Siempre hay quien resopla ante el desorden de mi mesa de trabajo. Tengo una respuesta fulminante: ese es precisamente mi modo de prolongar la vida del universo. Es una afirmación un tanto exagerada, pero no exenta de verdad. Para explicarla he de hablarles de un palabro: la entropía.

¿Se imaginan a alguien que no supiera quién escribió «El Quijote»? Nos parecería alarmante. Sin embargo, la mayoría de las personas desconoce uno de los logros intelectuales más destacados de la humanidad: la segunda ley de la Termodinámica. Esta establece que todo sistema cerrado tiende, inexorablemente, al desorden.

La entropía es una magnitud física que determina la cantidad de energía que no puede emplearse para realizar un trabajo. Está implícita en la respuesta a la pregunta de por qué ciertas cosas ocurren de un modo y no de otro. Pongan una taza de café caliente sobre la mesa. El calor acabará disipándose en la habitación hasta que la temperatura del café alcance equilibrio con el entorno. Pero ¿por qué no sucede al revés? ¿Por qué no obtiene la taza calor de la habitación? Esa es la prueba de que los procesos ocurren en un sentido y no en otro. Es decir: en el universo la energía tiende a distribuirse de un modo uniforme siguiendo procesos irreversibles. Y para lograr ordenar un sistema desordenado es necesario aportar energía, a su vez, obtenida tras haber desordenado otra parte del cosmos.

Así que, en resumidas cuentas, al visitante sorprendido por la maraña de papelotes le explico que disponer cuidadosamente todo lo que hay sobre la mesa implica un gasto de energía que habrá de extraerse de algún otro rincón del universo, con lo cual ¿para qué contribuir a ese instante en que el cosmos esté tan desordenado que no pueda suceder nada? Lo menos que pueden hacer es agradecérmelo.