Ante mi amistoso reproche de que ya se vendía caro con sus interesantes artículos de prensa relacionados con la República y la Guerra Civil, Juan Ramón Pérez Las Clotas me respondía hace algún tiempo: «No escribo ya porque temo hacerlo mal»... Era exigente consigo mismo.

Tuve la fortuna de volver a visitarle en su casa la semana pasada y departir con él durante un par de horas sobre nuestros recuerdos profesionales. Nada hacía sospechar que le quedaban cinco días de vida, porque, pese a su relativo deterioro físico, mantenía una espléndida lucidez y su característico sentido del humor.

Siempre recordaré el buen juicio, la cultura, la profesionalidad, la elegancia personal y el talante socarrón de Juan Ramón Pérez Las Clotas. En los años 60, trabajábamos ambos en empresas periodísticas de muy distinta significación ideológica: yo, en «La Voz de Asturias» renovada y pujante de entonces; él, en LA NUEVA ESPAÑA del Movimiento, aún el diario líder indiscutible, tiempo en el que mantuvimos algunas polémicas, siempre con respeto y juego limpio.

Fue un redactor jefe emblemático y renovador, con absoluto dominio del oficio, comprensivo y didáctico con los jóvenes reporteros que entonces se incorporaban a la redacción. Director de este periódico a mediados de los 60, lo fue también, como hoy se recordará, de «La Tarde», de Málaga, en el que duró muy poco; «Libertad», de Valladolid, y de un entonces brillante diario «Alerta», de Santander.

Estuvo en La Habana de corresponsal, de donde quiso salir enseguida, porque le era imposible tomar sus «martinis» y le asfixiaba el ambiente constante de espionaje a que era sometido. Su mejor recuerdo como corresponsal del diario «Arriba» y la agencia «Pyresa», según confesaba, fue el del tiempo que estuvo en Lisboa.

Tuvo el modesto firmante el privilegio de compartir con Juan Ramón una corta temporada, en espera de destino, en lo que era conocido en la empresa como «el cementerio de elefantes», la planta séptima del edificio central, junto con profesionales de la talla de Rufo Gamazo, Teodoro Delgado, Domingo Medrano, Valentín Domínguez Isla y Félix Morales. Una experiencia sin desperdicio entre aquellos pesos pesados de la profesión y su derroche de ingenio y buen sentido.

No olvidaré su apoyo durante la difícil y apasionante etapa de la transición (como subdirector técnico de la cadena que él era entonces) en el San Sebastián de los «años de plomo», y nuestros aperitivos en el «Basque», que él no perdonaba, dando instrucciones al camarero sobre la marca de ginebra y el número de gotas que debía echar en el Martini.

Mediados los 80, Pérez Las Clotas junto al que fuera director de este diario, Pedro Pascual, y quien esto escribe negociamos en Madrid, con la asesoría de Vizcaíno Casas, la situación de los directores de toda la cadena de Medios de Comunicación Social del Estado tras el abrupto cese decretado por el Gobierno socialista, consiguiendo un resultado medianamente digno.

Vayan estas apresuradas líneas como homenaje a la memoria de Juan Ramón y de condolencia sincera a su hermana, María del Carmen, a sus sobrinos y familia, que será sin duda el sentir de la toda clase periodística por la desaparición de un veterano y querido maestro.