Oviedo, Pablo ÁLVAREZ

De julio de 1999 data el último caso autóctono de sarampión diagnosticado en Asturias. Y de 1990 el último brote de esta enfermedad, que acumuló 1.721 casos. La temible infección de las manchas rojizas en la piel ya no es lo que era. Casi puede decirse que, sencillamente, ya no es, aunque los expertos advierten de que mientras el virus circule en algún lugar del mundo no conviene cantar victoria, pues puede llegar a nosotros, e incluso propagarse.

De hecho, en el Principado se detectó un caso en 2006: el de una niña procedente de Rumanía en un momento en el que se estaba produciendo en ese país un brote de sarampión de envergadura. Y en el conjunto de España se observó un cierto repunte de la enfermedad entre 2006 y 2008. En este último año se registraron dos brotes en Andalucía y otros dos en la Comunidad de Madrid.

Un informe epidemiológico de 2009, elaborado por la Consejería de Salud del Principado, señala que hasta la introducción de la vacuna antisarampión, en 1977, «la incidencia acumulada anual era muy elevada y se mantenía en torno a 429 casos por 100.000 habitantes en España y 600 casos por 100.000 habitantes en Asturias». Tan común era la enfermedad en la infancia que la mayoría de las personas ya la habían padecido al cumplir los 20 años.

A principios del año pasado, un artículo publicado por la revista «The Lancet» indicaba que un estudio realizado en 32 países europeos había desvelado más de 12.000 casos de sarampión entre los años 2006 y 2007. Se habían producido, en su mayoría, en Rumanía, Alemania, Gran Bretaña, Suiza e Italia, y hacían albergar serias dudas sobre la posibilidad de lograr el objetivo de erradicar la enfermedad en Europa a lo largo de 2010.

El panorama es mucho más halagüeño en Asturias, donde la última muerte por la infección se produjo en 1985. En el Principado, la tasa de vacunación contra la enfermedad alcanza el 99 por ciento. Una cobertura muy superior al 82 por ciento registrado en Suiza en la década de los 90 del siglo pasado, al 90 por ciento pelado de Gran Bretaña entre 1999 y 2006 o al 70 por ciento de Alemania en los niños nacidos entre 1996 y 2003.

Tan favorable es la situación de Asturias que las autoridades sanitarias de la región constatan que «ya hay muchos pediatras que nunca han visto un niño con sarampión». Esta falta de experiencia da lugar a un cierto volumen de «falsos positivos», ya que, ante determinados exantemas (manchas rojas), algunos médicos sospechan de la presencia de sarampión, pero la realidad es otra.

En el año 2000, y en el marco de la estrategia nacional contra el sarampión, el Gobierno asturiano puso en marcha el «Plan para la Eliminación del Sarampión en Asturias». El desafío consistía en erradicar la enfermedad para el año 2005. Con esa finalidad, se reforzó la vigilancia epidemiológica de la infección, que pasó a ser enfermedad de declaración urgente, y se intentó optimizar el proceso de toma de muestras adecuadas para confirmar o descartar su presencia.

En 2005 se llevó a cabo una evaluación de la citada estrategia nacional. Y la conclusión fue que, con los datos disponibles, podía aseverarse que la circulación del sarampión autóctono en España estaba interrumpida y que se había alcanzado el objetivo de eliminación de esta enfermedad. «Sin embargo, mientras no se elimine la circulación del sarampión en el mundo, existe la posibilidad de que se sigan presentando brotes de distintos tamaños a partir de la importación de casos entre población susceptible, colectivos de riesgo potencial (inmigrantes, etnia gitana) y cohortes con menores coberturas», indica el informe epidemiológico de la Consejería de Salud del Principado referido a 2009.