Madrid, Módem Press

Hoy en día es común el uso de expresiones como «globalización», «sociedad de la información» o «aldea global» para referirnos a la cercanía e inmediatez de las relaciones culturales y comerciales entre todos los individuos del planeta. Sin embargo, durante la II República la cultura viajaba en autocares organizados por unos pocos intelectuales que, bajo el nombre de Misiones Pedagógicas, visitaban pueblos y aldeas para mostrar e ilustrar a los paisanos con expresiones culturales como el cine, el teatro, los libros o las canciones. La Residencia de Estudiantes, la Fundación Francisco Giner de los Ríos y la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales han organizado en el cuartel del Conde Duque de Madrid una exposición que recuerda la labor de aquellos globalizadores de cercanías que formaban las Misiones Pedagógicas, en su 75.º aniversario.

En la exposición pueden verse manuscritos, fotografías y documentos de la época, además de varias obras del denominado Museo del Pueblo (copias de obras maestras del Museo del Prado), una biblioteca, una recreación de una sala de cine de la época y un retablo de marionetas. Aquellos ilustrados del siglo XX cargaban los autocares con estos materiales culturales y viajaban por los pueblos de buena parte de España para facilitar el acceso a la cultura a aquellos que no tenían la oportunidad de hacerlo.

Las Misiones Pedagógicas también recorrieron buena parte de Asturias: los vecinos de Besullo, Degaña, Castropol, Ibias, Panes y Cangas de Narcea, entre otros, tuvieron la oportunidad de ver por primera vez inventos sorprendentes como el cine o el gramófono, asistieron a representaciones teatrales y tuvieron la ocasión de ver, como hoy se diría, en tiempo real, auténticas copias falsas de las obras de arte más granadas del Museo del Prado y de la Academia de San Fernando.

Al frente de las Misiones se situaba el gran pedagogo del momento, Manuel Cossío, quien, dada su avanzada edad, tenía como mano derecha al asturiano Luis Álvarez Santullano, verdadero factótum de las Misiones, que contó con el inestimable apoyo desde la secretaría técnica de otro asturiano de Avilés, Constantino Suárez Fernández, «Españolito», autor del «Índice biobibliográfico de escritores y artistas asturianos», que luego sirvió de referencia a varios libros sobre la cultura asturiana.

Su nieto, Gonzalo Tapia, es el realizador del documental que sobre las Misiones ilustra la exposición que tendrá las puertas abiertas hasta el próximo 11 de marzo.

No es ésta la única relación de Asturias con este proyecto pedagógico. El dramaturgo Alejandro Casona promovió la difusión del teatro en un buen número de pueblos de la entonces denominada España profunda. A su lado, otro asturiano, Eduardo Martínez Torner, centró su actividad en las Misiones en el Servicio de Música, viajando con el coro y reproduciendo en añejos tocadiscos -entonces tecnología de última generación a la que no tenían acceso los paisanos- los éxitos de la época.

La guerra civil y la derrota de la República pusieron punto final a este proyecto pedagógico que gracias al afán de un puñado de intelectuales de la época trató de acercar la cultura a un pueblo que, de no ser por las Misiones Pedagógicas, hubiera continuado sumido en el abandono cultural de las instituciones.