Gijón, J. L. ARGÜELLES

Cuenta Cuco Suárez que regresaba a Asturias en tren, en febrero del año pasado, decepcionado con lo que acababa de ver en la última feria madrileña de Arco. Y también «mosqueado», según aseguró ayer, por tanta liviandad posmoderna. «Un arte para no molestar, sin nada, vacío de contenido», subrayó. En esa decepción y en su reflexionada «teoría de la conspiranoia» está el origen de la exposición «Proyecto Hamlet», siete instalaciones con las que el artista multidisciplinar y «performer» trata de responder, desde la crítica a una sociedad que pone a todos los individuos bajo la etiqueta del consumismo y la sospecha, a lo que debe ser hoy, a su juicio, el arte. «Soy un cronista de la realidad y un médium», manifestó en la inauguración de la exposición, que estará abierta al público en el Centro Antiguo Instituto hasta el próximo 21 de febrero.

Cuco Suárez, lavianés de 1961, ha estado concentrado en los últimos años en lo que fue, primero, el Centro de Investigación Artística de Ladines y, posteriormente, Fundación de Arte Ladines. Un foco creativo anclado en el paisaje excepcional de Sobrescobio, en el alto Nalón, del que pudimos ver, en 2011, algunas de sus producciones en la Laboral. «Ha quedado parada, así que unos cuantos amigos me animaron a exponer porque llevaba años haciendo cosas fuera, pero no en Asturias», explicó.

La obra de Cuco Suárez, que se formó como ceramista en la Escuela de Artes Aplicadas de Salamanca y expuso por primera vez en 1988, plantea siempre, desde distintas disciplinas y materiales, un contundente cuestionamiento del poder y sus operaciones de dominio social. Las piezas que muestra en el Antiguo Instituto, vertebradas por «Hamlet» y «Sospechosos», no son una excepción. Todo le viene bien al artista asturiano, desde el vídeo, la pintura, la estatuaria al más humilde de los botijos, para meter el dedo en el ojo del leviatán de un sistema que succiona, consume, expulsa. Pero no sólo, porque hay también en «Proyecto Hamlet» una lúdica indagación sobre la fragilidad del ser.

De entrada, el espectador encuentra «Los tres monos sabios. Retrato de Miguel Galano». «Es una referencia a la prisión de Guantánamo», hizo resaltar el artista. Casi al lado, un brazo rojo, a modo de exvoto, nos dice al pasar: «Tú». Esta pieza, junto con «Sospechoso», una de esas puertas detectoras de metales, nos habla del control y vigilancia a que somos sometidos constantemente. En el centro de la sala, «El querubín, el botijo y la rana», con réplica del popular y bruselense «Manneken pis», evoca, una vez más, la perversión del sistema como repetición, mientras que en la videoproyección «Sed, fartura y mexada» el tema es la insaciabilidad. En «Hamlet», donde el artista replica su propia cabeza con diversos materiales (cera, hielo, plomo...), a los que une un gran cartel, apunta hacia el texto homónimo de Shakespeare y su pertinente dilema sobre la existencia.