El «Réquiem» de Brahms canta a la muerte con serenidad y confianza, apartándose de lo tétrico, de la idea de destrucción que se observa también en este tipo de obras en el romanticismo. El «Réquiem alemán» de Brahms es profundamente humano, se nutre de piedad y comprensión. Se trata de «una predicación sobre la muerte que amanece en la vida», a través de los textos seleccionados de la Biblia por el propio Brahms, en una obra de carácter sacro, no litúrgico. Así, Brahms da una respuesta musical a la duda existencial común al ser humano durante su vida terrenal, en una obra de efecto expresivo e íntimo más que teatral, en la plena madurez del compositor alemán, tal y como el público de Gijón y Oviedo pudo apreciar en el concierto extraordinario de Semana Santa de la Orquesta del Principado de Asturias (OSPA).

Este mensaje se transmitió sin choques, a través de variantes sutiles en un plan armónico, contrapuntístico e instrumental que discurrió meditado, con un gran protagonismo y complejidad diáfana de las voces, que devolvió lo mejor del Coro de la Fundación Príncipe de Asturias. Con Maximiano Valdés a la batuta, en la última visita del director, este telar brahmsiano huyó de todo estatismo y consiguió el clima y efectos adecuados, a destacar el manejo de los «tempi». La OSPA, con las diferencias instrumentales que cada número del «Réquiem» maneja, mostró una flexibilidad natural, más que relieve orquestal, en una música expresiva -con un gran trabajo por parte del viento-, que sustentó el texto y las voces con buen balance de volúmenes.

El Coro de la Fundación fue capaz de las dinámicas más sugerentes y aterciopeladas, en una escritura polifónica rica, en la que logró un gran empaste en las partes verticales. El resto sonó bien equilibrado, aunque podría ganarse en seguridad en las partes fugadas como el tercer número, según el nivel habitual del coro en este tipo de obras, así como una mayor limpieza de afinación en los límites de la tesitura de las cuerdas. En las voces solistas, Klaus Häger compensó las limitaciones en el registro agudo con poderosos recitativos. Destacó entonces la soprano María Espada, que se la vincula directamente con el repertorio barroco. Sin embargo, la cantante transportó al público a un universo aparte en el número quinto del «Réquiem», con su personal timbre de voz en perfecto encuentro con los instrumentos de la orquesta. Exquisita curva perfilada con un suavizado registro agudo, en un ejercicio que se ajustó necesariamente a las propias características del instrumento.