Avilés, E. CAMPO

La hora escasa que Richard Serra pasó en Avilés fue como una «gymkhana» que comenzó en el salón de recepciones del Ayuntamiento y concluyó junto a la cúpula hemisférica del Niemeyer. Por el medio al escultor estadounidense le dio tiempo a tocar la Copa del Mundo, escuchar todo tipo de explicaciones sobre la vinculación que tiene la ciudad con la siderurgia, estrechar la mano de los artífices de las piezas que jalonan la «Ruta del Acero» e incluso ver algunas de las obras, situadas en el paseo de la ría. No hubo tiempo para más. De la lista de visitas hubo que borrar, por falta de tiempo, la «grapa», la pasarela de acero corten que sobrevuela las vías. Y es que la alcaldesa, Pilar Varela, quiso que Serra se sintiera como en casa mostrándole las múltiples relaciones que tiene Avilés con el metal que él doblega con su arte: el acero. «Esta ciudad no existiría como la conocemos sin la gran siderurgia que la transformó».

Serra felicitó a Varela por el «gran regalo» que supone para la ciudad el Centro Niemeyer, cuyas obras visitó en el breve espacio de tiempo que le dejó su ocupada agenda. Demostró que le hubiera gustado detenerse más. Entró dentro del edificio destinado a museo y se interesó por la edad de Oscar Niemeyer -que cumplirá el 15 de diciembre 103 años-, ya que le pareció extraordinaria la fuerza de una obra firmada a tan avanzada edad.

También tuvo tiempo de sorprenderse con la obra «Avilés», del artista Benjamín Menéndez, cuya silueta de los tres conos sobre la ría vio a lo lejos. Estrechar la mano de Menéndez y felicitarle por su trabajo fue lo último que hizo antes de subir de nuevo al coche, no sin antes escuchar que sería bonito tener una escultura suya junto al Niemeyer.