Ni puedo mentirles, ni debo hacerlo. Nunca lo he hecho. Así que en esta ocasión no va a ser diferente. Suelo pasar desapercibido, sentarme en una butaca que no suele corresponder con la comprada en la taquilla y abrir el ordenador rosa con el que escribo durante todo el concierto. Ni es la primera ni será la última vez que me increpan por hacerlo así los propios asistentes al concierto. A unos, porque les resulta chocante; a otros, gracioso; y a los menos, una tontería soberana. Tal vez estos últimos lleven razón. Suelo esperar al final y desaparecer sin llamar la atención. Ayer, entré pronto, me conecté a internet y tengo que reconocer que me dispuse a escuchar versiones similares a las ofrecidas ayer por Inma Shara en concierto, algunas coincidentes y otras, la verdad, no. Se anunció el cambio de programa y yo seguí a lo mío. Obras no mencionadas se mezclaron con las obras escuchadas. Y obras que yo estaba escuchando y de las que escribía se mezclaron con el texto enviado nada más terminar el concierto. No hice referencia alguna a «La Strada» de Nino Rota, ni tampoco a la obvia y aplaudidísima versión del tema principal de «La Guerra de las galaxias» de Williams o al tema de amor de «Doctor Zhivago» de Jarre... y sí cometí el tremendo error de detenerme en otras versiones y, al final, no revisar el texto que fue publicado ayer, fiándose de mi trabajo y de mi criterio. Salvando el desatino, y ahora la vergüenza que profeso, continúo reiterándome en la dirección de Inma Shara, en la profundidad y la hondura de la cuerda de la Czech National Symphony Orchestra. En la opción que la directora ha tomado con respecto a la música de cine y cualquier alusión anterior o posterior en el texto que vinculaba otras cuestiones con la propia intervención de la alavesa en el Jovellanos. Contestando a uno de los comentarios referidos por los lectores, no he tenido el gusto de trabajar para ella, pero sí para otros directores con una categoría humana y musical menor que la de la joven. Pero he seguido de cerca su carrera y he podido incluso verla en concierto en Bilbao, en Madrid y en Berlín.

Lamento profundamente la decepción provocada, el revés cometido y contrariar así no solamente a LA NUEVA ESPAÑA, sino a los que han sido siempre generosos con quien les escribe y mis comentarios. Recuerdo que algo parecido me llevó hasta el entonces redactor jefe de la edición de Gijón, y en su despacho, tras trasladarle un malestar similar, me invitó a que comenzara a escribir. Algo que he tratado de hacer con cariño, con objetividad, con lealtad y con un inmenso respeto por los artistas, por el periódico y, en especial, por todos ustedes.

Mis excusas al teatro y a quienes se han sentido afectados con lo aparecido en prensa. Estoy como siempre a su disposición y, por supuesto, desde hoy mismo, sometido a la confianza de quienes desde hace once años me permiten dirigirles anhelos, críticas o comentarios.

De corazón.