En el proceso de selección del nuevo director del Museo de Bellas Artes de Asturias está en pugna el modelo de institución que queremos. O el más tradicional, centrado en las funciones de custodia y preservación, o el más novedoso, que, además de conservar el patrimonio artístico, consolide la dimensión social del museo, convertido en auténtico centro de generación de conocimiento y de debate público. O el clásico Museo de Bellas Artes, según el modelo ya superado, o un museo del siglo XXI que abarque hasta el siglo XIV, desde nuevas perspectivas.

Hay que apostar claramente por lo segundo, por un museo que tenga otra organización y otro funcionamiento, mucho más transparente, con más planificación y mejor equipamiento. Que luche por un más apropiado marco jurídico, con un presupuesto acorde a su importancia y más personal cualificado. Que abra sus órganos de gobierno, para que no estén en ellos sólo representantes de los partidos políticos sino también otras personas físicas o jurídicas que, por sus relevantes aportaciones o por su experto conocimiento científico o técnico sobre la actividad museística, pudieran favorecer los fines del museo. Que promueva la participación y el acceso de los diferentes públicos, en colaboración con los otros museos circundantes. Que preste más abiertos servicios de información, documentación y asesoramiento. Que desarrolle más activos programas de acción cultural, educativa y divulgativa. Que establezca programas de cooperación no sólo con centros ceñidos al campo de las bellas artes, sino con otros distintos como la Universidad y demás organismos no museísticos. Que enriquezca continuamente su colección, con los artistas asturianos como eje central de un repaso que alcance todo el arte español de los últimos siete siglos, bien ordenado y con sentido. Que dé al arte actual el protagonismo que ahora no tiene, tratando directamente con los artistas vivos, para hacerles sentir el museo y que lo consideren como algo propio, mediante la firma del correspondiente código de buenas prácticas. Que mantenga un sostenido programa de exposiciones temporales, dentro y fuera de Asturias, hecho con criterio riguroso y sistemático, atenido a costes reales y siempre en vinculación con los fines del centro. Que genere ciclos de conferencias, lecciones magistrales y mesas redondas y de debate tanto sobre asuntos históricos como de la más palpitante actualidad artística.

Al director que se nombre le corresponderá iniciar la nueva etapa del Museo de Bellas Artes de Asturias, sin por ello renunciar a los logros conseguidos hasta ahora. En nuestras manos está que quien lidere este momento sea alguien que mire sólo hacia el pasado o alguien mucho más dinámico y experimentado que esté atento también a lo que pueda venir en el futuro.