Oviedo, M. S. MARQUÉS

En el año 1599, fray Diego de Ocaña emprendió en Sevilla un largo viaje con destino al Nuevo Mundo. Partía del monasterio extremeño de Guadalupe para recorrer las tierras recientemente conquistadas con la finalidad de reunir donativos y limosnas para paliar la difícil situación económica que atravesaba el monasterio.

Ocaña realizó una relación pormenorizada de aquel viaje que le llevó a recorrer gran parte de la América del Sur en el primer lustro del siglo XVII. El manuscrito resultante de los apuntes que confeccionó durante el recorrido es una obra de extraordinaria belleza que incluye 22 dibujos y 5 mapas. Hoy forma parte del fondo bibliográfico más destacado de la biblioteca de la Universidad de Oviedo.

La obra, a la que se denomina «Viaje por el Nuevo Mundo: de Guadalupe a Potosí, 1599-1605» perteneció a Bartolomé José Gallardo y desde el año 1861 forma parte de la colección de Felipe de Soto y Posada. Ramón Rodríguez, director de la biblioteca, apunta que aunque no se conoce con seguridad, se cree que el manuscrito fue enviado, probablemente por el autor, al monasterio de Guadalupe, donde habría permanecido hasta la desamortización de Mendizábal.

Felipe de Soto lo tuvo en su casona de Labra (Cangas de Onís) hasta 1917, fecha en la que fue adquirido por Roque Pidal, que lo vendió junto a muchos otros libros a la Universidad de Oviedo en 1935. El alto interés de la obra está fundado tanto en los aspectos descriptivos del viaje que relata con todo detalle como en la vertiente plástica que representan los dibujos realizados a plumilla y coloreados con acuarela por Ocaña. Los dibujos ilustran las descripciones de los indígenas de las diferentes regiones visitadas, detallando su forma de vestir junto con los tocados que algunos lucen en la cabeza y las pinturas que los adornan. Ocaña pinta a los indios de los llanos, a los de la ciénaga del Purén; los trajes de los indios y las indias de Chiriguanaes o del Tucumán, todo un muestrario de personajes que se completa con las acuarelas dedicadas a figuras destacadas de gobernadores y mandos de algunas regiones.

El manuscrito es más que la crónica de un viaje que recorre de Norte a Sur la costa occidental de América del Sur, hasta llegar a Chiloé, cruzar la cordillera de los Andes, recorrer las pampas argentinas, Paraguay y Tucumán para llegar a La Plata y Potosí. Tiene similitudes con la gran mayoría de los relatos que surgen a partir de las expediciones de descubrimiento y conquista del siglo XVI, sin embargo, el relato de Ocaña, si bien sigue las instrucciones que se les daban antes de partir para informar con detalle de la vida en el Nuevo Mundo, introduce una forma personal en el relato, incorporando sus vivencias personales y ofreciendo una visión más cercana de los territorios que encuentra a su paso.

Como ya dijimos al inicio, el propósito del viaje era reunir donativos para el monasterio de Guadalupe entre los nuevos conquistadores, y evitar así que estas contribuciones fueran a parar a otras órdenes religiosas. Para ello, Ocaña se convierte en un embajador de la devoción mariana que en muchos casos no duda en realizar imágenes de la Virgen que eran entronizadas en grandes festejos, dibujos con los que además conseguía reunir fondos para subsistir.

Para esta afición le vino bien la formación que había recibido en el monasterio de Guadalupe, donde los novicios eran entrenados como pintores recibiendo lecciones que contribuyeron a desarrollar su personalidad polifacética y talentosa.

Fray Diego de Ocaña pintó a lo largo de su viaje un buen número de imágenes en Lima, Cuzco y otras localidades. Eran obras que ocupaban un lugar de honor en los altares de las iglesias y monasterios y servían para conseguir contribuciones que irían dirigidas al convento de los jerónimos en Extremadura. En el manuscrito, compuesto con letra humanística, se puede leer cómo Ocaña sostiene que si sus imágenes no sólo son bellas sino dignas de ocupar un lugar en los altares esto no se debe a su capacidad artística sino a un don especial concedido por la Virgen para que pudiera promover el culto y obtener limosnas.

En una edición crítica de la obra realizada por Blanca López de Mariscal y Abraham Madroñal, de la Universidad de Navarra, se describe el libro como algo más que un relato de viaje, ya que contiene, además de relaciones de sucesos, la descripción de las fiestas que se realizaron para entronizar a la Virgen en ciudades como La Plata o Potosí, y una comedia titulada «Comedia de Nuestra Señora de Guadalupe y sus milagros», además de los citados dibujos y mapas.

Uno de los episodios más singulares de la obra es la descripción que el autor hace de los festejos, donde recoge todo tipo de celebraciones litúrgicas, procesiones y juegos en honor a la Virgen. Es un ejemplo de cómo a la hora de enfrentarse a la narración, Ocaña, que consigue un relato ameno e interesante, une al propósito de dar información sobre su tránsito por aquellas tierras crónicas centradas en acontecimientos que vive durante el viaje, con un especial gusto por relatar sucesos, como el centrado en el volcán que arrasó la ciudad de Arequipa o comentarios de los usos y costumbres de los indígenas y mensajes a cerca de la exuberancia del paisaje.

Para redondear más si cabe sus contenidos, el libro lleva incluida la «Comedia de Nuestra Señora de Guadalupe y sus milagros». Los estudiosos de la obra creen que el fraile escribió el texto teatral porque se dio cuenta de la gran afición que en algunos lugares sentían por este tipo de espectáculos. La primera puesta en escena fue en 1601 en Potosí y un año después se representó en Sucre. Se trata de una comedia de santos que se basa en el libro de los milagros existente en el propio monasterio de Guadalupe, y está considerada una de las piezas dramáticas más antiguas dedicadas a la Virgen de Guadalupe.

En el manuscrito queda de manifiesto que Ocaña, a la vez que trabaja en los intereses de su convento y fomenta la devoción a la Virgen, observa y anota cuanto ve, y describe con sencillez su camino desde que sale de Extremadura.