Violinista alemán, actúa hoy en Gijón con la OSPA y mañana, en Oviedo

Oviedo, Javier NEIRA

El violinista Frank Peter Zimmermann nació en Duisburg, Alemania, en 1965. Es uno de los grandes instrumentistas del momento. Hoy ofrecerá en Gijón, en el teatro Jovellanos, a las ocho y con la OSPA, dos conciertos para violín de Szymanowski que repetirá el viernes, a la misma hora, en Oviedo, en el Auditorio. Tiene un Stradivarius de 1711 que perteneció a Fritz Kreisler, quizás el mejor violinista de la primera mitad del siglo XX.

-Comente su programa.

-Hace cuatro años grabé en Varsovia estos dos conciertos de Szymanowski y varias orquestas se interesaron. No se llega a ellos de forma inmediata sino que hace falta un tiempo de preparación. Los he tocado en Cleveland, Lyon, Rotterdam, ahora en Gijón y Oviedo y después en Munich y París.

-¿Son conciertos difíciles?

-No, tienen un lenguaje muy romántico y con un sentimiento extremadamente profundo. Funcionan muy bien incluso para las personas que no son amantes de la música clásica.

-¿Cómo son las manos de un violinista?

-Las mías no son grandes. Lo más importante para el sonido es tener suficiente carne en las yemas. Barenboin, por ejemplo, tiene unas manos muy pequeñas y piensas ¿cómo puede llegar a tocar un repertorio tan difícil y de esa forma tan extraordinaria?

-Las suyas son fuertes, recuerdan las de Oistrakh.

-Es mi gran ídolo. Sí, las manos tienen que ser fuertes.

-¿Por qué no toca el concierto de Brahms que tan bien llegó a interpretar Oistrakh?

-Lo he tocado ya más de cien veces. Hay que ser cuidadoso incluso con Brahms, a veces uno tiene la sensación de haber comido demasiado tocino de cielo y eso puede resultar muy empalagoso.

-¿Qué prefiere?

-Los conciertos de Mozart, Beethoven y Brahms.

-¿Y dentro de Mozart?

-Todo Mozart.

-¿Conservador?

-No, me gusta mucho la música contemporánea, me encanta Ligeti.

-Volviendo a Szymanowski.

-Me gusta especialmente su lenguaje. Uno de mis mejores profesores, un ruso discípulo de Leonid Kogan, me mostró la música para piano de Szymanowski, que está en la línea de estos conciertos para violín, en un estilo polaco impresionista. Desde los 11 años me gusta. Tengo una gira con un pianista polaco con música de Szymanowski.

-¿Qué prefiere, conciertos con orquesta o música de cámara?

-La cuestión es encontrar el equilibrio. Me oriento como solista pero no se puede renunciar a la música de cámara, que es la base de todo. Y por eso toco también con mi trío de cuerda o con un buen pianista.

-¿Qué obras de cámara?

-He interpretado recientemente un trío de Schönberg que es una barbaridad, es una música de ataque al corazón.

-¿No dice nada del español Sarasate?

-Me gusta, escribió muy bien para violín. «Aires gitanos»; las danzas españolas, el «Zapateado». Tenía una técnica muy particular y lo que escribió para él Saint-Saëns es pensando en sus características.

-¿Cómo trabaja?

-Depende de lo que vaya a tocar. Si es el segundo concierto de Bartok, necesito prepararlo seis horas al día. Empiezo siempre con una hora de ejercicios en los que puede haber algo de Paganini o Sarasate y después paso a lo que estoy preparando. Cuatro o cinco horas al día no me las quita nadie.

-Casals decía que si no ensayaba durante tres días lo notaba y si lo dejaba seis días, lo percibía el público.

-Así es. Tenía toda la razón.

-¿Le preocupa padecer una lesión de espalda o una tendinitis?

-Toco madera. Nunca he tenido ningún problema. No me preocupa. Procuro tocar de forma relajada como hacía Oistrakh.

-Stradivarius.

-Lo tengo desde hace diez años. Encontré otro antes que me gustaba muchísimo y que había pertenecido a Nathan Milstein. Me lo iban a vender. De golpe la familia decidió no venderlo. Lo toqué en giras y fue como si me arrancaran el corazón. Durante doce años estuve tocando instrumentos muy buenos pero no como aquel. En 2001 encontré este violín y pensé que ya me podía olvidar del de Nathan Milstein. Es como tener al amor de tu vida delante.

-Que haya sido de Kreisler, ¿ayuda o pesa a la hora de tocarlo?

-Si lo tocó durante tantos años hay una parte de su alma, de su espíritu, en este instrumento. Hay que entenderlo y adaptarse a él. Me costó cinco años adaptarme a él. Compré otra vez las partituras y repensé toda la música otra vez.

-¿Cómo lo cuida?, ¿cuánto vale?

-Voy a los lavabos con él si estoy en un restaurante. El precio, como un par de Ferraris de alta gama.