noticia importante. El periódico "Hierro" era vespertino y en aquel momento la rotativa había tirado ya unos 1.500 ejemplares. Fui a ver al administrador y le dije que convenía parar máquinas y cambiar la primera página. El periódico se tiraba en los talleres de "El Correo" y en ese diario, claro, querían ellos dar la noticia los primeros. "Hierro" se tiraba en dos tintas, negra y roja, y como la primera página estaba ya distribuida, les dije a los de talleres que íbamos a dar la noticia de Franco en tres líneas transversales en rojo, de esquina a esquina de la caja. Llamé al censor y me selló las pruebas. Por la calle de Ledesma la gente estaba esperando a que saliera el periódico y se preguntaba por qué se retrasaba. Se estaba creando expectación porque si el periódico se demoraba es que había pasado algo, que algo traía. Entonces me dicen en los talleres que se había apagado la estenotipia y que no tenían combustible en ese momento. Se veía que no hacían más que ponerme obstáculos y yo tenía que allanarlos. "Pues quemen un bidón de tinta", les dije, porque la tinta era entonces combustible. La estenotipia era la máquina que hacía las tejas de plomo que se colocaban en la máquina de impresión. A la vez, el administrador me decía que habíamos perdido los 1.500 ejemplares ya impresos, pero lo que sucedió después es que se tiraron muchos más, varios miles, con la portada ya modificada. En el taller utilizaron la tinta como combustible porque no tenían más remedio y salió el periódico con aquellas letras enormes y rojas, transversalmente en primera página. Se agotó el periódico y yo disfruté como un aprendiz de brujo, quiero decir, de periodista».

l Enhorabuena y bronca. «El lunes siguiente, el redactor jefe, Alechu Echevarría, padre de Alejandro Echevarría (el actual presidente de Telecinco y que antes tuvo altos cargos en Vocento), me llamó y me dijo: "Oye, enhorabuena por lo del sábado, pero te van a echar una bronca; tú te haces de nuevas, pero te va a llamar el director". Alechu me quería mucho y, en efecto, me llamó el director, Bernardo Ureba. Primero me felicitó muy suavemente, y después me echó la bronca: "Hombre, eso no se puede hacer así porque, claro, es muy sensacionalista; con estas noticias hay que tener mucho cuidado". Estuve muy preocupado con aquello porque el informe del director era definitivo para mi continuidad en la Escuela de Periodismo; ese informe era vital para que pudiera acceder al segundo curso. Pero un día me llamó Alechu y me dijo: "Tranquilo, no te preocupes, que el director no va a hacer un uso maligno de este caso, sino que te ha dejado bien". Después comprobé que era verdad, que había hecho un informe muy bueno de mí en el que decía que lo mismo valía para escribir un editorial que para salir a hacer un reportaje. Y de lo que pasó después del día de Begoña no mencionó nada. En cuanto a los "sucesos de Begoña", fusilaron a un falangista que había tirado la bomba contra Varela, pero de todo aquello no se supo mucho en el momento y los periódicos no decían nada, aunque lo sabíamos por el "chau-chau" entre periodistas».

l Política de las JONS. «Después hice segundo y tercer cursos en la Escuela de Periodismo. La nuestra era la primera promoción y en ella tuve compañeros como Carlos San Martín (padre del San Martín de ABC), que fue director o de un periódico en Ciudad Real; o Ángel Marrero, director de "Proa", de León; o Federico Miraz, director en Córdoba. El ambiente de estudio era apolítico, salvo en la asignatura que daba el director de la Escuela, Juan Aparicio, delegado nacional de Prensa y un antiguo jonsista, de las JONS de Ramiro Ledesma Ramos. Aparicio nos daba clases de Política Contemporánea, y siempre bajo el enfoque de las JONS. Pero fue un director importante en la prensa española; creó muchos periódicos y defendió una cierta libertad, hasta tal punto que en su época había más en determinados temas que al final de franquismo. Cuando Franco ya estaba mal se endurecieron y ya no te podías meter con los alcaldes, por ejemplo, mientras que en los años previos sí podías hacerlo».

l Asistente omitido. «Las prácticas del segundo y tercer cursos las hice en León, en el periódico "Proa", también del Movimiento. Recuerdo que un día, en medio de un acto público, el presidente de la Diputación, Juan José Fernández Uzquiza, me llamó la atención sobre algo que se había publicado, aunque era una cosa que a mí no me había tocado hacer. El hecho es que no se había publicado su nombre en una información, o algo así. Esas cosas las llevaban meticulosamente la autoridades, el "asistieron" tales y tales personas. Así que el presidente me abroncó ante el público presente, pero yo, con modestia, le dije: "Oiga, no soy el responsable de lo que publica el periódico; acuda usted al director". Después me llamó el jefe de Falange de León, Miguel Castrillo, que luego fue secretario, aquí, de la Caja de Ahorros. "Hombre, es que Uzquiza se ha quejado de que tú le contestaste y yo te llamo para tirarte un poco de las orejas, pero tienes razón porque un señor no tiene por qué llamar la atención a nadie en un acto público"».

l Del fascismo a Juanito. «A mí me parecía que aquello había sido un abuso de poder, y el poder político era una cosa tremenda entonces. Recuerdo dos sucesos relevantes al respecto, mientras yo estaba en León. Era el año 1943, el 25 de julio, hubo una nota de agencia que decía: "Roma, 25. El Estado fascista ha sido disuelto; los fondos pasarán al Estado. Efe." ("Cifra" era la agencia de noticias nacionales, y "Efe" para el extranjero). En un periódico de Vigo, creo que era el "Faro", pero no estoy seguro, le quisieron gastar una broma a un linotipista y alguien escribió: "Roma, 25. El Estado fascista ha sido disuelto y sus fondos pasarán a poder de Juanito, que se los gastará en putas. Efe." Aquel texto pasó de mano en mano y a todos les hizo gracia lo de Juanito, así que salió publicado. Me acuerdo bien de aquello por el director de "Proa", que tuvo que salir pitando hacia Vigo para hacer el expediente del caso. Llegaron a pagarse hasta 25 pesetas, que era una cantidad grande, por cada ejemplar con esa noticia. Y Franco estaba aquellos días en el pazo de Meirás».

l Germanofilia, anglofilia y cárcel. «También en 1943 empezó la Dirección General de Prensa, que llevaba Juan Aparicio, a mandar unos artículos que se llamaban "Crónicas de Melbourne, Wellington y Londres". La germanofilia imperante empezaba a cambiar hacia la anglofilia. Era gobernador civil de León Antonio Martínez Cattaneo, un ingeniero que había estado en la División Azul. Ángel Marrero, compañero mío de la Escuela de Periodismo, era el director de "Proa". Cuando se publicó la primera crónica, le llamó Cattaneo: "Como vuelva a publicar crónicas como la de hoy le meto en la cárcel". Marrero llamó a Aparicio y la cosa quedó en nada. Al día siguiente, vuelve a publicarse la crónica y Cattaneo llama otra vez al director: "Que le meto en la cárcel". Marrero se asustó y llama de nuevo a Aparicio. "Vente a Madrid", le dice, con lo que el periódico quedó en manos del redactor jefe, Ceferino del Valle, y el asunto en el aire. Volvió a salir la crónica, pero cuando Cattaneo telefoneó Marrero ya no estaba».

l Vacante en Oviedo. «En el periódico de León hice amistad con Gabriel García-Gill, granadino, que me animaba y me decía: "Mira, León es una ciudad muy bonita, muy agradable, pero es un páramo espiritual; desengáñate, que aquí no puedes hacer nada más que terminar adocenándote". Gill me animó incluso a que me matriculara en la Facultad de Granada para estudiar Derecho, que era a lo que yo me inclinaba entonces. En León, yo tomaba el café con los profesores de Veterinaria, que me animaban a hacer esa carrera, pero no me gustaba y ya estaba enderezado para marchar a Granada. García-Gill era de allí y tenía muchos amigos. Era un hombre extraordinario, finísimo, un periodista que escribía unas cosas deliciosas. Fue entonces cuando casualmente conocí a quien luego fue mi mujer, Luisa Vázquez González, que era asturiana y vivía en Sama de Langreo, y había ido a veranear a León. Al conocerla, cambié el rumbo y en vez de ir a Granada me orienté hacia Asturias. Era el año 1943 y vine varias veces a verla desde León, hasta que en 1945 hubo una vacante en LA NUEVA ESPAÑA y me establecí definitivamente en Oviedo».

l Limpiabotas tertulianos. «Ese año había leído el libro del corresponsal de "Le Monde" Jean Creach, al que Franco había expulsado por la frontera portuguesa. "El corazón y la espada" era el título del libro y en él hablaba de Oviedo. Le llamaban mucho la atención los bollos de cuernos que se vendían en el Fontán de estraperlo; y también le chocaba que los limpiabotas, mientras hacían su labor, intervinieran en la tertulia que estuviera manteniendo el cliente en ese momento. Y también hablaba de que los asientos de Casa Bango eran de rejilla, para ventilar las nalgas, que los asturianos tienen muy abundantes. Ya en Oviedo, todo el mundo empieza a llamarme "Rioja", con lo que perdí la identidad de Martínez Pérez, mis apellidos. En seguida me identifiqué extraordinariamente bien con Asturias; por ejemplo, cuando veía algún reportaje importante, aunque yo trabajaba de noche, aprovechaba el día para hacerlo. Tenía una gran afición al periodismo y también al radiofónico, porque todas las noches tenía que subir a la emisora de Radio Oviedo. Paco Arias de Velasco, director del periódico y de la emisora, FE-22, me llamaba y yo formaba parte del cuadro de actores. Por entonces no había cintas ni nada parecido y todo era en directo. En fin, era una manera de disfrutar haciendo alguna cosa útil».

l Partidario de don Jaime, el mudo. «Empecé a desarrollarme y un poco a ver crecer la hierba. Entonces yo era bastante aprendiz. A la vez que trabajaba en el periódico inicié la carrera de Derecho, como tenía previsto, y en la Universidad de Oviedo conocí a personas extraordinarias. Los primeros fueron José María Martínez Cachero y Jesús Cañedo, que entonces eran alumnos y llegaron con el tiempo a catedráticos. Cañedo estuvo de catedrático en el Sarre (Alemania), y después en la Universidad de Navarra, que fue donde murió. También conocí a Eugenio de Nora, a Carlos Bousoño, y a Arcadio Vaquero, que después fue catedrático de Filología o de Literatura. Todos eran alumnos y con ellos me codeaba yo. A la una y media terminaban las clases y se daba un paseo por la calle Uría, hasta las dos, y yo salía con Cañedo y Cachero. En primer curso de Derecho tuve de profesor a Torcuato Fernández-Miranda, en la asignatura de Derecho Político, que entonces era la equivalente a Constitucional. Torcuato era un hombre muy brillante en la exposición y meticuloso en sus análisis; un gran catedrático. Años después, en 1947, cuando se promulgó la ley de Sucesión en la Jefatura del Estado, dio unas clases con sus consideraciones y reflexiones desde el punto de vista jurídico sobre la persona llamada a suceder a Franco. Me di cuenta de que aquellos días se corrió la voz y se volcaron todas las facultades del edificio de la Universidad, que convergían en la clase de Torcuato. Se llenó de profesores y alumnos, todos allí metidos de cualquier manera. Le dije a Paco Arias que había tres o cuatro artículos formidables que Torcuato podía escribir. El periódico pagaba entonces 125 o 150 pesetas por artículo y Paco me dice: "Ofrécele hasta 750 pesetas". Abordé a Torcuato: "Esas clases, ¿no se pueden convertir en artículos?; me dice el director que los podemos pagar hasta 750 pesetas por artículo". Aceptó y se publicaron con unos diagramas (hoy se llaman infografías) del dibujante Alfonso. Fueron un éxito tremendo. Torcuato era partidario de que el sucesor fuera el infante Jaime, el mudo, segundo hijo de Alfonso XIII y hermano mayor de Juan de Borbón».

l Mesa de redacción. «Terminé la carrera de Derecho y me casé. En LA NUEVA ESPAÑA el ambiente era de emulación. Había un grupo de periodistas que salían a la calle y no les gustaba que otros dominaran ese terreno. Había mucha emulación, por no llamarlo de otra manera. Yo trabajaba por la noche, para organizar la información de extranjero, pero cuando llegó Juan Ramón Pérez Las Clotas, que sustituyó como redactor jefe a Manuel Fernández (el padre de Manolo Avello), me quitó de la noche y me encargó cosas de más interés en el área de opinión. Los editoriales venían entonces casi hechos, porque eran consignas de Prensa del Movimiento. En cambio, Clotas le dio un aire innovador al periódico con una serie de temas en los que se podía discutir. Clotas revolucionó el periódico y además tenía una capacidad de trabajo tremenda. Por ejemplo, hacíamos una página que se llamaba "Mesa de redacción" y en ella tocábamos una serie de temas candentes con estilo y juicio propios, nada de consignas. Recuerdo que abordé el tema de enseñanza pública o enseñanza privada. Hice un reportaje sobre la enseñanza pública, defendiéndola frente a la privada».

l Temas en el candelero. «La prueba de que yo creía en la enseñanza pública es que mis hijos, Jesús y Javier, se educaron en ella, porque, como decía yo en aquel artículo, la enseñanza pública estaba en manos de unos señores que habían acreditado su profesionalidad. Por ejemplo, cuando terminaban la carrera de Magisterio, tenían que hacer una oposición para ingresar en el escalafón, y después, para concursar a poblaciones de más de 10.000 habitantes, tenían que hacer otra oposición. Claro, los que venían a Oviedo tenían que ser los números más cualificados en todas esas pruebas. Hoy día creo que desgraciadamente no hay todas esas garantías. En aquellos tiempos, mi mujer quería haber mandado a nuestros hijos a un colegio religioso, porque las amigas se lo recomendaban, pero yo la convencí y en los aspectos fundamentales siempre estaba conmigo. Los mandamos al colegio de la Gesta, cosa de la que no estoy arrepentido, y después fueron al Instituto Alfonso II. Aquella "Mesa de redacción" daba mucho juego, eso lo sabe Clotas bien, y jugábamos con ese margen de libertad tan pequeño; jugábamos a la anfibología y tal y cual, pero que se entendía. Y dábamos entrada al debate social. Por ejemplo, cuando yo escribí la defensa de la enseñanza pública me contestó, si no recuerdo mal, el padre Carrasco, que creo que era jesuita. Polemizaba conmigo y se le publicaron íntegras sus opiniones en un artículo. En la entrega siguiente de "Mesa de redacción" yo le volvía a contestar, con lo cual el tema seguía en el candelero. Haciendo reportajes conocí a una persona extraordinaria, que tenía la cabeza muy bien organizada, Enrique Rodríguez Balbín. Lo conocí cuando fundamos Ágora Foto Cine Club, en el año 1952. Él era el presidente del Colegio de Aparejadores y surgió una gran amistad entre ambos. Era un fenómeno incluso capaz de discutir sobre Teología en el Seminario de Oviedo, como sucedió un día que le invitaron a un acto».

Segunda entrega, mañana, lunes: Eugenio de Rioja