La salud no es sólo la ausencia de enfermedad, sino también, como señala la Organización Mundial de la Salud, contar con el mayor grado posible de bienestar físico, psicológico y social. Pero no todas las personas tienen la fortuna de poder gozar de una vida feliz; son muchas las que carecen de la capacidad para enfrentarse satisfactoriamente a los retos del día a día. Presentan problemas de salud mental que incluyen cambios en el pensamiento, estado de ánimo y/o comportamiento. Éstos, cuando son más severos, se convierten en enfermedades mentales.

El concepto de salud mental tiene difícil definición, señala el médico asturiano Alfonso Rodríguez Fidalgo. «Las distintas evaluaciones de los síntomas para designar a una persona como sana o enferma varían según las representaciones sociales y científicas de cada cultura y período histórico. El que una persona sea considerada como enferma no sólo depende de alteraciones de su personalidad, sino de las actitudes de la sociedad con relación a esas alteraciones. Un mismo comportamiento puede ser evaluado de distinta forma según el contexto social en el que se realice», apunta el doctor. Éste considera la salud mental como la «capacidad de amar, disfrutar, trabajar, tolerar a los demás y tolerarse a uno mismo».

Para cuidar la salud mental y evitar su deterioro, Rodríguez Fidalgo resalta la conveniencia de atender dos aspectos: cuidar de uno mismo así como de la relación con los demás. Para el primero de los casos, recomienda aprender a conocer las situaciones capaces de generar malestar psíquico para enfrentarse a ellas y reconocer los diferentes estados de ánimo, analizando qué produce alegría, tristeza o temor. Igualmente, aconseja aprender a estar en paz con uno mismo conociendo lo que podemos y lo que no podemos cambiar de nosotros mismos, incluido el aspecto físico. «Es decir, aceptar nuestras capacidades y limitaciones», apunta. Además, previene del consumismo, que absorbe a gran parte de la sociedad, porque «gastar más en los deseos que en las necesidades puede generar decepción y ansiedad», dice.

Rodríguez Fidalgo, que sugiere ocupar el tiempo libre con actividades de ocio satisfactorias, considera que dedicar unas horas a atender las necesidades de los demás, sin una contrapartida económica, puede reportar compensaciones no comparables con ningún trabajo remunerado. Por último, hace hincapié en la importancia de cuidar la alimentación (variada, sana y adecuada en calorías), realizar ejercicio físico de forma regular y mantener un patrón de sueño similar todos los días.

Por otra parte, Alfonso Rodríguez Fidalgo aconseja compartir los distintos aspectos de la vida con las personas del entorno más próximo y los problemas con quienes hayan pasado por situaciones similares. También resalta lo beneficioso que es dedicar tiempo a la familia y los amigos y la conveniencia de relativizar las preocupaciones profesionales.

A pesar de hacer uso de todas estas herramientas para cuidar el equilibrio mental, existen momentos en los que las personas sienten que su salud se resiente. En estos casos, y para no alargar un sufrimiento que puede ser evitable en la mayoría de los casos, Rodríguez Fidalgo sugiere pedir ayuda a un profesional.

Cuidar de sí mismo:

Aprender a conocer las situaciones que generan malestar psíquico y enfrentarse a ellas.

Reconocer nuestros estados de ánimo.

Aprender a estar en paz con uno mismo aceptando las capacidades y limitaciones.

Gastar más en los deseos que en las necesidades puede generar decepción y ansiedad.

Dedicar tiempo a labores relacionadas con los demás sin una contrapartida económica.

Cuidar la dieta, el ejercicio físico y el sueño.

Disfrutar del tiempo libre.

Cuidar la relación con los demás:

Compartir las cosas de cada día con personas de confianza.

Compartir los problemas con quienes hayan pasado por circunstancias similares.

Dedicar tiempo a la familia y a los amigos.

Relativizar las preocupaciones del trabajo.

¿Cuándo pedir ayuda a un profesional?

Cuando los sentimientos de malestar desbordan y se siente que no se disfruta de la vida.

Cuando se aprecia que el estado de salud no es el adecuado y aparecen síntomas (mareos, dolores de cabeza, vértigo...) que no se explican y que antes no existían.

Cuando se vive el trabajo como una sobrecarga cada vez mayor.

Cuando en el hogar existen conflictos que ponen en peligro la estabilidad de la familia.

Cuando tras la pérdida de un ser querido existen dificultades para «seguir adelante».

Cuando hay un consumo excesivo de alcohol u otras drogas que interfieren con la propia vida.

Cuando hay un deterioro permanente del descanso nocturno.