Oviedo, P. R.

«En una tertulia de pueblo se comentaban las noticias de Cuba.

Era aquella tertulia casi "técnica", porque la mayoría de los componentes habían estado en América y pertenecían a esa familia admirable -generalizando el adjetivo de los hombres a quienes dicen "indianos".

Allí mismo brotó la noticia. Uno cualquiera insinuó:

-Estaba pensando que Grau San Martín debe de ser de aquí cerca, de Naves.

Hicieron todos un poco de gimnasia imaginativa, y al terminar coincidieron:

-Sí, debe de ser de Naves.

Y aquella misma tarde, a la redacción de "El Pueblo", semanario de Llanes, llegaba una nota de corresponsal: "Grau San Martín es oriundo de este concejo"».

Así comienza un reportaje publicado en la revista madrileña «La Estampa» en octubre de 1933, firmado por Vicente Pedregal Laria, y que incluye «Bedoniana» en su último número. El artículo revelaba que la madre del entonces presidente de Cuba, Grau San Martín, había nacido en Naves.

El anuario de San Antolín y Naves, «Bedoniana», coordinado por el llanisco Juan Carlos Villaverde, profesor de Árabe de la Universidad de Oviedo, nació, según escribe él en su presentación, hace doce años, «para mejor conocimiento y mayor ilustración del pueblo de Naves, de la fiesta de San Antolín y del enclave de Bedón».

La realidad es que este singular porfolio festivo, que edita Alvízoras Libros, ha tratado de recuperar la historia de un territorio definido por un monasterio y una playa. Y lo ha hecho con cuatro apoyos fundamentales: el de su impulsor, la plantilla de colaboradores, los anunciantes y los vecinos. El resultado es una revista/libro editada con gran calidad que sin duda los coleccionistas y bibliófilos se disputarán a partir de hoy. El monasterio de San Antolín acogerá a las veinte horas, como ya es tradicional, la presentación del número doce y su despedida. «Será, como todos los años, un acto cívico, tranquilo y muy agradable», afirma Villaverde.

«Lo más difícil del proyecto ha sido reunir a una plantilla de colaboradores de primera fila que garantizaran el rigor en el tratamiento de los asuntos, la amenidad y la profundidad», explica el profesor.

Y lo más gratificante, en su opinión, «fidelizar a un grupo de anunciantes bastante conscientes de que estaban colaborando en algo diferente e implicar a los vecinos, que al franquearnos la privacidad de sus documentos familiares, nos han permitido reunir un archivo fotográfico de insólita riqueza».

«Bedoniana» presume de no haber contado nunca con subvención alguna. «Las cosas son posibles sin ayuda oficial cuando hay una sociedad civil dispuesta a hacerlas y este anuario es la prueba de ello», subraya Juan Carlos Villaverde.

En su último número, la revista, que siempre ha combinado la historia, el paisaje, la literatura y el folclore, incluye casi treinta artículos sobre asuntos como las colonias escolares de San Antolín; el Conde de Polentinos; unas notas del año 1905 sobre el VIII Conde de la Vega del Sella; poemas, reflexiones y anecdotario. Hay artículos más personales, como el titulado «Mi paseo solitario de una noche de verano», escrito por Alfonso Sampedro Fanjul. La revista se cierra con imágenes de San Antolín y Naves.

Entre los firmantes de este último número están José María Fernández Hevia y José Jorge Argüello Menéndez; Carmen Acebo Gómez; Francisco Crabiffosse; Miguel Ángel de Blas; Ángel Mato Díaz; Rodolfo Llopis; M.ª Jesús Villaverde; Xuan Carlos Busto; Antón García; Juaco López; Ramón d'Andrés y Pablo Ardisana.

«No es que se agote la materia, pero se cierra en la medida en que todo lo importante ya está dicho. De los temas que había previsto sólo queda uno sin publicar, sobre cuadros que se pintaron con la playa de Antolín como asunto, pero no se pudo hacer por falta de tiempo», explica Villaverde.

«Bedoniana» se despide hoy y lo hace en un monasterio de San Antolín mucho más deteriorado que hace doce años. «¿Es Bedoniana la salvación del pasado y por ello luminaria del presente y la verdad de futuro?», se pregunta Pablo Ardisana en el artículo titulado «Ensayos». Y él mismo responde: «Sin duda, porque lo editado con rigor, generosidad, nobleza y pulcritud, será siempre imborrable».