Entre la avenida del Conde de Campomanes y la plaza del Ayuntamiento, hay un vecino que no se deja engañar por la algarabía de un jueves de mercado en el centro de Tineo, música latina a tope y puestos a rebosar. «Si vienes un martes por la tarde esto es un pueblo del Oeste», dice. La evidencia geográfica no deja mentir, pero la física tampoco. Él habla de la rebelión del Occidente contra el paisaje humano en retroceso y tuerce el gesto al saber que dentro de esta comarca la población decrece incluso aquí, en esta villa viva con recursos e ideas singulares y un polígono industrial que aporta 64 empresas y medio millar de empleos. Su cifra de habitantes no se ha desplomado como la del entorno rural de su concejo -la capital ha perdido cien residentes mientras el municipio en total extraviaba cerca de 2.000-, pero su leve caída desde el arranque del siglo da fe de que en el Occidente hasta los lugares con futuro responden al paradigma de esta comarca especialmente aquejada por los dolores propios de la despoblación acelerada del medio rural, afligida en ocasiones por la disminución de las alternativas urbanas localizadas en el entorno próximo del campo. Al Oeste, el modelo se eclipsa y las villas se esconden más a menudo que en el Oriente del fenómeno que vacía los entornos rurales para que crezcan las capitales y los ambientes semiurbanos de referencia de cada concejo.

No se ve sólo aquí. El centro de Luarca tiene un gran hotel cerrado; en el puerto Tapia quedan ocho barcos y nueve bares de copas donde hubo 45 pesqueros y una fábrica de salazón, y Navia, la gran excepción por su concentración industrial, la única gran villa occidental que ha ganado habitantes en este siglo y la que mejor resiste en disputa por la cabeza del occidente costero gracias en parte a los 1.400 puestos de trabajo que suman sólo las plantillas fijas de cuatro grandes empresas. En el interior, donde están los dos concejos más extensos de Asturias y el declive de ganadería se solapó con el ocaso de las minas, Tineo parece un martes por la tarde «un pueblo del Oeste» y Cangas del Narcea encabeza un municipio que ha pasado de 2.000 mineros a doscientos en la comparación de los últimos ochenta con el final de la primera década del siglo XXI.

El recuento general del Occidente confirma que en las dos décadas que van de 1991 a hoy, ningún concejo del occidente ha incrementado su población y solamente han crecido ocho capitales de las 26 de la comarca. Y no precisamente las más grandes: además de Navia y de su vigor industrial, las otras excepciones emergentes son Pola de Somiedo, La Caridad, Tapia de Casariego, El Llano, Taramundi y Villanueva y Santa Eulalia de Oscos. Desplazando la referencia hacia lo que ha sucedido aquí desde el año 2000, la población total de la comarca se despeña -de casi 109.000 a 95.000 habitantes-, pero acaso lo peor es que descienda incluso, también, el número total de habitantes que viven las capitales y grandes villas del Occidente -de 40.000 a 38.000-. Y eso es raro, diferente y peculiar de aquí porque no sucede en ninguna otra comarca de Asturias, donde el modelo invariable en el Oriente y en el centro dice que aunque pueda bajar en algún caso la población global de los concejos, la de la suma de las villas más urbanas siempre se incrementa.

Es recurrente la referencia a la orfandad y el olvido que se oye en la voz de algunos habitantes de esta comarca arrumbada demasiadas veces por la falta de atención, clamorosa cuando en Illano capital se quejan de que no hay cobertura de móviles. En cualquier rincón, a pesar de todo, basta el primer vistazo para descubrir recursos exportables, valores comercializables, «pólvora» para la rebelión de los pueblos del Oeste y una certeza esencial repetida en esta comarca hasta la saciedad, el turismo no va a tener todas las respuestas. Resumiendo y reduciendo a la esencia mucho lo que por todas partes dicen sus habitantes, la pequeña industria de transformación agroalimentaria puede tener recorrido en toda esta comarca de honda tradición agraria, ganadera y pesquera, aquí donde la mar y la actividad agraria solaparon en algún caso sus crisis con la de la minería y en Luarca, por ejemplo, el patrón mayor de la cofradía sabe que «hace tiempo que no sale un hijo de pescador a la mar». No vale lo que había. O sí, de otra manera, porque no son otra cosa que lo mismo mirado de otro modo los esfuerzos por dar un lugar en el mercado de calidad al chosco de Tineo o al vino que puede dar más de comer en Cangas, o los quesos de Oscos hechos en Grandas de Salime, cooperativas de agricultores y ganaderos como Agrovaldés, pan y miel casi por todas partes o las ostras de la ría del Eo que el biólogo madrileño Eduardo Martín vino a cultivar a Castropol. Y luego, y sobre todo, está el bosque y la certeza que expresa el alcalde de Navia, Ignacio García Palacios, cuando asegura que «el Occidente tiene sólo un futuro y se llama forestal».

Para dar un uso a la naturaleza, eso sí, también hay ejemplos del recorrido que puede llegar a tener la rentabilidad del turismo en esta zona. Ahí están, sin salir de la comarca, las plazas de alojamiento que superan a la población censada en Pola de Somiedo, las 160 sólo en el casco urbano de Cudillero, las doscientas de Luarca y su entorno o la idea que remolcó Taramundi cuando en 1986 la convergencia del dinero público con la iniciativa privada encontró un futuro a partir de la transformación de la vieja Casa Rectoral en hotel de cuatro estrellas. Mirando al futuro, eso sí lo saben bien en Taramundi y en los Oscos y en todos los lugares que han optado por privilegiar la apuesta turística, «no puede haber turismo rural sin medio rural». Lo dice Juan Carlos Quintana, artesano taramundés y responsable del museo de la cuchillería, pero podría suscribir la frase cualquier voz del sector que más se ha desarrollado en el Occidente en los últimos tiempos y que tiene una de las llaves del porvenir. No todas, pero sí una importante que sin embargo no va a poder abrir la puerta sola. El turista, zanja el debate Abelardo Alba, ganadero en Illano, «viene a los pueblos a ver la vida de los pueblos, si los pueblos dejan de tener vida se rompe el ciclo».

Pero para afrontar las soluciones hay que saber que el Occidente es plural, eso sí, y la diversidad puede asaltar en muy poco espacio. Nada tiene que ver la orientación evidentemente fabril y emergente de Navia, por ejemplo, con la unánime petición de auxilio que se escucha en toda la comarca que se encuentra a sus espaldas, al salir de la ría naviega y enfilar el interior, remontando el río hasta Grandas de Salime y tropezando con el paisaje evidentemente atractivo y el desarrollo mejorable de toda la cuenca. Una de las peticiones se refiere a la carretera revirada que acompaña al cauce y reclama algo más que un repaso, pero por aquí alguien pide también una mano que le quite el polvo a un gran proyecto abandonado. La idea es del artista naviego Juan Méjica y tiene el diseño hecho. Se trataba de recuperar como recurso turístico y para el transporte de personas el viejo teleférico enorme que se desmanteló en los años cincuenta después de ser utilizado para llevar materiales de construcción del puerto de Navia a la obra de la presa de Salime. El proyecto está hecho y duerme, pero hay voces que invitan a considerar el precio y el beneficio, el coste y la certeza de que así sería posible recuperar toda una comarca olvidada y llena de valores paisajísticos que está pidiendo a gritos, precisamente, atención. Ayuda para salir adelante. Aunque a veces, sí, también suceda lo que en Tineo apunta el empresario Carlos Manuel Rodríguez, consejero delegado del grupo Cafento, que en ocasiones aquí el problema «no es un asunto de dinero, sino de ideas».

Y también de ayuda, de auxilio, de todo eso que hasta ahora ha llegado con cuentagotas hasta esta esquina del mapa en la que, eso sí es general, se escucha decir que al centro se le ha olvidado el Oeste. Miguel Trevín, uno de los primeros que apostó por los Oscos como destino de turismo rural, sabe de lo que habla cuando retrocede en el tiempo y concluye que «en diez años no ha venido ni un recurso turístico al Occidente, y a cambio nos utilizan como el gran basurero de Asturias. Casi siempre acaba aquí lo que no se podía meter en otros sitios, como los eólicos». Aquí son demasiado frecuentes diatribas similares a ésta y muy corrientes los dedos apuntando a las carreteras con las obras paradas o al ralentí, acusando a los responsables del desdén que viene de las administraciones. En toda la costa se duelen de las máquinas que ya tendrían que haber terminado la Autovía del Cantábrico, en Salas ladean la cabeza al ver asomar desde la plaza de la Colegiata un puente enorme de cien metros de altura, terminado y sin uso, en La Espina utilizaban para pasear la caja de la autovía a Oviedo cuando las obras estaban paradas?

Las comunicaciones encabezan las demandas de una comarca que se duele por la demora de los tres tramos que le quedan sin terminar a la Autovía del Cantábrico. En este punto es tan evidente la mejora con respecto a un pasado no tan lejano como el retraso y la urgencia de reactivar las obras. «Es una pena que sigamos empantanados por las comunicaciones», afirma Pepe Santiago, hostelero en Navia.

Otra, o más bien otras, en plural. La autovía Oviedo-La Espina ni siquiera ha llegado aún al Occidente, está a las puertas del concejo de Salas, casi sin penetrar en él, y el profundo retraso de su finalización arrastra «a una tercera parte de Asturias», según la valoración del ex alcalde de Salas José Manuel Menéndez. Pero hay más. Todo el Suroccidente reclama, suplica, el rescate del olvido de la carretera entre La Espina y Ponferrada, y la cuenca del Navia clama contra el olvido y el mal estado de la vía muy revirada que enhebra toda la cuenca.

El proyecto está hecho y puede servir de ejemplo de lo que queda por hacer para comercializar turísticamente el occidente asturiano en buenas condiciones. Juan Méjica ideó un teleférico recuperando para personas el recorrido Navia-Grandas que en los años cincuenta transportaba materiales de construcción. A lo mejor sería caro, aceptan en Navia, pero podría servir para recuperar toda una comarca casi olvidada.

Aquí entran la recuperación de la ría de Navia y con ella la salida para su condición de cloaca de la villa, pero también la reactivación del uso turístico que al decir unánime de los empresarios turísticos de la zona puede tener la ría del Eo o el rendimiento que toda la comarca del Suroccidente, afirman allí, podría extraer en el futuro de un mayor desarrollo y promoción del parque natural de las Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias.

Jaime Gareth Flórez, ex alcalde de Degaña, lo dijo recordando una frase de Jesús Arango, ex consejero de agricultura del Principado. A las poblaciones de su concejo y a las de todo este occidente diverso y diferente les hace falta, asegura, cierta «excepcionalidad en la toma de decisiones», una visión de la región que sepa que para no penalizar la vida en las zonas menos pujantes debe tener en cuenta que «lo que es bueno para unos sitios a veces no lo es para los otros y no podemos regirnos todos por las mismas leyes y los mismos criterios».