Oviedo, J. N.

Oviedo

Las esperanzas se alejan. Cada vez parece más difícil que los seres humanos lleguemos a saber si existen otros seres inteligentes en el universo. Los cálculos del profesor Andrew Watson, recientemente publicados en la Revista de Astrobiología del Reino Unido, indican que la probabilidad de que alguna vez los astrónomos detecten vida extraterrestre antes de que desaparezca la humanidad son muy escasas. El tiempo trabaja contra la probabilidad de un encuentro en la tercera fase.

De partida, como ha indicado Watson, las posibilidades de encontrar algún tipo de vida en planetas similares a la Tierra son remotas. Y más difícil aún, dentro del juego de probabilidades, es encontrar seres avanzados con una inteligencia superior.

Watson, que es académico de la Universidad inglesa de East Anglia, considera que el tiempo que es necesario para que evolucione una forma de vida primitiva hasta convertirse en seres complejos e inteligentes puede superar el límite temporal que se estima para la humanidad al margen de eventuales catástrofes que la reducirían, solamente considerando la actividad solar y concretamente el crecimiento de nuestra estrella, que acabará por engullir a la Tierra terminando con toda forma de vida en el planeta.

En efecto, el período habitable en un planeta como la Tierra es estimado en unos 5.000 millones de años y es menor del tiempo necesario para la evolución de forma de vida compleja, al menos según las estimaciones del profesor Watson.

«Creemos que el hombre evolucionó al final del período habitable de la Tierra, y esto sugiere que nuestra evolución futura será poco probable», ha afirmado el científico británico. Por su parte, el destacado divulgador científico Neil Bowdler ha indicado que la tesis de Watson se basa en pruebas matemáticas, lo que la convierte en especialmente sólida. «La vida en la Tierra ha existido a lo largo de alrededor de 4.000 millones de años, y los seres humanos aparecimos apenas hace 200.000», ha explica Bowdler, así que «a menos de que construyamos una nave espacial, no nos queda mucho tiempo, ya que en 1.000 millones de años el Sol se calentará tanto que la vida en nuestro planeta desaparecerá». No sólo se trata del calentamiento creciente del Sol, sino de su expansión, que puede llegar a ser tal que llegue hasta la misma órbita actual de la Tierra, acabando con el planeta.

Las conclusiones de Watson apuntan a que la evolución necesita mucho tiempo para desarrollarse plenamente, al menos hasta formas superiores de vida y más aún hasta alcanzar a formar seres de inteligencia avanzada y, sin embargo, dura muy poco tiempo, por lo tanto el ser humano es una verdadera rareza dentro del Universo.

Según Watson, los astrónomos tienen que descubrir decenas de miles de planetas con las mismas condiciones de la Tierra antes de que hallemos un lugar que pueda acoger organismos sofisticados y por lo tanto candidatos a poseer una inteligencia similar a la nuestra.

Dicho de otra forma, apenas nos quedan mil millones de años para comprobar si estamos solos. De todos modos, algunos no se rinden. Aunque las estadísticas puedan resultar decepcionantes, los amantes de los extraterrestres no pierden las esperanzas y pueden manejar algunos argumentos. Por ejemplo, los astrónomos han realizado un progreso muy importante en los últimos tiempos y han detectado cerca de 300 planetas fuera de nuestro sistema solar conocidos como exoplanetas, lo que puede animar a algunos optimistas en la aventura de encontrar inteligencia extraterrestre.

También han podido identificar vapor de agua y metano en un planeta que queda a años luz de distancia de la Tierra. No sería raro, se indica asimismo, que aparezcan evidencias concretas de vida extraterrestre, por muy primitiva que sea, cerca de nuestro planeta, ya sea en Marte o en alguna de las lunas de nuestro sistema solar.

Los mil millones de años que aún le restan al género humano, al menos como habitante de la Tierra, quizá no sean suficientes para comprobar que no estamos solos. Y es que las dimensiones del espacio y del tiempo nos superan a los humanos irremediablemente.

José María Hevia es astrónomo, sacerdote, canónigo de la catedral de Oviedo y profesor del Seminario Metropolitano, donde imparte las asignaturas de Cosmología, Antropología y Sacramentos de Iniciación.

-¿Entonces nunca sabremos si hay o no seres inteligentes en otros planetas?

-La hipótesis de Watson me parece correcta. En astrofísica y exobiología las cosas han cambiado, ya no existen, en relación con las posibilidades de inteligencia extraterrestre, las perspectivas optimistas de los años setenta. Frank Drake, en 1961, estableció la fórmula probabilística sobre las posibilidades de vida y de vida inteligencia extraterrestre. Se sigue utilizando, pero han variado los parámetros. Y las probabilidades han bajado mucho. Se han descubierto, por otra parte, más de 200 exoplanetas y sus condiciones se alejan mucho de las de la Tierra luego las de la vida.

-De todos modos, si existen seres inteligentes, ¿se podrá enlazar con ellos?

-Las probabilidades han bajado muchos enteros. El mensaje de Arecibo, por ejemplo, tardará en llegar a su destino, al cúmulo M-13 de la constelación de Hércules, 24.000 años. Y otros tantos de vuelta, así estamos hablando de 50.000 años si es que una supuesta inteligencia existente allí lo entiende, porque, la verdad, lo que se ha enviado es complejo. Por su parte la nave «Voyager», que va más allá del sistema solar tardará, 74.500 años en llegar a Centauro.

-¿Qué fue de la fiebre de los ovnis?

-La imaginación se desbordó. Influyó, creo, Carl Sagan. Había y aún hay cierta ansiedad. Vivimos en una sociedad en soledad y pretendemos que el vecino de otro mundo sea mejor y nos ayude. Sin embargo, en ese aspecto la ciencia es cada vez más humilde y se mantiene en mayor silencio, que ayuda a la racionalidad. Alienígena es el que nació más allá y cuando se pensaba tanto en ellos era precisamente cuando había mucha migración y había miedo a los emigrantes. El cine ayudó con «ET», con los encuentros en la tercera fase y otras películas parecidas en las que la imaginación jugaba un importante papel.