Gijón, J. C. GEA

Ha sido necesaria la totalidad del espacio expositivo de la Sala de Arte Van Dyck para que la galería gijonesa sea capaz de dar cabida a la intensa sinfonía de pintura que Luis Feito (Madrid, 1929) ha orquestado para su segunda individual en Gijón. Dos años y medio después de la primera exposición en Van Dyck, el veterano pintor madrileño repite estancia en la sala con una treintena larga de obras que, repartidas entre óleos sobre lienzo y acrílicos sobre papel, deja bien patente que, al borde mismo de la ochentena, su evolución artística no se ha detenido. «Es una evolución natural y normal. En este trabajo, si no evolucionas no hay interés, porque uno no se puede quedar en lo que ya ha conseguido», explica Feito, que, muy a su pesar, no ha podido asistir a la inauguración de la muestra debido a problemas de salud. A partir de esa escueta constatación, para el pintor no hay mucho más que añadir acerca de los motivos y la dinámica que han impulsado esos cambios internos en su pintura reciente: «Cómo se evoluciona es algo que yo no sabría explicar», aduce Feito, que es de los artistas que suscribe a pies juntillas que «el arte no tiene explicación». Sentencia: «Si es arte, es misterio, y el misterio no se explica, no se aclara con las palabras».

Su laconismo se justifica y se compensa en la generosidad expresiva de sus cuadros. Si en 2006 el espectador se veía envuelto -habría que decir que casi abrumado- por una pintura de un dramatismo y un vigor expresivo extraordinarios, vehiculados a través de la violencia de los colores y de unas libérrimas composiciones, en los dos años siguientes, sin perder ni su libertad ni su característica vehemencia, la obra de Feito se ha aquietado. Rojos, blancos y negros se mantienen, como siempre, en la paleta del madrileño, pero su espectro de colores concede el protagonismo esta vez a la suntuosidad de los púrpuras, mientras que el espacio de la pintura se organiza en todos los casos en torno a la inclinación de un horizonte trazado por una gruesa línea negra que atraviesa el cuadro de parte a parte.

Pero quizá lo que más contribuye a diferenciar la nueva obra -que se expondrá hasta el 13 de julio- respecto a la vista anteriormente en Van Dyck es la ligereza y la fluidez que sustituyen a la densidad de materia en la obra vista en 2006. Los densos coágulos y las capas de color puro que identifican al Feito más conocido siguen haciéndose presentes en áreas del cuadro, del mismo modo que permanecen los pequeños grumos que contribuyen a dar textura y dinamismo a la pintura, pero el conjunto habla al final con más intensidad a través de la predominancia de áreas cubiertas por ligeras capas de púrpura. El lirismo que emana de esas áreas es el que suministra el tono emocional, mucho más poético que hace dos años y medio, aunque siga manteniendo un tenso diálogo con el dramatismo de las áreas ocupadas por la materia. «En el fondo, siempre son los elementos tradicionales: una tela con unos colores. Lo único que cambia cada vez es el modo de emplearlos. No hay en mi pintura elementos extraños o nuevos, sólo diferentes maneras de combinarlos", concluye Feito..