Tras el concierto a dúo de Ana Belén y la pianista Rosa Torres-Pardo el pasado 13 de enero, el Festival de la Palabra que se celebra cada año en el teatro Jovellanos continuó su curso con el cantante de la cuenca minera Chus Pedro. Tras 30 años de actividad en el dúo Nuberu, una destacada implicación en el colectivo cultural «Camaretá» y dos discos firmados en solitario (el último, Nenita, publicado en 2011 bajo el amparo de su propio sello, «La Mula Torda»), Chus Pedro llevó a cabo un espectáculo de corte más intimista, acompañado únicamente del piano de Gabino Antuña (quien también es el director musical) y del violonchelo de Nacho Alonso, y en el que utiliza sus vivencias como hilo conductor para construir el discurso artístico.

Chus Pedro utilizó la fórmula de la narración en primera persona, incidiendo en detalles biográficos cargados de emotividad y en notas contextuales destinadas, sobre todo, a gente de su propia generación (similar a la concepción de la gira «Vivir para cantarlo», de Víctor Manuel). Este recurso, que pretende crear un vínculo de acercamiento entre público y artista a la vez que revestir la música de un formato más introspectivo, puede incurrir a su vez en ser un vehículo en el que prime el sentimiento nostálgico sobre las propias canciones. En el caso de Chus Pedro primó por momentos lo segundo, aunque hubo secciones en las que la balanza estuvo más equilibrada.

Una de las novedades más marcadas del recital supuso poder escuchar al cantante defendiéndose en registros poco convencionales para él, como «El tamborilero» (Raphael), «Angelitos negros» (Antonio Machín) o «La vida sigue igual» (Julio Iglesias). Chus Pedro mantuvo sus giros característicos, aunque también supo mimetizar algunos de los manierismos característicos de los cantantes con los que trabajaba, lo cual aportó variedad. Sin embargo, el hecho de que cada canción se redujese sólo a una estrofa y un estribillo, en ocasiones con arreglos un tanto recargados, no dinamizó el ritmo.

Muy diferentes fueron sus nuevas relecturas del repertorio de «Nuberu», muy bien trabajadas en formato trío. «La mula torda», «Dame tira», «Los fugaos» o «El chamiceru», todas incluidas en el primer disco del dúo («Asturies, ayeri y güei»), cobraron una renovada frescura con los inteligentes arreglos de Gabino y con la voz plena de Chus Pedro, que siguió transmitiendo la misma emoción de antaño. El dúo junto a su eterno compañero Manolo Peñayos («Aída de la Fuente») fue muy aplaudido, aunque ello volvió a llevar el espectáculo por una vía más sentimental a través del pasado del grupo, en lugar de seguir mirando hacia el futuro con esos nuevos arreglos tan interesantes que se habían propuesto con anterioridad. También fue una grata sorpresa escuchar nuevos arreglos de «Per cuatro palos que di» y «La carbonera», piezas de mayor complejidad instrumental, lo que me plantea lo bien que podría resultar un recital con dicha formación y en esta misma línea. Fue una lástima que no se eligiera esta misma tónica para algunas de las piezas grabadas por Chus Pedro en solitario, como «Carretera abaxu va», «Verdiciu» o «Si quies que te cortexe» (nominada a los premios «AMAS» 2012 como «mejor canción folk»), en las que el trío utilizó la grabación con el resto de instrumentos como soporte instrumental. La próxima cita del Festival de la Palabra será con «Duquende».