Oviedo, Luis MUÑIZ

Francisco Ferrer Lerín (Barcelona, 1942) ha recibido recientemente el Premio de la Crítica por su poemario «Fámulo» (2009). Autor también de una novela, «Níquel» (2005), y de los libros en prosa «El bestiario» (2007) y «Papur» (2008), Ferrer Lerín, apasionado ornitólogo y jugador de póquer, es conocido, sobre todo, por su poesía, en la que, sin embargo, sólo había incurrido en tres ocasiones hasta el presente: «De las condiciones humanas» (1964), «La hora oval» (1971) y «Cónsul» (1987). Contemporáneo de los novísimos, el poeta barcelonés es una rara avis que huye de los taxonomistas y combina una pasión desmedida por el lenguaje (siempre un fin en sí mismo) con una soterrada crítica a la banalidad del presente.

-¿Por qué ha permanecido siempre tan apartado de los círculos literarios y ha espaciado tanto la publicación de sus libros? ¿Se silenció usted mismo o fue silenciado?

-Es fácil reconocer dos etapas en mi vida como escritor. La primera, desde finales de los años cincuenta hasta comienzos de los setenta, y la segunda, desde 2005 hasta la fecha. En la primera etapa la escritura es una manifestación más de ese fenómeno llamado adolescencia/juventud y en ningún momento la consideré con proyección de futuro. Fueron años barceloneses en los que pude integrarme en el sistema oficial de pedantería, pero mis preferencias iban por otros derroteros; la verdad es que no valoraba mi escritura, resultaba demasiado fácil escribir, y está claro que ese distanciamiento de lo que para otros ya constituía un oficio pudo molestar a más de uno.

-¿Y la segunda etapa?

-La segunda etapa se desarrolla en los Pirineos, donde, por suerte, los cenáculos literarios no han sido aún inventados. En cuanto a producción, puedo decir que los tres libros de poemas de la primera etapa fueron el resultado de tres propuestas editoriales, quiero decir que no busqué su publicación, sino que los editores vinieron a mí; circunstancia excepcional que explica el distanciamiento.

-¿Y el silencio?

-¿El silencio? ¿Silenciarse? Fundamental esta condición, sin ella no es posible crear.

-Tres poemarios desde 1964, uno por década, y, de repente, entre 2005 y 2009, cinco libros, tres de prosa y dos poéticos, «Fámulo» y «Ciudad propia», su poesía reunida, que se publicó en 2006. ¿Por qué tanta actividad de repente?

-Una serie de situaciones azarosas determinaron un nuevo escenario de trabajo favorecido por la finalización de las actividades extraliterarias y por el reconocimiento de la crítica y los lectores hacia mi escritura, en la que, por otra parte, dudo en mantener la dicotomía poesía/prosa.

-¿Se considera un novísimo? ¿Le habría gustado figurar en la antología de Castellet? ¿O, dado el actual desinterés por la poesía de la mayoría de los seleccionados, cree que ha corrido mejor suerte yendo por libre?

-Nunca me he considerado perteneciente a un movimiento o a una generación, y, por favor, que nadie vea en esto una postura despreciativa. Escritores que por edad, clase social o preferencias gastronómicas y sexuales deberían acompañarme no lo hacen, dado mi gran aprecio por la soledad. En cuanto a la antología de Castellet, habría que preguntar a sus promotores cuáles fueron los criterios de confección, pero en lo que a mí respecta no tuve, en aquellos años, sensación de desalojo, aunque ahora, en esta segunda etapa casi senil, la insistencia de algunos teóricos ha llegado a crearme mala conciencia por no haber estado presente en los núcleos que preparaban el futuro de nuestras letras.

-En «La hora oval» y «Cónsul» hay casi tanta prosa como verso, y el choque entre una y otro generaba en esos dos libros una tensión, a la vez, conflictiva y enriquecedora. ¿Por qué en «Fámulo» sólo hay un texto en prosa? ¿Quiso, por una vez, facilitar las cosas al lector?

-«La hora oval» y «Cónsul» son dos libros misceláneos que recogen textos de variado pelaje y diversa fecha. «Fámulo», como «De las condiciones humanas», está pensado como libro de poemas, lo que quizá suponga cierta disminución en la tensión lectora y gráfica.

-¿De dónde surge un poema como «Taf», que le permite viajar desde las Cruzadas hasta la mesa de póquer, pasando por una morgue?

-Cursando segundo de Medicina simultaneaba el ejercicio del póquer con la práctica anatómica en la morgue del Hospital Clínico de Barcelona a las órdenes de un catedrático apellidado Taure. El desarrollo léxico de este nombre promovió el poema.

-¿Qué aportan a su poesía las aves y el póquer, sus otras pasiones conocidas? El motivo de los pájaros es común a muchos poetas, pero ¿y el póquer: es la aportación del azar?

-La naturaleza, para mí, es antitética de la creación literaria, forma parte de la escuadra de lo pasivo, de lo estático. Mas no las ciencias que, como la Ornitología, la rodean y que aportan sustanciosos materiales gracias a la nomenclatura y la etología. El póquer sólo produjo un poema: «Casino en provincias», recogido en «Cónsul».

-Hace muchos años dijo que Pound y Perse eran sus «grandes amigos». ¿Sigue pensándolo? ¿Qué otros amigos ha hecho desde entonces?

-El «Tesoro de la Lengua Castellana y Española» de Covarrubias.

-¿Su uso de los registros lingüísticos de otras épocas es épico (Pound), moral (Eliot) o sólo quiere dejar constancia de la pobreza de espíritu del presente?

-No corrijo a nadie. Aunque el debilitamiento del uso de nuestra lengua, en gran parte debido al disparate de convertir en principales las secundarias lenguas regionales, es algo triste y fácilmente constatable.