Portavoz de la Fundación Vicente Ferrer

Gijón, J. L. ARGÜELLES

Fue uno de los sesenta indios elegidos por Vicente Ferrer, a finales de los años noventa, para aprender el español. Hoy lo habla con tanta fluidez que es el portavoz en España de la Fundación que lleva el nombre del ex jesuita fallecido en 2009. Lancy Dodem tiene treinta años y ha sido testigo privilegiado de una esforzada labor (en Asturias hay 2.400 colaboradores) que tiene como centro Anantapur, una de las zonas más deprimidas de la India. Allí ha visto cómo la tenacidad y la solidaridad levantaban tres hospitales, cuarenta mil casas o más de mil escuelas. Ayer lo contó en Gijón.

-¿Cómo empezó su colaboración con la Fundación?

-En mi vida no hay un antes ni un después, ya que nací y crecí en la casa de Vicente Ferrer, del que mi padre era su chófer personal; mi madre sigue siendo cocinera en la casa, ahora de la viuda, Ana Ferrer. Fui el primer niño apadrinado por él, que fue quien me dio estudios y mi segundo padre. Ahora, llevo diez años en España, dando conferencias y explicando cómo, para qué y con quién trabajamos.

-Y para hablar del futuro.

-Sí, queremos hablar del futuro porque hay quien cree que la Fundación es sólo Vicente Ferrer. De acuerdo, pero es, también, una organización muy grande. Están su mujer y su hijo, además de otros dos mil trabajadores cuya labor permite ayudar a dos millones y medio de personas. El proyecto tiene que seguir adelante.

-¿El fallecimiento del fundador ha puesto en peligro toda esa obra?

-No. Vicente Ferrer siempre veía más allá que los demás, así que lo ha dejado todo muy bien encauzado. Él no está, pero su obra se mantiene y sigue adelante. Y el núcleo fundamental del proyecto está en España, que es de donde obtenemos la mayor parte de la ayuda económica. Hay aún mucho por hacer; de ahí que necesitemos más apadrinamientos. Es cierto que aquí hay crisis, pero hay aún mucha solidaridad. Eso es muy importante.

-¿Y cómo ha influido la muerte de Vicente Ferrer en el planteamiento de la Fundación?

-Se mantiene su enseñanza. Fue un líder, pero tuvo la claridad de preparar a los indios para hacer nuevos líderes que pudieran continuar esa tarea. Su persona no está, aunque sí su filosofía. Está vivo en nuestra mente, en nuestro corazón y en las enseñanzas que nos dejó.

-Llegó a India en 1952, pero su labor fue inicialmente incomprendida. ¿Por qué?

-Sí. Bueno, cuando un niño nace y va creciendo hay muchos que no saben qué va a dar de sí. Cuando llegó Vicente Ferrer a la India había muchas personas que no entendían, aunque él ha dicho que entonces, quizás, ni él mismo comprendía muy bien lo que estaba haciendo. Pero tenía una idea firme, muy arraigada, que era la de ayudar a la gente. Primero lo hizo como jesuita; después descubrió que necesitaba una libertad personal, y fue el camino que siguió, sin obligar a nadie. No ha querido nada para él.

-¿Hay organizaciones similares a la de Vicente Ferrer?

-Lo que hay son otras ONGs, porque hay mucha pobreza. Nosotros nos hemos concentrado en una determinada zona del país.

-Esa imagen no casa con la de una India emergente, con gran potencial económico.

-Sí, pero es un país con mil doscientos millones de habitantes. El 70 por ciento de la población vive en zonas rurales y de la agricultura, que depende de las lluvias; sólo si llueve hay trabajo. ¿Quién se gana bien la vida? Digamos que un 10 por ciento de la población. El 40 por ciento de quienes viven en las grandes ciudades lo hacen con un euro al día.

-Supongo que usted esboza una sonrisa cuando nos oye hablar de la crisis...

-Es tan distinto. La gente en India piensa que si no tiene comida hoy, quizás pueda tener dos platos mañana. Así que dice: «Mejor lo dejamos para mañana». No hay que tener miedo a las crisis económicas; lo importante es la fuerza para seguir adelante.

-¿El hinduismo y el budismo han ayudado a soportar situaciones que parecen intolerables?

-Yo soy cristiano, pero se trata de religiones que los indios utilizan para su propio bien, como una guía de comportamiento, sin que nadie te obligue. Intentamos convivir con todas las religiones.

-Uno de los elogios recurrentes cuando se habla de Ferrer es que atendió a la casta llamada «intocable». ¿Cómo fue interpretado?

-Empezó ayudando a familias de intocables. La gente se preguntaba el porqué. Con el tiempo vieron que Vicente Ferrer no quería nada a cambio, sólo la felicidad de todos los pobres. Ha ganado el corazón de miles y miles y ciudadanos indios, que le quieren. Para los intocables es un dios. Al principio sí tuvimos problemas con las castas altas, pero ya no; es más, ahora vienen a la Fundación y nos piden que vayamos a su pueblo a atender a los intocables. Ha sido un cambio, una revolución tranquila y en paz. Todos tenemos el derecho a la educación y a una vida digna.

-¿La obra de Vicente Ferrer es conocida en toda la India?

-Lo bueno de su enseñanza es que jamás quiso la propaganda, sino el trabajo desde la humildad y la discreción. No hace falta enseñar al mundo lo que se hace; quien tiene que saber ya sabrá. A partir de un momento, cuando hay millones de personas que dependen de la solidaridad, sí hemos querido dar a conocer el trabajo en España, que es de donde salen las ayudas.

-¿Qué pasos se siguen para apadrinar a un niño?

-Es muy fácil. Hay que llamar a la Fundación o entrar en su web. También se puede apadrinar a un niño discapacitado. La cuota es de 18 euros mensuales, un dinero que va directamente a la Fundación y lo gestiona en los seis proyectos que desarrollamos en casi tres mil pueblos.

-Usted se crió al lado de Vicente Ferrer. ¿Cómo era en su trato cotidiano?

-Muy cercano. Tenía algo extraordinario y ofrecía una imagen de mucha paz. Vestía con mucha sencillez: un pantalón de pana, una camiseta azul, un reloj muy sencillo y unas chanclas. Te enseñaba y explicaba que todo es posible. Uno podía tener muchos problemas, pero cuando veías a Vicente te olvidabas y querías estar a su lado, escuchándole. Siempre perdonaba y daba una segunda oportunidad.

-¿Le costó trabajo adaptarse a la India?

-No. Lo dice en el libro que escribió. Cuando llegó a India sintió que llegaba a su casa. Quizas tuvo dificultades al principio, pero las superó con una sonrisa.

-¿Les ha molestado que no le dieran el Nobel de la Paz?

-Lo importante es el trabajo que se ha hecho, que se conozca. Seguimos luchando, no pasa nada.

«No hay que tener miedo a las crisis económicas; lo importante es la fuerza para seguir adelante»