Hecho insólito para Gijón: la OSPA casi logra el lleno, anoche, en el teatro Jovellanos. En tiempo de recortes nos parece muy buena idea la de rebajar un 30 por ciento el precio de las localidades en el último cuarto de hora previo al inicio de la audición. De este modo el impulso a la taquilla fue notable. Patrocinado por LA NUEVA ESPAÑA, el concierto, aparte del atractivo del programa, contaba con la intervención del violonchelista madrileño Pablo Ferrández, un excepcional virtuoso que pese a su juventud provocó el entusiasmo del respetable.

El acomodo de la orquesta supuso una novedad con los seis contrabajos cerrando la escena, en alto, en el mismo lugar que suele ocupar un coro. Cabría pensar en un correcto acompañamiento del violonchelo, pero no; la formación se mantuvo en el resto del concierto. El directo, Rossen Milanov tomó la batuta. No es un hombre de gran corpulencia, pero sí de gran dominio sobre sus músicos. No parece que le gusten mucho los trajes, pero sí los zapatos. Impresionante la entrada que hizo de Sigfrido y sus «Murmullos del bosque». Una pieza que sabemos corresponde a Wagner, aunque por su dulzura, por su sereno poema sinfónico, difiere de la grandiosidad arrolladora de sus obras más notables. Precioso el pasaje en que la flauta travesera y el clarinete emulan el canto de los pájaros arrullados por las cuerdas.

El Concierto para violonchelo en la menor, de Schumann, descubrió el talento de Pablo Ferrández, un músico completo, dotado de una técnica magistral. Todo ello con 21 años. En el pueblo suelen decir, que «si estás así de verde, cuando madurezcas...». En declaraciones a este periódico ha manifestado que en su estancia en la Academia Kronberg, una las más exclusivas del mundo, y en la que aún ha de permanecer dos años más, estudia unas siete horas al día. O sea, piensa salirse. Su lectura de la obra del alemán resultó genial, y en respuesta a los aplausos, a los ¡bravos! encendidos del público regaló un bis. El «Cant dels ocelles», una pieza habitual para solo de violonchelo; solía interpretarla Pau Casals, y también se escucha en los actos de homenaje a las víctimas del terrorismo.

El acontecimiento se completó con la Sinfonía nº 6 en fa mayor, «Pastoral», de Beethoven. Una obra grandiosa, Beethoven y la OSPA, comparten esa grandiosidad, no en vano es el sello que durante años le imprimió Max Valdés.