El sabor dulce se asocia a sensaciones agradables y placenteras y las causantes de esta impresión «son las endorfinas, llamadas opioides endógenos porque sus efectos son similares a los del opio, que producen bienestar.

Para entender por qué el organismo demanda productos azucarados, la farmacéutica y nutricionista Nuria Suárez González señala que los estímulos producidos por los alimentos causan en nuestro cerebro la liberación de unas sustancias llamadas neurotransmisores, que son compuestos químicos que transmiten la información de una neurona a otra. Uno de ellos es la serotonina, que entre otras funciones fisiológicas regula los estados de ánimo e interviene en el control del apetito. Así, los niveles bajos de serotonina dan lugar a estados de ánimo igualmente bajos, pero también a la necesidad de comer especialmente hidratos de carbono de mayor carga glucémica: chocolate, pasteles, tartas, galletas... «Y es que estos dulces producen un aumento de la concentración de serotonina en los espacios interneuronales que da lugar, a su vez, a la producción y liberación de otras sustancias, las citadas endorfinas».

El estrés, el calor demasiado elevado, una dieta no adecuada, la cafeína, las bebidas alcohólicas y la edad son factores que provocan la reducción de los niveles de serotonina, lo que explica por qué muchas personas sienten un deseo desmesurado por los alimentos más dulces y pasan el día picando. Este hecho, apunta Nuria Suárez, «va unido a problemas de ansiedad y depresión». Para estas situaciones no existe un tratamiento fuera de la farmacología, más allá de la simple resistencia. «Si queremos atajar el problema, tomar alimentos con capacidad para aumentar la síntesis de serotonina (carnes rojas, pescados, leche y sus derivados, huevos, nueces, almendras y plátanos) es nuestro único aliado».

Si bien los profesionales de la salud desaconsejan tomar dulce en exceso, hacerlo de manera equilibrada es «incluso necesario ya que la glucosa es un alimento fundamental para el cerebro», resalta la nutricionista. «Pero el mejor momento es a primera hora de la mañana ya que así aportamos al organismo la energía y los nutrientes necesarios para desarrollar la actividad diaria», recomienda. Igualmente, la especialista aconseja ingerir alimentos dulces lo más naturales posibles, como frutas, lácteos azucarados o dulces caseros para evitar las grasas saturadas, conservantes, colorantes y aditivos propios de los fabricados por la industria.

Cuando el consumo de dulces es excesivo y no se puede atribuir a estados emocionales negativos, sino sólo al simple gusto por el sabor, la nutricionista hace hincapié en los riesgos que existen: obesidad y enfermedades relacionadas con el sobrepeso, como aumento de los niveles de colesterol y triglicéridos, enfermedades cardiovasculares, diabetes, hipertensión...