Madrid / Oviedo,

Efe / L. M. S.

«Consentir que nos condecoren es reconocer al Estado o al príncipe el derecho de juzgarnos», sentenció una vez el poeta francés Charles Baudelaire. Siguiendo esta máxima, el novelista madrileño Javier Marías, de 61 años, rechazó ayer el Premio Nacional de Narrativa, dotado con 20.000 euros, para ser «consecuente» con su idea de que el escritor debe mantenerse «alejado del poder» y no aceptar «remuneraciones del erario público».

El Ministerio de Cultura había anunciado por la mañana la concesión del premio a Marías por su novela «Los enamoramientos». Poco después, trascendió que el autor de «Todas las almas» rechazaba el galardón y que, por la tarde, daría sus razones en una rueda de prensa.

Y así fue. «Hubiera sido una cierta sinvergonzonería aceptar este premio», dijo en su comparecencia ante los periodistas en el Círculo de Bellas Artes. Marías agradeció «profundamente la gentileza y la generosidad» de los miembros del jurado por haber tenido su novela «en tanta consideración». Sin embargo, agregó, al tratarse de «un galardón institucional, oficial y estatal», no le es posible aceptarlo.

Detrás de su rechazo a los premios oficiales está el deseo del narrador de que nadie pueda pensar que ha hecho su carrera gracias a las subvenciones estatales. Pero hay otro motivo más: el hecho de que su padre, el filósofo Julián Marías (1914-2005), no ganara nunca ningún premio nacional.

«Me pareció que si él no lo había recibido tampoco yo era merecedor», explicó el madrileño, uno de los escritores españoles de mayor prestigio internacional, autor de una nutrida obra que ya ha sido traducida a más de cuarenta lenguas y de la que ha vendido más de seis millones de ejemplares en todo el mundo.

Marías aprovechó su rechazo del galardón para denunciar que escritores de la talla de Benet, Gil de Biedma o García Hortelano -los tres ya fallecidos- tampoco obtuvieran nunca un premio nacional.

«Confío en que no se tome mi postura como un feo o un agravio, o como un desagradecimiento. Todo escritor agradece el aprecio por su obra», dijo en otro momento de la rueda de prensa. Sin embargo, se mantuvo firme: es consciente de que se trata de una decisión insólita, pero no ha querido que le pase como a otros escritores, que «se mostraban alejados del poder» y luego aceptaban un premio nacional.

También insistió en que su decisión no tiene «nada que ver con quién gobierne o deje de gobernar» y consideró que «hubiera sido demagógico decir que sí al premio y donar el dinero» para alguna obra benéfica o cultural. «Creo mejor que ese dinero lo destinen a lo que ellos quieran. Puede que lo destinen a los bancos», dijo con sorna, «pero ojalá fuera a las bibliotecas públicas».

Su decisión es muy antigua, pero ahora, con el Gobierno del PP, podría añadir un motivo más para rechazar premios e invitaciones, el de que la cultura «es una de las esferas que han salido más perjudicadas» por el actual Ejecutivo.

Marías admitió que, si no hubiera recibido premios en el extranjero, estaría «más deseoso» de que se los otorgaran en España, pero le han dado muchos fuera, y muy importantes, y eso ha sido suficiente para su vanidad. Tanto, que dijo que rechazaría también el «Cervantes», aunque no cree que tenga ninguna posibilidad de que se lo den. Marías sí aceptó en 1979 el Premio Nacional de Traducción por su versión del «Tristram Shandy» de Sterne.