Director de escena de «Peter Grimes»

Oviedo, Javier NEIRA

David Alden, norteamericano de Nueva York, es el director de escena de la ópera «Peter Grimes» que se ofrecerá el domingo, 29 de enero, en el teatro Campoamor de Oviedo. Es el último título de la temporada. Una producción conjunta de Ópera de Oviedo, English National Opera y De Vlaamse Opera.

-¿Qué es lo característico de su visión escénica para «Peter Grimes»?

-Realmente es una ópera muy poderosa. No necesita concepto o enfoque. Basta con transmitir la energía que contiene. Es suficiente con que salga, con ayudar a que salga y llegue al espectador. Está inspirada en el momento mismo en que Britten escribió la obra. Antes se había trasladado a vivir a América, al inicio de la Segunda Guerra Mundial dejó Inglaterra. Era un objetor de conciencia, estaba en contra de todo el mundo. Pero no solo por eso dejó su país, con el cambio intentaba al mismo tiempo buscarse a si mismo. Era homosexual, formaba pareja con el famoso tenor Peter Pears que fue quien finalmente acabó estrenando el papel de Peter Grimes. Esperaba encontrar en América más libertad para vivir su vida. Pero no la encontró. Y llegó un momento en que empezó a sentir nostalgia de su casa y tuvo hasta problemas para concentrarse en la composición de alguna de sus piezas. Justo en ese momento leyó el poema «The Borough», de George Crabbe, que habla de Peter Grimes y se dio cuenta que debía regresar a Inglaterra, que allí debía buscar el éxito y escribir sobre este personaje que acababa de descubrir. Sentía la fuerte excitación de volver a casa y al mismo tiempo tenía miedo porque estaba condenado por la opinión pública al ser objetor de conciencia en medio de una guerra tremenda y debería afrontar lo que le podía ocurrir. Por eso una ópera como «Peter Grimes» está llena de todos estos sentimientos. Está llena de amor por la gente, por el pueblo de pescadores, por la vuelta a casa... y, claro, están muy presentes los sentimientos propios de una persona que se ve en los márgenes de una comunidad, que intenta formar parte de ella pero no lo consigue o no se lo permiten. Britten mezcla todos esos profundos sentimientos de excitación, ganas y miedo y los pone todos en esta ópera. Por eso yo situé esta producción en el momento mismo en que la escribió, durante la Segunda Guerra Mundial.

-Que no aparece en absoluto en el libreto.

-No aparece en la ópera y en esta producción solo hacemos referencia a la guerra pero de lejos y muy poquito. Realmente se refiere siempre a una comunidad muy cerrada y unida, con unos sentimientos que sin problemas se pueden trasladar a cualquier otra época. Quise situarla en esa época porque la música tiene algo del jazz, de las producciones de Broadway del momento y de Kurt Weill. Al oírla te traslada a ese tiempo.

-¿Britten se proyecta en Peter Grimes?

-Absolutamente. En ésta y en todas las óperas de Britten aparece más o menos acusado su conflicto personal, todo muy relacionado con su homosexualidad. En todas las óperas de Britten hay un niño o una inocencia que se ve interrumpida y es reflejo de lo que vivía él a los 12 años. Britten se acerca a los niños pequeños, los amaba y se aproximaba a ellos. Aparecen en casi todas sus óperas y eso es también muy controvertido. Siempre se ha hablado de eso y han aparecido varios libros sobre lo que ocurría entre Britten y esos niños. Algunos, ya adultos, han contado cosas. De todos modos, sigue habiendo confusión sobre esa relación de Britten con los niños, sigue habiendo preguntas sin responder. En 1945 la homosexualidad estaba penada por la ley y no había discusión. Britten podía ser detenido porque vivía con su pareja. Todo eso está en «Peter Grimes». En mi escena hay una línea visual bastante uniforme. Empieza siendo un espacio limitado, casi agobiante y en la medida que avanza la obra las cosas van desapareciendo y solo queda el cielo.

-¿Hace una lectura optimista con una especie de liberación?

-Para nada. Es una ópera realista y al mismo tiempo como un sueño expresionista. Es una respuesta de Britten a lo que ocurría; a «Wozzeck», de Berg, la mejor ópera expresionista. Yo quiero establecer un equilibro entre el realismo de los pescadores y la visión atormentada y paranoica de Peter Grimes. Y según avanza la acción cada vez se ve más desde esa perspectiva paranoica.

-¿Peter Grimes es un loco con causa?

-No estoy seguro que esté loco. Está atormentado por la sociedad que lo criminaliza. Pero de inicio no estoy seguro que esté loco. Es un hombre difícil y complejo. Un analfabeto que no sabe expresarse, pero sin embargo es un poeta. Es lo que Britten quiere crear. Realmente la rabia que hay detrás de esta ópera estalla al ver cómo una comunidad con sus actos puede demonizar a alguien. Por eso la trasladé a la Segunda Guerra Mundial, ahí subyace todo lo que Britten quería decir en aquel momento. Originalmente se supone que tiene que estar situada a principios del XVIII en Inglaterra. El poema original es de alrededor de 1730 y claro no concuerda con la música.

-En Oviedo se recuerda su «Ariodante».

-Esto es totalmente diferente.

-¿Cómo está afectando la crisis a la ópera en EE UU?

-La ópera nunca fue tan popular como ahora. La televisión ha sido capaz de hacer ese cambio. Las producciones de los últimos 30 años han experimentado una auténtica revolución. Tenía que cambiar. Los medios y la televisión han empujado a esa transformación que tenía que ocurrir. Hay problemas en todos los sitios. En América, las pequeñas compañías de ópera están cerrando. En Londres, donde trabajo habitualmente, siempre han habido problemas económicos. En Londres estamos acostumbrados a pelear y trabajar en esas circunstancias difíciles. En Alemania, donde siempre hubo muchísimo dinero para la ópera, están haciendo restricciones. Creo que todo lo que rodea al mundo de la ópera es tan grande y tan caro que debe cambiar. No sé cómo. Se transformará. La crisis no acabará con la ópera porque es demasiado importante y divertida. Pero cambiará definitivamente.

-Volviendo a su «Ariodante» astur.

-Fue en noviembre de 2009 en Oviedo. Casi no tengo recuerdos, estuve poco tiempo, normalmente hago mi trabajo y me voy. Recuerdo, eso sí, que en el estreno la gente era muy formal, muy correcta. Lo mismo vi en Barcelona. Creo que es parte del carácter español: en los estrenos, todos muy serios. Eso me pone muy nervioso. No es como cuando la gente va a misa, pero está entre ir a misa e ir al club. Cuatro bodas y un funeral.