Ribadesella sabe de su arte y sus amigos de su bondad. En una de sus visitas estuvimos disfrutando desde la salida hasta la puesta del sol. Fue un día inolvidable.

Empezaba un nuevo año y le dije: Sabido es que enero es un mes de ilusiones. Los Magos, generosos, han dejado en el zapato del paseo riosellano de la Grúa un hermoso regalo del rey Mingote.

A los pies de su Virgen de Guía, reflejados en su bella y amplia bahía que sabe de aguas de su Sella y su Cantábrico, e iluminado por el guiño dorado de su faro de Somos, la caricia de la mano de este gran hombre nos deja, sobre la piel de sus seis magníficos dibujos, la historia de nuestra querida Ribadesella.

Tiene la vida, en ocasiones, gratas sorpresas que se hacen cumplidos sueños. Digo esto porque hace unos meses recibí en mi casa de San Martín de Collera su visita en compañía de su mujer Isabel y otros amigos.

Larga charla la nuestra, en muy amena conversación, las horas se hicieron cortas, y fueron muchas, para sacar a la luz un gran archivo que en el correr de los tiempos le dediqué a su persona. Era todo, dentro de la emoción, como una vieja amistad vivida en la distancia pero cercana en el afecto.

Fue un día para el recuerdo. Caminamos por nuestras destilerías y bodegas bajo el aroma de los frutos macerados que esperan al paciente alambique para la salvación de sus almas y nos metimos en el silencio del cuerpo de nuestras cubas de roble, que saben del reposo de sus viejas soleras.

Les confieso que tengo, desde hace más de medio siglo, a este maestro del humor y la palabra una especial admiración. De sus muchas frases me quedo con dos. «El humor ayuda a valorar las cosas en su justa medida». Su modestia queda reflejada en: «No he terminado mi aprendizaje, tengo ilusión en dibujar mejor».

Luego, sobre un libro que define: «El retrato de su vida», me dejó, junto con un bonito dibujo, unas palabras: «Para Emilio Serrano, con mi agradecimiento tan grande como mi estupor viendo lo que guarda, recuerda y admira. Con envidia y admiración a un tiempo, Antonio Mingote». Gracias, amigo.

Él dice que no sabe explicarlo, pero a la gente la quiere de verdad. Sin duda, así es. Es toda personalidad demostrada a través de sus obras. Sus claras ideas, su amplia cultura, su bondad, su tolerancia y comprensión, su capacidad, su gran perspectiva liberal y abierta al diálogo hacen que este académico e historiador de la vida social deje una huella con su trato sencillo y respetuoso.

Veo a Isabel y a él unidos en su sentir. Me dicen que ella es la callada armonía del genio, y es cierto. Lo observo cuando hablo con ellos y aprecio que, con frecuencia, se requieren y consultan. Todo un certificado de amor.

El día 26 es un honor para mí compartir con él y otros distinguidos amigos los premios que nos otorga el Ayuntamiento y Patronato de Ribadesella en su gala de turismo.

Seguimos hablando, en amena tertulia, sobre la terraza del Gran Hotel. Nos llega la brisa del mar cercano. La tarde se hace ya noche y sobre las aguas tranquilas de la bahía flotan luces que, como velas encendidas, alumbran su magnifica obra.

En nuestra fluida charla nos acompañan anécdotas y recuerdos que él magistralmente, también sabe dibujarlos con la palabra.

Y es que la plenitud de su pensamiento profundo y exquisita personalidad serán siempre, en mi recuerdo, alentadoras y humanas.

Correspondo, amigo, a tu amistad con mi cariñoso recuerdo para toda esa estimada familia. Descansa en paz.

Caballero, un abrazo.