Tenor, estrena en Oviedo su repertorio de tangos con la OSPA

Oviedo, Javier BLANCO

El tenor José Manuel Zapata (Granada, 1973) tiene una estrecha relación con Oviedo. Ciudad, dice, que siempre lo atendió artísticamente. Y es Oviedo precisamente en donde estrenará «Tango sinfónico», una versión de un proyecto que realizó para quinteto. La sesión (21 de junio en el auditorio) con la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) será dirigida por Joan Albert Amargós.

-«Tango sinfónico» suena solemne, ¿es solemne?

-No, no; es un concierto. Hay que eliminar solemnidad, es una fiesta que, además, coincide con la fiesta de la música («Día europeo de la música»), para que la gente se lo pase muy bien: son las canciones con las que se enamoró la gente, canciones de siempre, con recuerdos y emociones.

-En el repertorio manda Gardel.

-Yo escuché a Gardel desde muy pequeño con mi abuela, que lo escuchaba constantemente. La mayoría serán piezas de Gardel. Pero hay otras canciones, como «Garganta con arena» o «El corazón al sur». Y otras míticas, como «Cambalache» o «Caminito», que están en el ideario popular.

-«Caminito», que usted canta con Pasión Vega.

-La base del concierto son esos tangos del disco con Pasión Vega, pero arreglado para sinfónico.

-Efectivamente, ya tiene la experiencia con tangos en su versión con grupo-tipo de música popular. En Oviedo es estreno sinfónico, ¿entenderá el público la combinación?

-Es la primera vez que se va a hacer y se hace especialmente para Oviedo. Es una apuesta maravillosa de Ana Mateo, la gerente de la OSPA. El público se lo va a pasar bomba. Ya he cantado los tangos con quinteto y la gente no nos dejaba irnos.

-Hay dos cantaoras flamencas, Rocío Márquez y Marina Heredia, ¿quiere decir que será una fusión musical más amplia: «tango-flamenco-sinfónico»?

-Claro, estamos en sinfónico, ópera? todo. Es una idea que yo tuve a su debido tiempo: fusionar; y el tango y el flamenco son parecidos. Músicas nacidas del amor roto, del sentimiento profundo de los arrabales. Siempre he tenido fe en que tango y flamenco funcionan.

-Usted debutó en Oviedo con «Il turco in Italia» ¿qué sensaciones tuvo en aquel estreno?

-Tengo un cariño especial por Oviedo; es la ciudad en la que más he cantado, siempre me han echado una mano. Me siento muy querido, muy arropado; soy muy asturiano. Además, como no me gusta comer?

-¿Se admiten entre la denominada música culta estos guiños populares?

-No se acepta muy bien. A la gente que es muy fan de la culta no le gustan estás fusiones y aventuras, pero no me preocupa. Esto me hace feliz, y el disco que grabé, muy feliz.

-¿Cómo describiría su forma de cantar tango, ¿«atenorado», a lo Gardel?

-Ni una cosa ni la otra. No obstante, para mí Gardel era un gran tenor, no era una voz rota como otras del género. Pero huyo del «atenoramiento», no puede ser que a un tango le llegue tanto sentido lírico. Pierde su sentido. No hay que preocuparse tanto de la voz. Y más en el tango, que tiene que salir más que de la voz de las tripas.

-Al escucharle se observa que intenta cierto toque porteño en su acento.

-Me sale, siempre lo escuché con ese acento. No lo pienso, no está estudiado.

-Parece que el tango es su pasión fuera de la clásica.

-El tango es mi género popular; Pero me gusta la copla y todo con raíz española.

-¿Cuándo se ven las caras la OSPA y usted para preparar este repertorio?

-Tenemos dos o tres días de ensayo y estoy con muchas ganas de oírlo. La orquesta es fantástica, con un sonido de cuerdas fantástico. Y con Amargós, el director, que está encantado con este híbrido entre abejorro y pavo.