Ciudad del Vaticano / Oviedo,

Agencias / P. Á.

Francisco ofició ayer en la cárcel romana de menores de Casal del Marmo la misa de la cena del Señor del Jueves Santo, durante la cual lavó los pies a doce jóvenes allí recluidos, entre ellos dos muchachas, una católica y otra musulmana, imitando lo hecho por Jesús con los doce apóstoles. «Esto es lo que Jesús nos enseña y esto es lo que yo hago. Es mi deber, me sale del corazón y amo hacerlo», afirmó el Papa Bergoglio cuando se disponía a lavar los pies a los muchachos.

El Pontífice subrayó que el lavatorio de los pies «es una caricia de Jesús», y añadió: «Entre nosotros quienes está más alto debe estar al servicio de los otros, y eso es lo que hago yo lavando los pies, un deber como obispo y como sacerdote». Francisco lavó los pies arrodillado, después los secó y los besó. Durante el intercambio de la paz, besó a los doce jóvenes. También dio personalmente la comunión.

El Papa se manifestó «feliz» entre los muchachos. Señaló que «las cosas del corazón son así», y dirigiéndose directamente a ellos les dijo: «No os dejéis robar la esperanza, siempre con la esperanza por delante, ¿entendido?».

Ha sido la primera vez que un Papa oficia la misa del Jueves Santo en una cárcel y no en la basílica de San Juan de Letrán, que es la catedral de Roma y la que le pertenece como obispo de la misma. Visto que Francisco, elegido Pontífice el pasado 13 de marzo, todavía no ha tomado posesión de San Juan de Letrán (lo hará el 7 de abril), en un principio el Vaticano anunció que celebraría los oficios del Jueves Santo en la basílica de San Pedro.

El Papa Bergoglio ha preferido hacerlo en este reformatorio de menores, que ya fue visitado en 1980 por Juan Pablo II y en 2007 por Benedicto XVI, en el que se hallan recluidos 46 jóvenes -35 varones y 11 mujeres- de 14 a 21 años. Ocho son italianos y el resto extranjeros, en su mayoría norteafricanos y eslavos, así como un ecuatoriano.

La misa fue oficiada en la capilla del reformatorio y por expresa voluntad suya fue «muy sencilla». Tras la eucaristía, se reunió con el medio centenar de detenidos y el personal de centro (unas 150 personas) en el gimnasio del reformatorio. Los jóvenes regalaron a Francisco un crucifijo y un reclinatorio de madera, fabricados por ellos en el taller de artesanía de Casal del Marmo, mientras que el Papa les llevó los tradicionales «huevos de Pascua» y «paloma pascual», los dulces que se comen en Italia durante la Pascua.

Francisco ofició también ayer en el Vaticano la misa crismal, que marca el comienzo del triduo pascual. En su homilía, indicó que el sacerdote no puede ser un gestor, sino que tiene que salir a la «periferia», donde hay sufrimiento, hay sangre derramada, ceguera que desea ver, donde hay cautivos de tantos malos patrones». Hoy, Viernes Santo, el Papa oficiará en la basílica de San Pedro la Pasión del Señor, y por la noche presidirá en el Coliseo de Roma el vía crucis.

De otra parte, ayer se hizo público que 58 religiosos asesinados durante la Guerra Civil española, entre ellos el que fuera obispo de Jaén, serán beatificados, después de que el Pontífice aprobara el decreto que reconoce sus martirios. Según datos de la Iglesia española, los «mártires» de los años 1934 y 1936-1939 pueden ser unos 10.000. Ya han sido beatificados más de un millar y proclamados santos once.