Oviedo, J. N.

La guerra civil española se desplegó en miles y hasta en decenas de miles de dramas personales, sociales e institucionales. Fue el caso de la Universidad de Oviedo que, destruida materialmente, estuvo a punto de desaparecer aunque finalmente se salvó y volvió por sus pasos.

Llovía sobre mojado. En los sucesos de octubre de 1934 el edificio histórico de la Universidad quedó destruido. Antes de cumplirse dos años de aquella jornadas tremendas volvieron a sonar las armas y a caer sobre Oviedo una lluvia de fuego.

El panorama era desolador y propicio para oportunistas. Desde el inicio de la contienda se sucedieron los rumores sobre el cierre de la institución fundada por Valdés Salas. La ruina del edificio histórico y la extrema polarización de la sociedad asturiana empujaban al cierre.

La ruina era relativa porque siempre se estaba a tiempo de reconstruirla. La politización era pura intoxicación y maniobra. Los partidarios del cierre alegaban que se trataba de una Universidad roja, lo peor que se podía decir en aquel trance, así que irrecuperable. La única solución, trasladarla a León o Santander, ciudades con un entorno político más conservador que la Asturias de los años treinta.

Pedro Sainz Rodríguez, monárquico, antiguo alumno y profesor de Oviedo y ministro de Educación en los primeros gobiernos de Franco, fue quien movió los hilos para el traslado. Enfrente, el rector Sabino Álvarez Gendín.

Como indica Lluis Álvarez, profesor de la Universidad de Oviedo, en su libro sobre la Universidad, «el ministro Sainz Rodríguez, antiguo catedrático de Oviedo poco asiduo de su claustro, amenaza con llevar la Universidad a Santander, aprovechando los servicios del Sanatorio Valdecilla para una Facultad de Medicina, y la Biblioteca Menéndez y Pelayo y sus cursos, para Derecho y Filosofía. El asturianismo de Gendín, su diligencia en ultimar los arreglos del edificio y la vigilancia de los profesores, que están pendientes de su Universidad bajo el cañoneo del asedio, dejan sin pretexto al Ministerio. La Universidad asturiana no sólo existe y funciona, a pesar de los pesares, sino que en el verano de 1937 organiza un Curso de Divulgación en el Instituto de Luarca, en el que intervienen Garcerán y Guillermo Estrada Acebal, que sigue la tradición familiar tradicionalista y traza en su intervención una particular historia de Asturias desde la óptica exigida por el momento».

En agosto 1937, ya con la institución instalada en Navia, el rector Gendín ofrece una conferencia en la que dice: «No hay en Asturias el peligro que pudiera haber en otras regiones, en otras provincias, que sueñan con imperialismos provinciales. Aquí nadie sueña con eso, nadie sueña con nacionalismos regionales ni con separatismos ni con estatutos de mayor o menor cuantía, porque el único que se ha preocupado algo de esto, de un estatuto para obtener no una descentralización política, sino puramente administrativa, ha sido este modesto catedrático que ahora os dirige la palabra», con lo que afirmaba el españolismo asturiano, una forma eficaz de defender la permanencia de la Universidad en Oviedo. Y un mes después, en la clausura del cursillo de verano, añadía: «Nuestra Universidad, dígase lo que se diga, no puede morir. Si alguien soñase con que se extinguiese la Universidad de Oviedo, yo os digo que había perdido el sentido histórico nuestra patria. Yo os digo que si se extinguiera la Universidad, ¿cómo podríamos nosotros afrentar a la civilización materialista, a la civilización marxista que por dos veces intentó destruir nuestra gloriosa Universidad? Yo os digo que no puede morir la Universidad de Oviedo si España tiene sentido histórico».

El rector libraba una batalla dialéctica desde meses atrás. El acta del claustro celebrado con anterioridad, el 12 de abril de 1937, da cuenta «del rumor insistentemente circulado sobre la supresión de la Universidad de Oviedo». El propio Ayuntamiento de Oviedo acuerda por unanimidad trabajar para que «no se lleve a efecto tal medida», se compromete a defender «nuestra gloriosa Universidad» y acuerda «que la Universidad destaque a uno de sus miembros para que realice gestiones en Burgos y Salamanca a fin de que no se suprima nuestro primer centro docente».

El Ayuntamiento designa un representante «para acompañar al señor rector en sus gestiones» porque «es muy conveniente resaltar la heroica labor de Oviedo en el patriótico movimiento». El acta municipal dice que «si como premio a la gesta del pueblo ovetense se trata de llevar las distintas dependencias que había en el mismo, ¿qué es lo que defendimos los ovetenses?».

Sela, catedrático de Derecho Internacional, entiende que «la gestión directa con el Generalísimo sería beneficiosísima por su cariño a Oviedo y porque está perfectamente enterado de lo que en Oviedo ocurre». La baza personal de Franco, a fin de cuentas casado con una ovetense, siempre se consideró de gran importancia.

En el claustro, reunido el 5 de mayo de 1938, se habla de «los rumores de supresión de la Universidad» y se anota que, «además de haber creído conveniente que sean las autoridades de Asturias las que vayan a Vitoria para entrevistarse con el Ministro, haciendo ellas la gestión en favor de la Universidad y también de toda la provincia a la que tanto beneficia, se estima que debería enviarse un mensaje a S. E. el Jefe de Estado, así como al Ministro, en el que se haga historia de la fundación de la Universidad, sus vicisitudes, hombres ilustres que de ella salieron, sus trabajos y fecunda labor, así como los profesores y los alumnos que se unieron al glorioso Movimiento Nacional y los que perecieron movilizados voluntariamente» en defensa de los ideales de la nueva España, «el señor Masip propone que el mensaje se lleve en mano al Generalísimo».

Aún en julio de 1938, en el claustro «el señor Serrano da lectura al escrito que se acordó redactar en defensa de la Universidad para presentarlo al excelentísimo señor ministro de Educación Nacional y, caso necesario, a S. E. el Generalísimo». Y el 15 de marzo de 1939, también en el claustro, el rector «da cuenta de la visita hecha al señor ministro de Educación Nacional» diciendo que «es optimista y sus impresiones son buenas».

En agosto de 1939 cesa Pedro Sainz Rodríguez como ministro de Educación. En octubre, la Universidad asturiana homenajea al general Aranda -jefe militar de la ciudad sitiada en 1936- y el rector Gendín pronuncia un discurso en el que dice: «Pensar que la Universidad de Oviedo iba a desaparecer era un sueño». La amenaza había sido superada.