Arquitecto

Gijón, Eduardo GARCÍA

-Rehabilitar joyas del Prerrománico y el Románico. ¿Eso no produce vértigo?

-Un poco sí. Es una disciplina mucho más compleja que la de la nueva planta, hay mucho estudio y mucha colaboración de mucha gente detrás. Y no olvidemos que es un aspecto de la profesión muy expuesto a la opinión pública.

-Que se lo pregunten a los responsables de la rehabilitación de la iglesia de Abamia...

-Yo soy de los que opinan que una vez que el proyecto de restauración es aprobado por Patrimonio, la obra tendría que ajustarse escrupulosamente a lo proyectado. Desconozco si en el caso de Abamia se actuó de este modo. Todas las opiniones y críticas sobre el resultado de la intervención son muy respetables, pero en ningún caso deberían de ser determinantes para modificar lo ejecutado.

Carlos Marqués (Cangas del Narcea, 1957) tuvo siempre claro que quería ser arquitecto, se fue a estudiar la carrera a Valladolid y se estableció en Oviedo, hasta 1996, y en Gijón donde sigue trabajando y viviendo en una ciudad a su juicio cómoda y proporcionada, en un entorno amable «donde se puede ir andando a todos los sitios». Marqués fue el responsable de la restauración de la iglesia de Santo Adriano de Tuñón, prerrománica de finales del siglo IX.

-La buena restauración es la que no se nota, se impone la acción mínima, y si te quedas corto mejor. Muchas veces la restauración es ingrata pero también es apasionante intervenir en tus raíces.

-¿Se siente encasillado en la restauración?

-A mí lo que me gusta es hacer obra de nueva planta, pero no rechazo trabajos interesantes.

-¿Los arquitectos icono lo pueden todo?

-Hay gente capaz de mover a las masas. Son nombres seguros que tienen detrás a grandes empresas. El que les encarga los trabajos lo hace por algo, aunque a veces se asegure el éxito comercial más que el éxito arquitectónico. El político está casi siempre muy condicionado por el estrellato.

-El Palacio de Calatrava, en Oviedo. Por ejemplo.

-Es un edificio que no encaja en el entorno, pero el que se lo encargó ya lo sabía. Calatrava está como completamente ajeno a aspectos relacionados con la integración y la escala. Calatrava es un grandísimo arquitecto pero vivimos tiempos en los que se va buscando el edificio espectáculo.

-O el edificio «inteligente», que suele ser un prodigio de incomodidad.

-Con la arquitectura moderna tenemos que cambiar el concepto de confort y comodidad, hay que adaptarse. La gente dice: «es que no puedo abrir una ventana». La contestación es que «no necesitas abrir una ventana».

-Salvo que se estropee el aire acondicionado.

-Claro, otra cosa es que los mecanismos funcionen.

-En Gijón, en la Ería del Piles, se proyecta un edificio de altura. ¿No es un contrasentido en una ciudad víctima de la altura precisamente?

-Se impone el icono de la altura en muchas ciudades españolas. El concepto arquitectónico vertical se justifica por la eficiencia energética. A mí los edificios en altura me gustan, liberan espacios libres. El de La Ería, si es un buen proyecto, no me molesta. Lo que no se puede volver a cometer es el error de levantar casas de más de veinte plantas en manzanas cerradas, porque con los excesos de volumetría es muy difícil volver atrás.

-Salvo que actúe el serrucho.

-Lo del serrucho, mejor descartarlo.

-¿A gusto, profesionalmente hablando, en Asturias?

-En esta región hay actuaciones arquitectónicas muy singulares, cosas muy buenas que apenas trascienden. No hace falta más que ver los trabajos presentados a la última edición de los premios «Asturias». Pero aquí parece que sólo cuenta lo que hacen los arquitectos estrellas, que son reclamos publicitarios.

-Un obligado juicio al Niemeyer avilesino.

-Cualquier actuación de este calibre que además va a recuperar un espacio degradado es muy interesante. Niemeyer es una marca de prestigio. Si es que puedo criticar, diría que el problema que tiene el edificio del Centro Cultural Niemeyer es que se levanta en Avilés pero podría perfectamente levantarse en Oslo.

-Gusta lo grande.

-Pero se puede hacer arquitectura con un modesto quiosco. Lo que pasa es que no es fácil valorar determinadas cosas, la arquitectura es muy compleja. Y requiere esfuerzo.

«En Asturias hay actuaciones arquitectónicas muy singulares, cosas muy buenas que apenas trascienden»

«Se puede hacer buena arquitectura con un modesto quiosco, pero no es fácil valorar determinadas cosas»