Oviedo, M. S. MARQUÉS

La cordillera Cantábrica frenó durante el Pleistoceno la expansión al resto de la península Ibérica de los grandes mamíferos propios de épocas glaciales. Las dificultades de la orografía limitaron el paso de especies como el mamut lanudo, el rinoceronte lanudo y el reno, que encontraron en la cornisa cantábrica un hábitat propicio al que llegaron procedentes de Europa. Aunque con el tiempo se dispersaron por todo el territorio, llegando hasta lo que hoy es Granada, se sabe que su presencia por debajo de la franja Cantábrica fue muy limitada.

Estas y otras averiguaciones forman parte del trabajo que acaban de publicar en la revista científica internacional «Quaternary International» el biólogo Diego Álvarez-Lao, de la Universidad de Oviedo, y Nuria García, de la Universidad Complutense de Madrid.

La presencia de estos grandes mamíferos propios de épocas glaciales en la Península comenzó hace unos 150.000 años, aunque de ese momento los hallazgos son muy escasos y aislados, los de épocas de hace 44.000 años se van haciendo más comunes. Está presencia en el territorio no es, sin embargo, continuada, sino que se corresponde con los momentos fríos, que durante el Pleistoceno se alternaban con otros templados. Estas fluctuaciones climáticas conllevan un tipo de vegetación formada por grandes estepas que, según los investigadores, se pudo conocer a partir de los análisis de polen. En aquellos momentos Asturias se caracterizaba por una vegetación herbácea con escasos árboles, gran frío y aridez ambiental. En esas condiciones especies tan adaptadas como el rinoceronte y el mamut lanudos, el reno y, en menor medida, el zorro ártico, el buey almizclero y el antílope saiga se paseaban por las estepas asturianas como lo hacían por las del norte de Europa.

La fauna glacial fue mucho más abundante y regular en Asturias, Cantabria y el País Vasco que en la Meseta. Aunque restos de estos animales que convivieron con el hombre prehistórico se localizaron en 72 yacimientos ibéricos, la mayoría se concentran en el norte de la Península. En Asturias al menos diez cuevas, entre las que están Tito Bustillo, Las Caldas, La Riera y La Güelga, entre otras, muestran evidencias de la presencia de la fauna glacial en nuestro territorio. Los últimos hallazgos de estas especies se encontraron en yacimientos de hace 10.000 años, lo que indica que la fauna convivió en un principio con la especie neandertal y, más tarde, con el «Homo sapiens». Estos últimos dejaron representaciones artísticas de estos animales en cuevas como Tito Bustillo o el Pindal.

Otro de los puntos de interés del trabajo de Lao y García es la posibilidad de haber relacionado los resultados del estudio de los hielos de Groenlandia, que permiten conocer los momentos de clima frío en la Tierra, y su relación con la presencia de fauna fría y con los análisis de polen que muestran la existencia de una vegetación propia de épocas glaciales. Los hallazgos de este tipo de fauna coinciden con los momentos de mayor enfriamiento global, lo que explica por qué estas especies del frío entran en España huyendo de las duras condiciones ambientales del centro y norte de Europa, que los obligan a emprender viaje hacia el Sur.