luisma murias

«Todo llega a su fin». Con estas palabras se dirigía Maximiano Valdés, director titular de la OSPA, al público gijonés. Después de dieciséis años al frente de la orquesta, el maestro se despidió con un concierto muy especial que le sirvió para conectar con el público (a través del lenguaje sinfónico de Beethoven y Tchaikovsky) y con sus músicos (ya que el repertorio se remite a sus primeros encuentros con la formación asturiana). Así, el pasado jueves, el teatro Jovellanos acogió una doble cita con la OSPA que sirvió, tanto como clausura de su temporada en Gijón, como de homenaje al propio Maximiano Valdés.

La Sinfonía Nº5 en Do menor, Op.67, del compositor alemán Ludwig Van Beethoven, es una obra muy intensa que suele conmover emocionalmente al oyente. Desde su inicio trágico, uno de los más recordados de la historia de la música por su profunda efectividad en la aparente sencillez, hasta su final triunfal, la obra refleja una constante lucha interna e incita a la reflexión y la superación. La OSPA hizo gala de una interpretación enérgica del Allegro con brio inicial, sin prolongar excesivamente los silencios entre motivos y optando por rebajar la tensión dramática. Seguidamente, el Andante con moto ahondó en un registro más lírico e introspectivo, muy bien arropado por el viento madera y las cuerdas. Como colofón, el Allegro con el que se cierra la sinfonía transmitió una importante sensación de unidad entre las diferentes familias instrumentales, potenciándose el carácter rítmico y épico del tema. La segunda parte estuvo dedicada íntegramente a la Sinfonía Nº5 en Mi menor, Op.64, de Tchaikovsky, otra de las grandes páginas de la música europea, y fiel exponente de lo que será el lenguaje tardío del compositor ruso, preludiando a la conmovedora Sinfonía Nº6 en Si menor, Op.74 «Patética». Aquí destacan numerosos pasajes solistas de oboe, clarinete, fagot o trompa, aportando unas pinceladas de color tímbrico que fueron muy bien llevadas por la orquesta. Igualmente las cuerdas desempeñaron un gran sustento, destacando especialmente en la grave progresión inicial del Andante cantabile con alcuna licenza. Tras la rotunda re-exposición final, en modo mayor, del tema recurrente de la sinfonía, el público se puso en pie para agradecerle a Valdés, y a la Orquesta, su trabajo en pos de la difusión musical en el Principado. El director, visiblemente emocionado, recordó al público que tiene la responsabilidad de cuidar a su orquesta, y que, a pesar de vivir tiempos de crisis, está en nuestras manos no dejar que el arte y la cultura se resientan más de la cuenta.

Con este programa, la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias cierra su temporada 2009/2010. Ahora queda ya prepararse para la siguiente, aunque antes los aficionados podrán disfrutar de un concierto extraordinario que se celebrará en el auditorio Príncipe Felipe de Oviedo, con motivo del «Día europeo de la música». La OSPA, en este caso, será dirigida por el director titular de la OSIGi, Óliver Díaz, interpretando el Triple Concierto para violín, violonchelo y piano en Do Mayor, Op.56, de Beethoven, y la Sinfonía Nº9 en Mi menor, Op.95 «Del nuevo mundo», de Dvorak. Será el próximo lunes 21 a partir de las 20 horas.

Unas 120 personas despidieron ayer a Max Valdés en una cena que se celebró en el escenario del Auditorio de Oviedo. El mismo escenario donde apenas una hora antes había concluido el concierto con el que Maximiano Valdés cerraba un largo ciclo de 16 años al frente de la OSPA. A la izquierda, asistentes durante la cena.