Arquitecto y socio fundador de la consultora técnica Akroteria

Oviedo,

Elena FERNÁNDEZ-PELLO

José Ramón Fernández Molina (Oviedo, 1951) reconoce entre sus primeros maestros a su tío César Fernández Cuevas. En su estudio de arquitectura empezó a ejercer la profesión al acabar sus estudios en la Universidad Politécnica de Madrid y fue allí donde durante cuatro años aprendió el oficio. La arquitectura le apasiona, declara, y eso a pesar de que su primera vocación era la ingeniería. Tanto le gustaba, cuenta, que cuando era niño en vez de salir a jugar pedía a sus padres que lo llevaran a ver las obras de la autovía de Las Segadas.

-¿Arrepentido de su elección definitiva?

-He tenido dos o tres momentos de arrepentimiento, todo el mundo los tiene. No me centraba, no era capaz de encontrar el ritmo y las escuelas de arquitectura eran una carrera de obstáculos. La dificultad no era de contenidos, era de logística. En una ingeniería, por temperamento y forma de ser, tal vez habría fracasado: hay que trabajar muchísimo, con materias muy áridas. Si algo me define vocacionalmente es cierta inclinación a la investigación y la docencia, la preocupación por el patrimonio cultural.

-¿A Asturias le hubiera venido bien tener su propia escuela de arquitectura?

-Una escuela no, pero esa es una cuestión de escala y tamaño. Con Ángel Mayor estuve seis años en la junta del Colegio Oficial de Arquitectos y afrontamos esas cuestiones. Había que hacer un sobreesfuerzo para suplir el vacío institucional y propuse entrar en contacto con la Universidad de Oviedo. Firmamos un convenio de colaboración con el rector Juan Vázquez. La idea era mantener unas relaciones estables, con vistas a que la propia Universidad generase la expectativa de una escuela de arquitectura. En Venecia hay dos institutos universitarios vinculados a la arquitectura. Asturias necesitaría una pieza como esas, un centro de investigación y formación, con su especificidad, que trabaje en red hacia Iberoamérica, Norteamérica, Europa. donde haga falta.

-Arquitectura tradicional, industrial y urbana. Todas coinciden en Asturias.

-Asturias tiene un paisaje espléndido y el territorio es un valor clarísimo. La industrialización ha sido determinante y gracias a un cierto inmovilismo no se ha degradado en términos de suelo.

-¿Cómo valora lo realizado hasta ahora y qué se debería hacer en cada uno de esos ámbitos? En arquitectura tradicional...

-No sólo arquitectura, el concepto debe ser más amplio, de patrimonio etnográfico. Está muy abandonado, parece que no nos interesa. Me sorprende que los arquitectos no tengan interés por los hórreos y las paneras. Se ha invertido en el campo exclusivamente en infraestructuras. Hay que empezar por la verificación de lo que tenemos y hace 25 años que tenemos pendiente una política de inventariado. No entiendo que Asturias no tenga un inventario de su patrimonio cultural. Otro programa pendiente es el de las ferrerías, testimonio de la protoindustrialización de la región, un plan que podría pilotar Juaco López, desde el Museo de Asturias.

-¿Y el estado del patrimonio industrial?

-El patrimonio industrial asturiano es tan abundante que da miedo, no hay una percepción atinada de cuál es su verdadero valor. Sigue pendiente una planificación del Gobierno autonómico, con ayuda de una consultora externa. Trabajar en ese sentido es incidir en nuestra propia esencia. El patrimonio intangible, la emotividad y los sentimientos son el fondo de la cuestión. El patrimonio industrial es un documento, en él está todo eso y lo que hay que hacer es recuperarlo.

-En Oviedo está pendiente el proyecto para el gasómetro.

-César Portela es una garantía y EDP, la compañía eléctrica portuguesa, nos está dando una lección. Y tenemos las fábricas de armas...

-¿Qué hacer con la de Oviedo?

-Mirar a los países más desarrollados, recuperarla como centro de servicios, de ocio, como una plataforma urbana. Oviedo está dejando pasar la oportunidad de poner en marcha un recurso de capitalidad.

-Por último, las ciudades.

-Las ciudades han de crecer de manera tutelada. De la ciudad tiran los empresarios y el capital, es un lugar de generación de plusvalía y de negocios, pero hay que establecer unos mecanismos de control que las convierta en lugares habitables. Asturias va un poco retrasada en el área metropolitana central, Ciudad Astur, una denominación que no me gusta, yo prefiero algo más explícito como AMC.

-¿La organización del territorio asturiano cambiará radicalmente en un futuro no muy lejano?

-Ya se está transformando y eso tiene que ver con las estructuras, con la Autovía del Cantábrico o la autopista del mar, que es una gran apuesta. Con ella, por primera vez, podemos pasar de la periferia a ser un nudo de comunicaciones. Se está reforzando el modelo de ciudad-región.

-¿Cuáles son sus expectativas sobre los proyectos avalados por grandes arquitectos, como el Centro Niemeyer en Avilés?

-El Niemeyer será bueno en la medida en que se gestione el día después. Del Calatrava de Oviedo mi opinión es mala: se ha querido construir gratis un auditorio, sin pensar en qué va a ofertar que lo diferencie, y además el punto débil de Calatrava es la valoración del contexto. Él hace escultura y la inserta en el espacio, sea cual sea. Ya podría haber sido Foster el que se hubiera llevado ese proyecto...